Capítulo LXII

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—¿Hemos llegado ya?

—No.

Breve silencio.

—¿Hemos llegado ya?

—Falta un poco.

Nuevo silencio, que volvió a ser interrumpido por:

—¿Hemos llegado ya?

—Que no. Cuando lleguemos, yo te aviso.

—Vale.

Otro silencio, que duró algo así como unos tres segundos, pues fue cortado por un:

—¿Y ahora? ¿Hemos llegado ahora?

—Ted—me volví hacia él, mordiéndome las uñas con frustración.—¿Crees que Kutcher es el más increíble, asombroso y tremendamente atractivo mago que jamás haya existido?

—No.

—¡PUES ESO!

No era nada personal, lo prometo. No me gustaba ser tan borde con nadie (a excepción de James; él se lo merecía más veces de lo normal), y menos con Ted, tan lindo e inocente.

Pero estaba cansada. Muy cansada. Llevaba tres semanas sobreviviendo a base de puro café muggle. El trabajo del último curso en Hogwarts comenzaba a acumularse en mi mesa, pero necesitaba tener preparada la poción de Ted cuanto antes, puesto que no quería que en la próxima luna sucediera lo mismo que aquel día en el partido. 

Por el tanga de Grindelwald, ni siquiera recordaba la última vez que había dormido las recomendadas ocho horas seguidas.

Todo ello me hacía estar irritada y de mal humor. 

Y esa irritación, en aquellos momentos, la estaba pagando Ted Lupin mientras ambos estábamos parados en una escalera que descendía a la  velocidad de un caracol con artritis.

Me froté las sienes con las manos. Calma, Harriet, calma. Sólo quedan un par de meses para el final de curso. Los exámenes. Y, después... un dulce verano libre de preocupaciones.

Sin embargo, aún había trabajo por hacer.

—Pareces cansada—comentó Ted con su habitual sonrisa. Aquel día llevaba el pelo verde pistacho, justo igual que un helado, y el cuello de su camisa estaba muy mal colocado. Tenía un pico dentro y otro fuera. Y plumas de gaviota pegadas a la pechera de la camisa.

—Estoy cansada—respondí con una media sonrisa pacífica.

—¿Sabes lo que me ayuda a mí cuando estoy cansado?—preguntó Ted con ojitos brillantes, llevándose las manos al pecho con orgullo por tener algo que aportar.—Cantar. ¿Estás preparada?

—¿Qué?—me eché hacia atrás todo lo que la barandilla de la escalera me permitió, separándome de Ted Lupin, quien carraspeó levemente y comenzó a afinar:

—¡Mi, mi, mi, mi, mi!—entonó con los ojos cerrados, disfrutando cada nota con una pasión que hasta el mismísimo Michael Jackson hubiera envidiado.

No estaba preparada para lo que sucedió a continuación:

—¡Yo, I tell what I want, what I  really really want!—cantó Ted, poniendo la voz de falsete de Victoria Beckam. Rápido como el rayo, se deslizó por el escalón en el que ambos estábamos atrapados y me cogió la cara con fuerza. Puso una de sus manos en mi mentón y movió, sin que yo pudiera evitarlo, mi boca a la vez que él volvía a cantar:—¡So tell me what you want, what you really really want!

Me eché a reír sin poder evitarlo. Al parecer, esto inspiró a Ted, puesto que me soltó, saltó a un escalón superior y comenzó a hacer movimientos extraños con la cadera. Sus pasos de baile eran una mezcla de la coreografía de Shakira y la del Gagnam Style.

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora