Capitulo XX

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Martín suspiro mientras sonreía incómodo a su tío Arturo quien le vio preocupado hasta que desapareció del pasillo, prefirió ayudarle con el levantamiento de la mesa y el lavado de losa. Tomó la esponja y comenzo a lavar la losa viendo como un tío Arturo sacaba un pequeño paño para secar la losa.

— ¿Alfredo y sus hijos están bien?—preguntó Martín interrumpiendo el silencio.

—Sí, Alfredo está un poco alterado porque su esposa lo dejó por su amante, no le interesa que le haya dejado a él pero sí le sorprendió que dejará a los niños, solo quiere estar con ellos pero la situación del clan no lo deja disfrutar de Esteban y Gabriel—comentó guardando los platos en el mueble de arriba de la cocina.

— ¿Esteban lo ha tomado bien?—preguntó Martín preocupado

—No lo sabemos, él siempre ha sido reservado, solo le llama la atención los helicópteros y ser piloto, Alfredo está preocupado por él debido a que solo se preocupa de su hermano menor Gabriel y de sus estudios. Eso es bueno, pero aquello no quita que sea un niño que intenta tomar el lugar de un adulto maduro, lugar que no le corresponde aún— comentó con una sonrisa apenada.

— ¿Cómo ha estado Santiago?—preguntó mirando a Martín por primera vez

—A veces de mejor ánimo que otros días, pero está distraído, los tres días que se hizo cargo solo anotó el dinero total y me dejo las boletas, si se queda mucho tiempo solo hace estupideces y si está en su cuarto no deja de sentirse ahogado—comentó preocupado—Está aprendiendo a vivir sin las personas que le daban sentido a su vida.

—Lamento no haber leído los pasos de su padre para salvar a sus hijos, no he podido saber quién se hizo cargo de Moad y de Sam no supe nada hasta que el llego aquí y fue enfrentado por Santiago— se disculpó Arturo apenado.

—No tiene que disculparse con nosotros, no es su culpa, casi nadie del clan puede leer los movimientos de mi padre, solo mi madre lograba saber qué era lo que planeaba—dijo con una sonrisa apenada.

Arturo asintió dejando la última losa en el mueble, Martín se despidió y siguió su camino hasta su cuarto, se detuvo unos segundos para ir a ver a su hermano, pero terminó negando con la cabeza, no quería preguntar cosas obvias y además era mucho mejor dormir y así lograr que su incomodidad se mermara más rápido.

Entró en su cuarto sintiendo su corazón acelerado, observo su cuarto con melancolía, todas sus cosas se encontraban tal cual como las había dejado el día en que su padre le ordenó irse al Reino del Sol a reemplazar a Emilio mientras se recuperaba de su operación, mismo día en que el ánimo de Santiago se fue por los suelos, mismo día en que recordó cada segundo del día en que supo que su esposa e hijo habían fallecidos en el hospital.

Sabía que debía apoyar a su hermano ahora, pero aún sentía envidia de Santiago, el al menos pudo disfrutar de su hija unos meses antes de perderla. Se sentó en la cama enfrentándose a la fotografía de su novia, la tomó el porta retratos entre sus manos sonriendo, tantas promesas que le había hecho a la mujer que amaba y no pudo cumplir ninguna. Se levanto y camino hacia la ventana, abriéndola, observo la ventana de su padre y luego la de Santiago, ambas estaban cerradas.

Bajo la mirada al patio viendo cómo los guardias de su padre se adentraban en la casa para dormir, regreso su vista a la fotografía de su novia y sonrió, fue a la puerta con la clara intención de ir a visitar a su novia al cementerio.

Salió de su cuarto y cerró la puerta haciendo el menor ruido posible, camino de igual forma y fue hacía las escaleras, observo el pasillo con cuidado y bajo las escaleras en dirección a la puerta trasera de la casa para poder salir, se ocultó en una de las habitaciones al ver que algunos guardia seguían de pie, tomó una silla que se encontraba en la habitación se subió a ella y abrió la ventana, salto y paso hacia el patio, camino agachado detrás de cada ventana hasta que llegó al sendero del bosque.

Camino ocultándose detrás de los árboles para terminar corriendo hacia el cementerio, a pesar de que aún le dolían los músculos de su cuerpo a causa de la gripe, corría lo más rápido que sus pies le permitían porque estaba seguro que esta sería la última vez que pisaría este reino.

Al llegar se detuvo y comenzo a recordar el camino de la tumba de su novia, se arrodillo al llegar y observo la fotografía de ella y él cuando estaban en la secundaría, libero lágrimas al leer su nombre y él de su hijo, tocó la inscripción con su dedos viendo como sus lágrimas manchaba la lápida, levanto su mirada al sentir que alguien tomaba su hombro, se volteo viendo a su madre nuevamente mientras se arrodillaba a su lado, limpio sus lágrimas aún sorprendido, vio como ella acercaba sus dedos y limpiaba las restantes.

—Mamá, la extraño mucho—confesó viendo como su madre asentía con la mirada.

Lucía lo abrazó apoyando su cabeza en el hombro de su hijo, le apenaba verlo así y no poder hacer otra cosa que abrazarlo.

—No vuelvas aquí—murmuró Lucía con una sonrisa—Está mucho más cerca de lo que crees, así que saca ese dolor.

Martin vio como su madre se separaba de él y le acariciaba su mejilla antes de desaparecer nuevamente, se levantó cuando sintió que comenzaba a llover y prefirió volver a casa para no evitar resfriarse más de lo que ya estaba. Santiago lo mataría si terminaba en la cama nuevamente como la semana pasada.

Volvió al sendero, sabiendo que su novia le miraba con una sonrisa apenada.

Por esa razón odiaba ver fantasmas como lo hacía su abuela Aroa.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora