Capítulo LVI

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Suspiré.

Me picaban los ojos, y los rasqué con fuerza. Luego, subí el cuello de mi túnica lo máximo que pude. Entendía que por la zona de las mazmorras el frío campara a sus anchas, puesto que estaba cerca del lago, pero... ¿quién había sido el que se había dejado una ventana abierta en el quinto piso?

Metí las manos en mis bolsillos, y saqué el pequeño papel que me había entregado Ted esa mañana. Estaba arrugado, y la letra abigarrada de Charlie apuntaba:

"En la Sala de los Menesteres, a la hora de la cena.

Vente sola.

-Charlie.

PD: No se te olvide pedir la Sala Pensadero".

¿La Sala Pensadero? Pero, ¿de qué iba todo aquello?

Además, el hecho de que utilizaran la hora en la que todos se encontrarían en el Gran Comedor era muy inteligente, y precavido, pero también me preocupaba. Y es que, ¿cuándo habían puesto los chicos algo por delante de la comida?

Observé la letruca de mi hermano. No había podido evitar alegrarme un poco al comprobar que había sido Charlie quien había escrito aquello. Que mi hermano quisiera incluirme y, por fin, atreverse a decirme la verdad era todo lo que podría haber podido. Por él era que había acudido a aquella cita. Por él, y por esa mirada en los ojos de Ted.

Y, por supuesto, por la comezón de la curiosidad.

Me dio por pensar si no sería mi vida mucho más tranquila si no fuera capaz de sentir curiosidad.

No tenía remedio. Ya estaba allí.

Aferré mi varita con fuerza.

-Emm...hola-pronuncié, dubitativa. El muro de en frente no reaccionó. Por supuesto. ¿Qué esperaba? ¿Que comenzara a entonar un canto a la tirolesa?-Creo que necesito entrar en la Sala Pensadero. ¿Es posible?

Ahí sí que conseguí un cambio por parte de la pared, que se combó y agitó como si fuera de plástico. Los ladrillos del centro se apartaron para dejar pasar a una puerta de madera marrón sin mucho adorno. Sólo era una tabla con un pomo dorado y unas líneas de un tono castaño más claro en su superficie. Eso sí, había un felpudo con la leyenda "Límpiate, no seas cerdo".

Obedecí y froté mis zapatos con fuerza en la alfombrilla. Apoyé a continuación mi mano en el helado pomo, cerrando mis dedos contra el metal y girándolo. La puerta se movió con un quejido en las junturas para que yo pudiera abrirme paso hasta una sala totalmente oscura.

Aquello me revolvió un poco las tripas. No creía que los chicos fueran tan tramposos como para volver a intentar sacarme mis recuerdos pero, sólo por si acaso, había dejado una copia en un pequeño frasco bajo mi almohada.

-¿Hola?-me giré a todos los lados y tanteando en la oscuridad inútilmente, como un pato mareado.-Si os ocurre gastarme una broma, tened por seguro que...

La intriga permanecerá sobre lo que tendrían que tener por seguro.

Detuve mi oración porque una zona de la habitación se iluminó de repente. No me lo esperaba, y debí taparme los ojos con el brazo hasta que me hube recuperado del fogonazo inicial y pude observar con propiedad para entender lo que sucedía.

Me acerqué a la especie de plancha de cristal extraño e iridiscente que había surgido de buenas a primera de un muro oscuro de ladrillos.

-¿Qué...?-quise preguntar. Toqué el cristal, y éste se movió con diferente ondas. No, no era cristal... sino agua, que se mantenía sin caerse en posición vertical, tan quieta que no lucía natural. Miré hacia atrás un par de veces, pero seguía sin aparecer nadie, así que me enfoqué en el extraño líquido frente a mí, del tamaño de una televisión de plasma muggle de gran calidad.-¿Qué es esto?

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora