Capítulo LVII

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¡Never gonna give you up, never gonna let you dowwwwwwwwn...!

—Esto... hola, Ted.

—Oh, hola, Harriet. ¡Never gonna run arouuuuuuund, and deseeeeeert you!

  Debo poneros en situación para que comprendáis lo raro que resultaba aquello.

  Dos semanas habían transcurrido desde aquella conversación con los chicos, y lo cierto es que había sido como un sueño.

  Por lo rápido, no por lo idílico. Porque os prometo que hay muchas cosas mejores que aguantar discusiones como de si "Fergalicioso" es una palabra y, de ser así, hubiera ganado James y no Ted en una partida intensiva al Scrabble. El entretenimiento favorito de Charlie en estos casos era remover el rencor y azuzar a sus dos amigos. Yo sólo me tapaba la cara con las manos al mismo tiempo que le insistía a aquellos que pasaban con miradas curiosas que no los conocía de nada.

  Me había visto obligada a dividir mi tiempo entre las clases, llevar a tiempo las tareas, estudiar todo lo que podía y, además, investigar cada síntoma de Ted para intentar añadirlos a la poción habitual matalobos. Al menos había sacado algo bueno de todo eso: me faltaban horas para ayudar a Ian con sus tareas, así que el pequeño finalmente se vio obligado a pedirle ayuda a Mary Elizabeth. Podías verlos en cualquier mesa de la biblioteca durante sus ratos libres: Mary Elizabeth escenificando la historia de alguna novela fantástica e Ian, rojo por la vergüenza, mirando a cualquier otro lado que no fuera la niña.

  Se acabarían entendiendo. Estaba segura de ello.

  Era, con diferencia, lo único en lo que me mantenía calmada. Por el resto de aspectos en mi vida, existía en un constante estado de agobio. Aún me preguntaba por qué no me habían asomado las primera canas ya. Dormía tan pocas horas que pronto mis ojeras ocuparon la mitad de mi cara.

  Pero lo había conseguido y, justo antes del partido Ravenclaw-Slytherin, había subido hasta la cabina del comentador para entregarle a Ted la poción preparada. Rezaba para que funcionara durante el camino de ascenso, y no paraba de revisar la lista de los ingredientes para comprobar si estaba todo en orden. Saliva de hipogrifo para los mareos, raíces de Lazo del Diablo para los desangramientos... Lucía en orden, aunque no podía tranquilizarme, no aún, sin estar al cien por ciento segura de si funcionaría o no. Un breve desliz, y a Ted le tocaría sufrir otra noche de luna llena horrorosa.

  Yo intentaba relajarme, y darle un aspecto positivo al asunto, sólo porque pensé que Ted estaría cien veces peor que yo.

  No creí que, al abrir la puerta del habitáculo desde donde se comentaban los partidos, escucharía a Ted calentar la voz al más puro estilo de los ochenta.

¡Be working so hard, I'm punching my card...!

—¿Podrías dejar el tema de Footlose un segundo?—solicité, poniendo las manos por delante para detener su aleteo.—Te traigo la pócima. Agítala un poco antes de beberla, ¿de acuerdo?

—Como si fuese un mojito. Captado—sonrió Ted, y tomó el pequeño, más bien diminuto, recipiente de cristal, que contenía un algo verde en su interior. Empezó a agitarlo arriba y abajo como unas maracas.

  No sabría decir si había asaltado Honeydukes, si era por culpa de la inminente luna llena o porque comentaría un partido, pero Ted parecía sobrecargado de energía, como una batería a punto de explotar.

—¿Tú bebes mojitos?—pregunté, ladeando la cabeza. Sonaba extraño. De Charlie me lo esperaba. De James no lo dudaba. Pero... ¿el dulce e inocente Teddy?

CHISPAS (a Hogwarts story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora