Jimin estaba en su vida de forma temporal, pero las consecuencias de sus acciones serían permanentes. Tenía que detenerlo como fuera. Apretó los puños y trató de guardar la compostura. ¿Por qué no era capaz de entender que algunas cosas eran públicas y otras privadas? No quería decepcionarlo, pero él estaba poniendo demasiadas expectativas en todo aquello.
-No voy a cambiar de idea, Jimin. A lo mejor es hora de que me lleves al aeropuerto. No quiero perder el vuelo.
-¿Estás de broma? -le dijo él, parpadeando. El le dio la espalda.
-¿Llamo un taxi? Jimin se puso tenso y serio. Sin darle tiempo a contestar, Jungkook fue a recoger sus pertenencias. Mirando a su alrededor, apenas podía creer que un par de horas antes hubiera estado en su cama.
Él lo esperó en el salón, jugueteando con las llaves del coche y andando de un lado a otro.
-Vamos, Jungkook. Hablemos de esto.
-Déjalo. No hay nada de qué hablar. Es mi hobby. Eso es todo. No voy a vendérselos a una galería.
-¿Desde cuándo eres tan gallina? Pensaba que eras la persona más valiente que jamás había conocido. Y no puedo creer que esté equivocado. ¿Vas a irte sin resolver esto conmigo? -le preguntó con una expresión de frustración. Eso era exactamente lo que Jungkook iba a hacer. Se había abierto a él, le había confiado sus secretos, su cuerpo, su alma, y hasta el corazón...
Por suerte nunca se lo había dicho.
Ya en el aeropuerto, Jungkook comprobó la etiqueta del equipaje. Jimin fue hacia el y le quitó la bolsa de las manos, retirando sus obstinados dedos del asa uno a uno. Una corriente eléctrica recorrió el cuerpo de Jungkook al sentir su contacto. Aquellas manos podían hacerle perder la cabeza, pero eso no iba a volver a ocurrir. Él lo había tenido bajo su hechizo, pero le había pedido algo que no podía darle.
-Estás furioso conmigo. De acuerdo. Pero no olvidemos las cosas importantes, ¿eh? Tiró de el y le dio un beso en los labios. Jungkook probó el sabor de la rabia que ambos sentían en un beso aún más arrebatador. Él se acercó un poco más, dispuesto a aplacar su resistencia, y entonces el lo hizo apartarse con un empujón. Agarró la bolsa y atravesó el control de seguridad antes de que él pudiera detenerlo. Lo oyó llamarlo varias veces, pero siguió adelante. ¿Las cosas importantes? El las había olvidado y eso no le había acarreado más que problemas.
Al aterrizar en Christchurch, se dio cuenta de que no sabía cuándo él regresaba a Auckland. En el taxi, de camino a casa, no podía dejar de pensar en él, en su arte, en su vida. Sus logros profesionales habían asfixiado sus aspiraciones. La educación que sus padres le habían dado le había enseñado a obedecer y a cumplir con sus obligaciones en público. Lo que importaba había que mantenerlo en secreto. En cuando llegó a casa entró en su taller y quitó la llave de la cerradura. Ya no la necesitaba. Descorrió las cortinas. Ya no había secreto. Jimin se había ocupado de ello. Contempló las pinturas. De niño había soñado con ser artista, con vivir una vida bohemia y pasar las horas haciendo lo que más le gustaba. Ir a la escuela de Bellas Artes, viajar, conocer la obra de los grandes maestros... Sus padres le habían dicho que era imposible, a menos que quisiera convertirse en un hazmerreír.
Su padre había sido el primero en burlarse de el cuando le había confesado su secreto de niño. Él se había mofado de el. ¿Acaso pensaba que iba a vivir una vida idealizada y romántica en una buhardilla parisina? Le había dicho que despertara de una vez, que fuera a la universidad y que estudiara algo útil. Sólo así se conseguía algo en la vida y se ganaba la aprobación de la gente, o por lo menos la de él.
¿Por qué no había tenido tantas agallas como Lucy? Su hermana hacía lo que quería; nunca había abandonado la música y se había enfrentado a su padre por ello. Pero él aún la quería, ¿no? Por mucho que le reprochara su decisión, en el fondo estaba orgulloso de ella. El libro de Margaret había sido como un regalo que le había permitido dar rienda suelta sus sueños de adolescente. Pero no era suficiente. Era el sueño de Margaret, no el suyo propio. El sólo hacía las ilustraciones de muestra. Nunca se había sentido capaz de exponer sus cuadros porque no confiaba lo bastante en sí mismo.
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Una tentadora propuesta | Jikook
RomantizmSinopsis: De la noche a la mañana, perdió la cabeza por el hombre de sus sueños... Park JiMin era un millonario que trabajaba mucho y arriesgaba mucho, a diferencia de Jeon Jungkook, su antiguo vecino, un joven correcto y estirado. Asfixiado por un...