Capítulo 31

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Aunque no se tomara en serio sus relaciones con las mujeres, Jungkook sabía que había dos mujeres en su vida por las que haría cualquier cosa; su madre y su hermana.

Después de las muertes de su padre y de su abuelo Jimin se había convertido en el hombre de la casa a la edad de dieciséis años. El joven que se había hecho cargo de su familia a una edad temprana no tenía nada que ver con el Jimin bromista y mujeriego. Aquel Jimin se tomaba las responsabilidades muy en serio, sobre todo cuando incumbían a Sienna, la hermana a la que casi había perdido.

Él la miró con un interrogante en los ojos y Jungkook se dio cuenta de que había estado mirándolo de forma indiscreto.

—Vamos —dijo Jungkook, y salió todo lo rápidamente que pudo.







Era sábado por la mañana y el parque Hagley estaba repleto de gente haciendo deporte, chicos con patinete y padres con carritos de bebé. Las últimas campanillas resistían en la pradera que estaba al otro lado de la calle. Echaron a andar por uno de los muchos caminos que atravesaban el parque. Ninguno de los dos tenía prisa.

—¿Entonces crees que las mujeres del hotel te ven de una forma diferente ahora? —le preguntó él. El estaba seguro de ello. Dan, el portero, que jamás se había dignado a mirarlo, le había guiñado un ojo unos días antes.

—Sí. Creo que ya empiezan a verme como a un ser humano.

—Oh, tú eres muy humano.

—Porque cometo errores, claro.

—¿Crees que esto fue un error? Yo pensaba que era divertido. A Jungkook se le cayó el corazón al suelo al oírlo hablar en tiempo pasado.

—Sí —susurró. Él se detuvo y el tuvo que parar. Lo miró a los ojos y notó una seria expresión en su rostro. Él estiró el brazo, deslizó los dedos por el brazo de el y lo tomó de la mano. Entonces lo hizo salir del camino y lo condujo hacia los árboles.

Ambos guardaron silencio. Lo llevó bajo la sombra de un árbol y se apoyó contra el tronco sin soltarle la mano. Estaban guarecidos por las ramas y el sonido del tráfico apenas era audible. Los otros paseantes estaban a cierta distancia. Era como si no hubiera nadie más en el mundo. Y la chispa era lo bastante fuerte como para prender en llamas todo el bosque.

—No puedo aguantarlo más, Jungkook. Tengo que besarte.

—¿Y qué pasa con tus reglas? Él le apretó la mano y tiró de el.

—No hay público. Ni motivos personales... Es sólo... deseo. Ese mismo deseo recorría el cuerpo de Jungkook.

—¿Y qué pasa con la ropa? Él esbozó una mueca pícara.

—Bueno, dos de tres no está nada mal. Jungkook trató de pensar en una respuesta ocurrente.

—Pero yo soy muy perfeccionista, Jimin. Me gusta dar el cien por cien —dijo, sin saber cómo había tenido el coraje de decir algo así. Él lo hizo acercarse más y le rodeó la cintura con el brazo.

—Tendrás tu cien por cien, Jungkook. Confía en mí. Jungkook se quedó sin palabras. Entreabrió los labios y lo miró fijamente. Alentado por el calor de su mirada y por su expresión pícara, Jungkook esperó a que él tomara la iniciativa, pero entonces sintió su vacilación.

—Llevo toda la semana esperando repetir el beso del otro día. Nadie nos ve ahora, Jungkook. ¿De verdad lo quieres esta vez?

—Sí —le dijo el, sintiendo la ola de fuego que corría por sus venas. Cerró los párpados al tiempo que él besaba sus labios. Los brazos de Jimin lo agarraron aún con más fuerza, como si temiera que se fuera a escapar. Pero en lugar de retroceder, Jungkook se entregó a aquel contacto físico tan esperado. Esa vez no hubo ningún tanteo previo, sino que se lanzaron al fragor de la pasión con labios y lenguas.

Una tentadora propuesta | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora