Siempre amé aquello.
Fue la primera vez que me enamoré.
Cuando, hacía siete años, subí las escaleras que llevaban hasta la lechucería, hasta el hogar de las mensajeras aladas, y me asomé a la ventana, me enamoré del paisaje. De las copas de los árboles, que se dibujaban en un fondo rosado de final de día. Del cielo salpicado de nubes como algodón, de las montañas a lo lejos. Del rumor de las criaturas en el lago. Del ajetreo que se percibía debajo de la torre, pero no llegaba hasta la cima de ésta. Casi era como contemplar nuestro mundo desde otro superior. Como un pájaro.
Me enamoré de Hogwarts.
Y supe que sería feliz allí.
Suspiré, con la cara fuera de la ventana, sin que el frío del crepúsculo me importara lo más mínimo. Cada vez que necesitaba reflexionar sobre algo, o simplemente me sentía abrumada por una situación, acudía allí. Las lechuzas en sus palos altos y yo en las ventanas. Podría pasar horas extasiada con el paisaje.
Y lo cierto es que en aquella ocasión sí que le tenía que dar miles de vueltas a mis preocupaciones.
James no había vuelto a dirigirme la palabra desde hacía dos días, cuando su encontronazo en Hogsmeade con Albus y posteriormente conmigo sucedió. Al parecer, había decidido interpretar el papel de niñito ofendido y, como siempre, dejar que fueran los demás los que llegaran hasta él.
Que esperara sentado.
Ni le pregunté a Charlie por él. Apenas había cruzado con mi hermano un par de monosílabos en las comidas. Me había dedicado a mi material de estudio y a intentar que Jim no robara mascotas de la tienda de Hogsmeade para después soltarlas en mitad del Bosque Prohibido. Una tarea realmente peliaguda.
—Tienes una foto muy chula.
Me sobresalté. No había notado que hubiera alguien más aparte de las lechuzas que ululaban en las alturas. Aún me sorprendía que no hubieran cagado encima de mí, con la de veces que había permanecido completamente quieta en sus dominios.
Victoire Weasley se hallaba en la puerta de la estancia. Su uniforme con corbata azul estaba impecable, y adornaba su melena clara con un pasador de mariposa. Sus pendientes eran pequeños aros de plata que le regalaban elegancia. En sus manos llevaba una cámara, y en su cara, una sonrisa.
De repente, comencé a sentirme tan atractiva como el palo de una Nimbus 2000. Sobretodo cuando se acercó caminando de manera distinguida hasta mí.
—¿Enn?
—Que tienes una foto increíble, ahí junto a la ventana. ¿Puedo?—levantó la cámara, ofreciendo su invitación.
Yo no tenía ni idea de posar, jamás lo había hecho antes. Sólo asentí y me limité a mirar por la ventana igual que antes. Sentí el flash cegador alumbrar en un par de ocasiones hasta que moví la cabeza.
—Las imprimiré cuando pueda y te las pasaré. La verdad es que aquí hay una luz genial—continuó hablando Victoire, mirando hacia lo alto de la ventana, donde el vidrio se hacía más fino. Hablaba con el encanto de alguien que ama su tema de conversación.—Siempre que me siento inspirada, acudo aquí a hacer fotografías. Son las mejores.
Sabía que a Victoire Weasley le gustaba expresarse a través de la cámara. Una vez, por encargo de Ted, Charlie compró una Polaroid muggle que su amigo le regaló a la chica por Navidades. Parecía que era cierto aquello que se decía sobre que los Ravenclaw no sólo eran sagaces, sino también tremendamente individualistas, creativos y originales.
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CHISPAS (a Hogwarts story)
Fiksi PenggemarHarriet necesita una historia. Desesperadamente. Tras haber ganado el JEM, otorgado por el Profeta, sabe que quiere escribir, y devolver al Periodismo la buena fama que malos escritores como Rita Skeeter le han arrebatado. Por ello, en el comienzo...