Capítulo XXXVIII

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Julieta abrió sus ojos, respirando profundamente, ver a Santiago solo le había alimentando las ganas de verlo muerto, suspiro, soltando el aire lentamente, estaba en un lugar vulnerable y Shinobu a su lado, no podía alterarse porque con ello, también lo haría el cachorro y no quería llamar la atención de ningún intruso. Miro a su alrededor viendo como los miembros de los cinco clanes llegaban o se iban a su misión, observo la hora en el reloj que estaba encima del puente, aún le quedaba tiempo para cenar con su supuesta familia y aparentar ser feliz unos minutos más.

Trago saliva al ver la hora, Ana Iba a matarla si llegaba tarde para la cena, su calma se fue al mismo infierno cuando comenzo a correr por llegar a su casa en un periodo de cinco minutos, agradeció mentalmente que Shinobu estaba a su lado ladrando y atacando cualquier cosa que se cruzara en su camino, facilitándole así el regreso a casa, Con la respiración agitada y abriendo la puerta como si una turba le persiguiera llego a casa, justo cuando Ana llamaba a comer, suspiro aliviada viendo como Shinobu entraba y bebía agua del florero de la planta favorita de Ana.

—A comer— llamo Ana, ignorando a Julieta y negando con la cabeza al ver que retiraba al perro del florero- Dije a comer, Mirko deja la televisión, Oswin si no vienes le daré tu comida a Shinobu.

El animal al escuchar su nombre hizo brillar sus ojitos mientras movía su cola emocionado, se hecho al costado de Julieta, esperando pacientemente que le cayera algo de comida, la cual llegaba cada vez que Ana regañaba a Oswin o Mirko y cuando Julieta le lanzaba las alverjas desde su plato al suelo. Entre más comida y cariño le daba más agradecía que le hayan arrebatado de su anterior dueño para dejarle a Julieta a su cargo, la niña no era muy cariñosa en cuanto a las acciones pero era permisiva hasta cierto punto, punto que era difícil localizar si es que no le hacías perder la paciencia.

Una vez terminaron de comer, se hecho en la cama de ella, durmiendo dejando a la vista su estomago y levantando sus patas delanteras y traseras, no disfrutaba de un sueño profundo por lo que sabía perfectamente que hacia Julieta, ya había dado mil vueltas entre el espejo y su armario, por lo que podía deducir que no elegía que ponerse para la batalla que estaban a punto de enfrentar. Por su aroma supo que había elegido la ropa que Ana había obligado a sacarse cuando habían vuelto de la casa de Oriel.

Abrió sus ojos cuando escucho sus pasos hacia él, Julieta le sonrió y el se bajo de la cama listo para ir a buscar a Pablo Y Oriel para ir a ayudar a la familia humana de Julieta. Bajaron las escaleras viendo como Mirko dormía la siesta en el sillón acompañando a ver a Ana ver una película.

—Ya me voy, llego al amanecer— aviso mirando al comedor, extrañándose al ver a Ana llorar— ¿Por qué estás llorando ahora?

— Jetro, que me pone sentimental con cada película—se excuso, limpiando sus lágrimas

—No culpes a mi primo, tu lloras mucho antes de que el viniera en camino— dijo con una mirada acusadora

—Porque no te vas y ya— le dijo con una mirada seria—Llega sin heridas, si llegas aunque sea con un rasguño, no te atrevas a pisar la casa— reclamo con seriedad

—Llegare, sana y salva, Ana, relájate—dijo con una sonrisa— Si no llego ya sabes dónde puedo estar

—No me gusta esa posibilidad— dijo, cruzándose de brazos— Solo ten cuidado

—Lo tendré, Adiós— dijo abriendo la puerta.

Cerró la puerta con una sonrisa, observo con una sonrisa a Shinobu quien le movió la cola y camino a su lado a paso lento mientras llegaban al punto de encuentro. Julieta debía reconocer que se encontraba nerviosa, jamás pensó que tendría que enfrentarse con su esposo, para poder traer esa tranquilidad que tanto le costó conseguir para sus pequeños y que desaparecieron en cuando ella falleció, a pesar de que le agradaba estar de vuelta en su mundo, aun lo sentía ajeno a ella, como si no perteneciera a él, la mirada de la gente que pasaba al mirarla, no le ayudaba para nada, estaba llena de rencor hacia su persona, trataba de olvidarla como le pedían sus amigos y su familia, pero era imposible cuando ese sentimiento oscurecía los ojos de las personas.

Agradeció cuando llego al sendero donde transitaba poca gente, el centro del clan Cygnus le causaba incomodidad, las personas de su edad al menos le dirigían la palabra pero los mayores como la edad de sus tíos sola la miraban con rencor o simplemente no le miraban, cosa que agradecía enormemente cuando no lo hacían.

—Julieta, aquí—aviso Pablo al verla cabizbaja— Apúrate Oriel me aburre de tanto que habla- comento irónico, ganándose una mirada de regaño.

Julieta sonrió burlona al ver que Oriel le hacia una mueca de regaño y luego le daba un pequeño golpe en la cabeza. Debía reconocer que nunca pensó que cuando los eligieron a los tres juntos, su química seria perfecta, Oriel era el líder, el que daba las órdenes y cuidaba la disciplina del grupo, Pablo era el bromista mientras se pudiera y el que les recordaba que había momentos para relajarse y otros para mantenerse serios, y ella era la que pensaba de diversas maneras para buscar la mejor solución en los momentos determinados. Bueno, eso era lo que decía Oriel, porque ella no veía aquello.

— ¿Estamos listos?—pregunto Oriel, mirando a sus amigos— Si quieren ir al baño, díganlo ahora— dijo mirando a Pablo

—Hice en casa y no he bebido gaseosa— se defendió, ofendiéndose al escuchar la risa burlona de Julieta—No te rías, solo fue una vez

—Fueron dos— recordó Oriel con una sonrisa

— ¿Y que si fueron dos?—consulto ofendido

—Que nos dejaste en vergüenza—reconoció Julieta—Además este no es un sector donde haya un lago, para poner como excusa que te caíste y mojaste tus pantalones.

Oriel se puso en medio de ambos cuando vio que Pablo endurecía su mirada con la clara intención de vengarse de su compañera, al mismo tiempo que Julieta solo alzaba sus cejas como gesto de provocación.

—Ya basta los dos, tenemos una misión importante, no hay tiempo para discutir entre ustedes, es una misión donde necesitan de nuestra unión— regaño, viendo como sus compañeros se sacaban la lengua entre sí.

Suspiro frustrado cuando vio aquella reacción y prefirió comenzar a explicar la misión para que se centrasen en ella, antes de que terminaran matándose entre los dos. De todos modos, no era una misión fácil y lamentablemente Julieta se llevaría la mayor parte de la carga en esta travesía. Y quería estar allí para poder ayudarla a superar lo que se avecinaba para su vida. Explico la misión, viendo como Julieta se concentraba pero al mismo tiempo en sus ojos revelaban la confusión que sentía en su interior.

Esto iba a ser difícil.





¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora