Martín caminaba a paso lento hacía su casa, no tenía miedo de estar en aquel bosque, lo conocía de memoria, observo la luna suponiendo que ya era bastante tarde, su padre iba a matarlo, pero ya no le importaba nada, recibiría un par de golpes que solo lo llevarían un par de días a la cama, además no podía caminar más rápido, sentía su cuerpo caliente y su visión algo borrosa, de seguro tenía fiebre nuevamente, para colmo también ahora Santiago se enfadaría con él.
Se detuvo al escuchar pasos detrás de él, se volteó sorprendiéndose al encontrar a Alfredo observándole con preocupación, vio como se acercaba y le ayudaba a caminar. Alfredo bajo la mirada al sentir la temperatura de Martín, el no estaba bien. Llegaron a la casa y entraron por la puerta principal, Alfredo detuvo sus pasos cuando los guardias le miraron.
—No importa—murmuró Martín con la respiración agitada—No me voy a arrepentir de haber ido con mi novia—confesó con una sonrisa.
Alfredo reanudó su andar luego de asentir con la cabeza, le ayudo a subir las escaleras viendo como los guardias le miraban preocupados y suplicando que huyera de allí, que cuidarían a Santiago por él, pero Alfredo solo se digno a obedecer la orden de Martín, llegaron al comedor, sintiendo como los guardias les arrebataron de su lado.
Sebastián se acercó y de una sola cachetada golpeó a su hijo mayor. Martín se vio en el suelo sintiendo el sabor de la sangre en su boca, se quedó allí, observando el suelo cuando escucho los pasos de su padre acercarse, cerró sus ojos cuando comenzo a sentir las patadas de su padre sobre su cuerpo, se quedó allí, paciente, esperando que la rabia de su padre se descargara sobre él, como ocurría desde que su madre falleció.
Oyó los gritos de Santiago y los de Alfredo, mientras los guardias le sujetaban aguantando la impotencia, abrió su boca vomitando sangre, sintiendo como su padre lo volteaba y lo hacía rodar por el suelo.
— ¡Papá, por favor, vas a matarlo!—gritó Santiago captando la atención de todos los guardias— ¡Ya entendí, por favor, no lo mates!—suplicó asustado.
Santiago vio como su hermano se quedaba tirado en el suelo de forma fetal, su padre había detenido los golpes, libero lágrimas de impotencia, cerró sus ojos cuando vio que su padre volvía a patear a Martin haciendo que este escupiera sangre, sin dejar de mirar el suelo.
— ¡Debería matarlos a ambos!—exclamó mirando a Santiago— ¡Ustedes son los únicos que no me obedecen como deben!—reclamó acercándose a Santiago—Espero que te haya quedado claro que no debes acercarte a la familia de tu novia.
—Sí, ningún tipo de contacto—confesó asustado mientras veía como Alfredo se acercaba a su hermano.
—Alfredo, llévatelos de aquí al barco que sale al Reino del Sol, ya no los quiero aquí, si pasar una noche más aquí, mataré a Martín,
Alfredo asintió con la cabeza mientras veía como Martín se ponía de pie con su ayuda, su camisa y jeans estaban manchados de sangre, su cara estaba algo hinchada. Martín se apoyó en Alfredo sintiendo que cada músculo le pedía a gritos volver a recostarse en el suelo, su visión se volvió borrosa, negó con la cabeza sintiendo un mareo aún más fuerte, volviendo a vomitar.
Santiago le observo preocupado y ayudo a Alfredo a llegar al auto de Martín, salieron de la casa, temiendo que Martín se desmayaría en cualquier momento, le dejaron recostado en el asiento de atrás y condujeron hasta el barco, el cual les estaba esperando. Alfredo fue el primero en bajarse del auto cuando lo estaciono en el barco.
—Capitán, manténgalo con vida—pidió Alfredo preocupado antes de bajarse del barco.
—Me preocupare de ambos no se preocupe, le avisare cuando lleguemos al Reino del Sol— aviso viendo como Santiago abría la puerta de atrás para comenzar a curar a Martín.
—Se lo agradecería mucho— dijo Alfredo preocupado—Esperare su llamada.
El capitán esperó a que Alfredo bajara y le dio la señal al conductor para avanzar, se detuvo en el auto de Martín viendo como Santiago le curaba las heridas de su cara, lo vio acomodarlo en el asiento, sintiendo como este le miraba cansado.
—Descansa, ya vamos al Reino del Sol para estar tranquilos—murmuró Santiago con una sonrisa calmada.
—Lo...siento—murmuró cansado mientras miraba a su hermano—Perdón.
Santiago negó con la cabeza y acarició los cabellos de su hermano y le sentó en el asiento para abrir su camisa y ver los hematomas que estaban en su pecho y estómago, lo abrazo escuchando los quejidos adoloridos de Martín, ambos se observaron a los ojos sorprendiéndose cuando vieron al capitán acercarse con un botiquín y sentarse en el asiento del copiloto para entregárselo entremedio de los asientos. Rieron al ver que el perro negro de la otra vez se acercaba y lambía la cara del capitán.
— ¿Y tú no habías vuelto con tu amo?—consulto Santiago al animal quien le miro apoyando su cabeza en el asiento
—Fue a dejar a un amigo al Reino del Mar y lo encontré en el puerto— comunicó el guardia—Akom ¿Ya me vas a presentar a tu amo?—preguntó viendo como el perro lloraba— ¿Tu hermano está bien?
—No, tendré que llevarlo al hospital, una vez estemos tranquilos— comunico Santiago viendo como Martin le miraba culpable—Manuel preguntara qué te ocurrió.
—Espero que este bien junto a Arturo—confesó cansado—Quiero dormir pero no quiero morirme así.
—No te vas a morir, duerme un poco, si algo te pasa, estaremos yo y Santiago para salvarte—dijo el capitán con una sonrisa—Duerman un poco, Akom vámonos.
Santiago sintió como Martín apoyaba su cabeza en su hombro y solo lo abrazo para hacer lo mismo que su hermano, observo por la ventana del auto como Akom se acomodaba a dormir en la cajuela del auto viéndole a ambos.
Suspiro, al menos ya estaban de vuelta en el Reino del Sol para estar tranquilos de nuevo.
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¡Basta de Miedo! © (Terminada)
AksiyonSantiago estaba dolido. Martín quería huir y de la lejanía vengarse de su padre. Santiago solo tenía un único objetivo en su cabeza, recuperar a su hija Martín fue quien ejecutó esa petición sin saber las consecuencias que esto traería . ¿Tendrá el...