Capítulo XXXVI

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Martín se sentó en la puerta de la casa a pensar, ya eran pasada las nueve de la noche y su hermano menor Santiago, aún no salía de su cuarto, la confesión de Alfredo seguía latente en su mente, repitiéndose una y otra vez, haciéndole pasar por emociones que tenían como único objetivo la muerte de su padre. No le culpaba, él también le temía a su padre y hubiera hecho todo por mantenerse vivo, lo único que agradecía, era que su hijo Moad o Manuel estaba con vida.

Su hijo, estaba tan enfadado que no había tomado en cuenta a su hijo, las emociones por las palabras de Alfredo le abandonaron para dar lugar a un solo objetivo encontrar a Manuel en la casa. Levantó la cabeza, buscándole con la mirada, se petrifico al verlo jugar a la pelota con Esteban y Gabriel, intentó incorporarse y llegar a él, pero sus piernas no le respondían, su respiración se detuvo por unos segundos cuando este se giró a mirarle y le dedicó una sonrisa.

Se asustó cuando lo vio correr y se tensó cuando sintió que le abrazaba, correspondió el abrazo rápidamente, con miedo a que el niño pudiera alejarse de él. Manuel se sintió incómodo pero sonrió cuando Martín le soltó, aun mirándole nervioso.

― ¿Qué sucede?―preguntó Manuel con una sonrisa que puso aún más nervioso a Martín

― ¿Te has asentido acogido aquí?—preguntó viendo como el niño se sentaba a su lado

—Sí, Aún extraño a mi padre, pero jugando con los chicos se me quita la pena—confeso mirándolo — ¿A ti ya no te duele?

—Ya no gracias a tu amiga Julieta, es muy buena, tenias razón— dijo con una sonrisa contagiando al niño—Manuel ¿Puedo preguntarte algo?— consultó viendo como el niño asentía con la mirada—¿Te gustaría cambiar tu apellido para que así no nos vuelvan a separar?

—Solo si prometes que podre ver a Julieta y a mi papá cuando quiera— condiciono luego de unos minutos de reflexión.

—Prometo lo primero, pero no lo primero porque no está en mis manos— dijo con una sonrisa

—Julieta no me dejara solo, de eso estoy seguro—comento Manuel con una sonrisa.

Martín sonrió al ver la sonrisa de su novia en su hijo, se sorprendió cuando este le abrazo nuevamente antes de volver a jugar con Esteban y Gabriel. Se levanto de la puerta cuando vio a Alfredo a su lado.

—Ya estoy listo—dijo Alfredo con la mirada retirada

—Mírame—exigió, viendo como Alfredo le miraba avergonzado—Gracias por proteger a Manuel y olvida lo que dije, eres mi primo y vamos por el mismo objetivo, es mejor ser amigos que enemigos— declaró Martín, extendiendo su mano.

Alfredo se sorprendió al ver la mano y la estrecho con la suya, ambos sabían que la confianza había que recuperarla, pero al mismo tiempo ambos iban por un solo objetivo, conseguir la paz y quitar el miedo que se había apoderado del clan con la muerte de Lucia Black.

Martin le siguió hasta el auto, deteniéndose para mirar a Manuel una última vez, sabía que lo que estaba a punto de hacer traería consecuencias graves si no actuaba con delicadeza y sabiduría de su parte. Le relajo el ver al niño jugar al fútbol con Esteban, su primo. Se subió al auto viendo como Alfredo miraba a su hijo con angustia en sus ojos, debía ser difícil alejarte de tus hijos con la duda de no saber si volverías con vida nuevamente.

— ¿Por qué no vas y te despides de él?—preguntó Martín sin mirarlo

—Es mejor así, las despedidas se dan cuando uno no vuelve a abrir los ojos y yo debo abrirlos por ellos dos —comentó con una sonrisa mientras le hacía una seña al conductor.

El auto partió en dirección al helipuerto, Martín no despego la mirada de su hijo hasta que este no desapareció de su vista, a pesar de las ganas que tenía de matar a su padre, el miedo de no volver a ver al niño nuevamente invadían su cabeza, suspiro, tenía que estar concentrado en su objetivo, debía convertir a su hermano menor Santiago en el líder del clan, si quería volver y formar una familia con ese pequeño.

Alfredo solo se dedico a mirar el camino, debía reconocer que le gustaba el paisaje pero en esos momentos no lo estaba disfrutando, quería estar con sus pequeños, vivir una vida tranquila y dejar el miedo, pero mientras su tío estuviera vivo, amenazando sus vidas, el miedo de ser el siguiente estaba a la vuelta de la esquina.

Bajaron del auto y se subieron al helicóptero que los llevaría al Reino Eclipse a la casa de Sebastián Fisher, se acomodaron en el asiento y se pusieron el cinturón de seguridad para poder despejar

—Cuando lleguemos a la casa, solo di que vienes a ver a mi padre para que no se preocupara y que volverás en la misma tarde, el chofer tomara el camino al helipuerto, pero se desviara a un camino de tierra y te dejara en una cabaña, vete al sótano y Simón te estará esperando para continuar con el plan— informo Alfredo con una sonrisa—Por favor se precavido, cualquier intercambio de planes, mantén la calma.

—Entiendo, nunca he sido bien recibido por mi padre, así que me espero lo peor de él siempre—comunico con una sonrisa orgullosa.

—No digas nada al menos que él lo haga, ha estado muy irritado desde la última visita de ustedes, mi padre ya está casi con un ataque de nervios—advirtió preocupado por la salud de su padre.

Martín asintió con la cabeza y se dedico a dormir un poco, suspiro agradeciendo mentalmente a Julieta, si no fuera por su collar, no podría mover ni un musculo. Alfredo lo observo sonriendo, no importaba cuan valiente pudiera mostrarse Martín, físicamente estaba débil y debían cuidarlo, porque si algo le ocurría a él, perderían a Santiago para siempre.

Observo el paisaje del mar, sonriendo al ver los delfines saltar sobre el agua jugando con sus familias, extrañaba a sus hijos, una vez que esto terminara, tomaría a su padre, a sus hijos para vivir tranquilos en la cabaña de su madre. Apoyo su cabeza en el vidrio y decidió imitar a Martin.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora