Capítulo XIVL

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  Todo el pelaje de la chaqueta de Hagrid me cubrió la cara al lanzarme a abrazarlo nada más entrar en Las tres escobas. Sus grandes brazos nos rodearon a Jim y a mí como si fuéramos de papel, y me reí cuando me recibió ese característico dolor en las costillas que me hacía saber que Hagrid nos sostenía con demasiada fuerza.

—¡Feliz Año Nuevo, Hagrid!—exclamé, feliz de verlo otra vez.

  Hagrid sonrió tras su peluda barba a trazos marrones y más claros.

—Me alegro de veros, chicas.

  Su simple comentario me bastó para pintar una sonrisa enorme en mi cara.

  Siempre me ha sorprendido cómo las personas que menos te esperas te sorprenden, y como las que piensas que no te afectan se convierten de repente en una pieza fundamental de tu sistema solar.

  Hagrid era parte de esas personas a las que estás acostumbrado a que estén ahí. Siempre sonrientes, siempre intentando aportar algo bueno al mundo, no suelen destacar. Pero cuando faltan, lo notas.

  El hecho de que en unos pocos meses no volveríamos a verlo con frecuencia me rompía el corazón.

—¿Qué tal las Navidades? ¿Conseguiste encontrar la poción que te hacía falta, Harriet?—me preguntó amable, echándose hacia atrás en unos tres taburetes que Rosmerta colocó apresurada con un pase de magia de su varita. La madera de los muebles crujió un poco bajo su peso.

—Eeeeeeeh...—miré rápida a Jim, que me hizo un gesto con la cabeza, animándome a continuar:—Sí, sí... Ya estoy en ello, y va a ser genial...porque...humm...

  Jim salvó el día inclinándose sobre la barra y mirando cómo unos chocolates calientes volaban de un lado a otro por encima de la cabeza del profesor Flitwick, que estaba junto al paragüero.

—¿Ya has pedido, Hagrid?—le preguntó mi amiga.

—No, no, os estaba esperando—negó con la cabeza, desajustándose un poco su bufanda marrón y peluda. El abrigo que llevaba de seguro hubiera servido de manta para una familia entera de elfos domésticos.

—¿Dónde has dejado a Fang hoy?—preguntó Jim examinando el suelo, y en ese momento me di cuenta que el perro jabalinero no se situaba a los pies de Hagrid como siempre.

—Unos chicos de tercero querían ganarse unos créditos extra, así que les dije que fueran con él a cazar codornices—dijo Hagrid, rascándose en la barbilla por debajo de la espesa barba.—Aunque creo que más bien serán ellos los que le consigan la cena al bueno de Fang—se rió el hombretón, consiguiendo que su risa tronara por todo el bar. Hoy no se trataba de un mal día, mas no estaba lleno al completo, por lo que consiguió llamar la atención de al menos un par de magos.

—¡Tres cervezas de mantequilla cuando puedas, Rosmerta!—gritó Jim, tan encaramada a la barra que parecía que se hallaba de puntillas; sus talones no tocaban el suelo.

—No sabía que había hoy una salida planeada a Hogsmeade...—comenzó a decir Hagrid, rascándose la barba. El profesor Flitwick pasó a nuestro lado en esos momentos y él le saludó con una inclinación de cabeza.

—No la había—negué, desembarazándome de mis guantes. Allí el ambiente estaba muy caldeado, aunque no se me ocurriría quejarme. No podía pensar en nada más apetecible para los principios del mes de enero que un local calentito en el que refugiarme.

—¿Os habéis escapado?—nos miró Hagrid con mirada recriminadora.

—Ya, claro, como si no conocieras a Harriet—se rió Jim. No pude menos que asentir en su dirección.—Lo que pasa es que aquí mi amiga la Premio Anual tiene un permiso especial para ir a Hogsmeade cuando le salga de esa nariz suya—explicó Jim, dándome un golpecito en la rodilla con su bota al inclinarse para coger dos cervezas enormes de mantequilla de las tres que la señora Rosmerta dejó en la barra en ese momento.

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora