Capítulo VII

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¡Déjenme salir! ¡Quiero ir a ver a mi familia! ¡Papá, ábreme! ¡Martín, ayúdame! ¡Martin, Martin!

El nombrado abrió la puerta de su cuarto con el máximo cuidado, vio cómo los hombres de su padre estaban protegiendo la entrada de la casa dándole la espalda, escuchaba los gritos de su hermano desde la habitación de al fondo a dos pasillos del suyo, camino con rapidez y cuidado, se sorprendió cuando se pillo de frente con un guardia de su padre, sacó la pistola de su bolsillo y disparó, agradeciéndole al silenciador de que el ruido no haya llamado la atención, lo recostó en la pared viendo como este caía sentado mientras dormía profundo, siguió con cuidado viendo los lugares de la casa totalmente despejado.

Llegó a la habitación sintiendo los golpes que su hermano propinaba a la puerta tratando de echarla abajo mientras seguía gritando enfurecido, sacó la llave del bolsillo de su pantalón y la colocó en la cerradura, abriendo la puerta.

Santiago salió como león cazando a su presa de su habitación, corrió importándole bien poco que los guardias de su padre le pillaran en el camino, dobló en la esquina encontrándose con uno de los guardias, le pego un combo en la mejilla que hizo que el hombre se cayera al suelo, quiso seguir golpeando pero se sorprendió cuando vio que su hermano Martín le apuntaba con el arma y el hombre quedaba dormido.

Siguió corriendo hasta llegar a la entrada principal de su casa, sorprendiéndose al ver que su padre llegaba a casa mientras les entregaba el abrigo a sus guardias. Negó con la cabeza al ver sangre en sus manos. Su familia, no podía, no podía.

Martín intentó llegar a su hermano pero fue detenido por los guardias de su padre quien le retuvieron al igual que a Santiago. Este vio como su padre subía las escaleras con una sonrisa burlona, vio cómo cruzaba con su mirada con la suya.

— ¿Qué hiciste con ellos? ¿Dónde está mi novia y mi hija?—preguntó gritando mientras forcejeaba con los guardias a quienes se les dificultaba sostenerlo.

—Ya no volverán a molestar, ya no tienes otra familia que la de siempre, Martín y yo—comentó sin emoción viendo como su hijo abría sus ojos mientras negaba con la cabeza.

— ¡Mentiroso!—exclamó, soltándose de los guardias y azotando a su padre a la pared.

Sebastián enfrentó su hijo con una sonrisa su mirada era fría y calculadora, la de su hija estaba llena de rabia y angustia, le dio asco. Tomó a su hijo del cuello, tirándolo al suelo de un solo combo. Martin abrió sus ojos asombrado al ver que su hermano se levantaba limpiándole la sangre de la boca, intentó golpear a su padre pero este le volvió a tirar al suelo mientras se posicionaba arriba suyo, sacando el arma y apuntándole al pecho. Se acercó a su oído.

—Tranquilízate, o matare a Martín —le advirtió apuntándole a su hijo quien se asustó al ver el arma.

Santiago dejó de forcejear al ver que su padre se preparaba para dispararle a su hermano mayor, tragó saliva tratando de aguantar el dolor que se adueñaba de su corazón, sus ojos se llenaron de lágrimas, y aguanto la respiración cuando su padre se levantó y le pateó en el estómago.

—Martin, llévalo al Reino del Sol, no lo quiero ver aquí, hasta que se relaje un poco— ordenó, guardando el arma—Espero que no me desilusiones como Nicolás—advirtió viendo como Martín asentía con la cabeza.

—Vete ahora, me daré la molestia de mandarles el equipaje porque me da ascos verles la cara—comentó viendo como Martin bajaba la mirada mientras se mordía los labios.

Martin le observo de reojo entrar en su oficina junto a los dos hombres que protegían su vida, se acercó a su hermano limpiando la sangre que salía de su nariz con sus dedos, lo ayudó a levantarse al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas. Era mejor sacarlo de casa rápido, bajaron la escalera y salieron de allí. Lo subió al asiento del copiloto y se metió en el auto.

—Es mejor salir rápido de aquí, así que mantén la boca cerrada por tu bien— aconsejo Martin comenzando a conducir su auto.

Santiago limpio sus lágrimas mientras sentía ese dolor en el corazón que lo asfixiaba, no iba a aceptar nada hasta verlo con sus propios ojos. Necesitaba verlo antes de irse.

—Llévame a la casa de Catalina—pidió en un susurró que alertó a Martin

—Es mejor que nos vayamos pronto, no te tortures más—comentó Martín sin dejar de ver el camino.

—Cuando Papá mandó a matar a tu novia e hijo yo te obedecí con Nicolás y te llevamos al hospital—susurró apenado mientras apretaba sus manos—Devuélveme el favor.

— ¡Te dije que te la llevaras lejos, que no le hicieras el favor de obedecerla al insistir en quedarse con sus padres!—reclamó adolorido mientras entraba en la carretera en dirección a la casa de su cuñada— ¡Te lo dije para que papá no descubriera que tendrías un hija!

— ¡Solo llévame a su casa!—contestó gritando— ¡Se que es mi culpa no me lo recuerdes!

Martin mordió sus labios y siguió conduciendo, sorprendiéndose al llegar y ver que los bomberos ya tenían controlada la situación. Santiago abrió sus ojos liberando más lágrimas, el ambiente olía a carne quemada, negó con la cabeza, llevo sus manos a la puerta del auto pero se volteo a mirar a Martín cuando escucho que este activaba el seguro.

— ¿Qué haces? Déjame bajar—reclamó desesperado— ¡Martin!

—Papá estuvo aquí, si te ven sospecharan de ti y te encerraran—comentó serio—Y no puedo permitirlo, no aceptare a otro líder del clan que no seas tú—le reclamó mirándolo con enojo.

—No me interesa ser parte de este clan si eso significa perder mi familia—le respondió enojado.

Se quitó el cinturón y trato de abrir la puerta, pero se detuvo al sentir el arma de Martin en su cuello, sintió un piquete y luego un mareo, llevo su mano al cuello mientras se giraba a ver a su hermano, su visión estaba borrosa.

—Martin...no...me...—pronuncio antes de dormirse en el asiento.

Martin le puso el cinturón de seguridad antes de volver a poner en marcha el auto.

Era hora de marcharse de este reino para siempre.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora