Capítulo XXXVII

5 3 0
                                    



Sebastián observo el retrato de él y su esposa, foto sacada aquella mañana, horas antes de que falleciera, se levanto sintiendo un nudo en su garganta y asomo su cabeza por la ventana con sus manos atrás, se sorprendió al ver aparecer en la entrada de su casa el auto de Alfredo, sonrió, ese chiquillo siempre volvía a esta casa por su padre. Lo vio cruzar el umbral y estacionarse en frente de su casa.

Observo con atención como uno de los guardias del frente, se movía de su puesto para ir a abrir la puerta a Alfredo, sus ojos mostraron sorpresa aún cuando su rostro no se inmuto en lo absoluto ¿Qué hacía Martín aquí? Bajo la mirada sintiendo como su presión arterial aumentaba ante la rabia de tener que soportar por unos segundos a aquel muchacho. Sus manos atrás de su espalda se volvieron blancos mientras trataba de calmarse.

Vio como Alfredo bajaba mientras Martín sonreía, sus ojos se concentraron en el collar del cuello, Julieta había estado con ellos. Salió de la oficina a paso rápido, pero se detuvo al ver a los guardias e intento caminar como normalmente lo hacía. Martín borro su sonrisa al verle aparecer.

Sus miradas se enfrentaron por una milésima de segundos, ambos mostraban una frialdad e ignorancia hacia el otro, que provocaba que el ambiente se sintiera pesado. Sebastián fue el primero en perder el contacto y centrarse en el collar que pertenecía a Julieta. Martín se dio cuenta y llevo el collar debajo de su camisa.

— ¿Puedo hablar contigo en privado?—Preguntó Sebastián a Martín

Alfredo abrió sus ojos mirando al nombrado antes de ver como este asentía con la mirada, los vio subir las escaleras y encerrarse en la oficina.

Martín entró en la oficina con una sonrisa, para asegurar así su propia confianza, vio como su padre se volteaba detrás de su escritorio y le miraba con esos ojos fríos que tan nervioso le ponían cuando pequeños. Pero, ahora no le ocasionaba sentimiento o reacción alguna, verlo muerto era lo único que le daba fuerza para estar en aquella oficina.

— ¿Te sientes mejor?—preguntó mirándolo a la cara

—No me puedo quejar, ¿Por qué preguntas?— preguntó seriamente

—Arturo estaba bastante nervioso, no paraba de llamar a Aroa para preguntar por tu salud ¿Te quedaras mucho tiempo?—consulto con incomodidad.

—Solo vine por el almuerzo para calmar a Arturo y me iré, sin provocaciones—dijo con una sonrisa—No debes preocuparte

—Entonces iré al grano — dijo mirándole a los ojos— ¿Dónde está Julieta?

— ¿De qué hablas?—consulto con extrañeza.

—El collar del fénix, pertenece a Julieta ¿Dónde está?—nombro un poco enrabiado, perdiendo la paciencia.

—No lo sé, ella desapareció mucho antes de que yo despertara, Santiago me dijo que había dejado este collar y que no debía sacármelo hasta que desaparezca— mintió mirándole a los ojos viendo como su padre le miraba enojado.

—Ve con Arturo—ordenó con la voz ronca

—Espero verte en el almuerzo Papá— ánimo con una sonrisa

Martín salió de la oficina con una sonrisa, suspirando mentalmente cuando se vio fuera de la boca del lobo, camino hasta el pasillo, apoyando sus brazos en el barandal viendo como Arturo le sonreía desde el primer piso con el entusiasmo reflejado en sus ojos, le gusto verlo y ver al menos en esa casa se alegraba de verlo vivo. Bajo y acepto el abrazo de su tío viendo de reojo como Sebastián se ponía en el mismo lugar que él.

Sebastián se detuvo viendo como al final del pasillo del primer piso aparecía un cachorro blanco con una mancha negra, sus manos temblaron y sus ojos mostraron un miedo único, levanto la mirada, Julieta estaba allí, mirándole con esos ojos azules llenos de rabia hacia su persona. Negó con la cabeza, al reconocer a Shinobu, él no pudo hacer traicionado a su amo para ir con ella.

Martín dejo de abrazar a Arturo al ver a Julieta mirar hacia el segundo piso, se sorprendió al ver la desesperación en los ojos de su padre, frunció el ceño, jamás había visto aquella mirada de resentimiento en Julieta. Volvió la mirada a su padre viendo como este soltaba el barandal y corría a ocultarse a su oficina, repitió la acción de Julieta viendo como esta ya no se encontraba allí.

— ¿Te quedaras a almorzar?—preguntó Arturo a su sobrino

—Emm...No— pronuncio Martín, sorprendiendo a Alfredo—Digo si, solo paseare por el jardín un momento.

—¿Quieres que te acompañe?—preguntó Alfredo un poco incomodo, lo que menos quería era dejar a Martín solo en este lugar

—No, solo daré una vuelta rápida—contesto saliendo de la casa

Observo para ambos lados de la casa, una vez fuera, era la primera vez que veía en ese estado a su padre y quería saber a toda costa porque razón Julieta provocaba aquello en él. Se fue por el lado derecho al ver que el mismo perro blanco se perdía por aquel lado, corrió hacia aquella dirección, lo más rápido que sus piernas se lo permitieron, pero como si de algún truco de

magia se tratara, Julieta y el cachorro habian desaparecido por completo de los alrededores de la casa de su padre. Suspiro, analizando el lugar, buscando alguna pista que le dijera porque lado pudo haberse ido Julieta, pero nada. Giro la cabeza para ambos lados, agudizando su oído, como última esperanza, antes de rendirse y volver a caminar de regreso a la casa.

Saludo con un asentimiento de cabeza a los guardias cuando llego a la puerta principal, levanto la mirada hacia la ventana que daba a la oficina de su padre, viendo como este se encontraba allí como una estatua, observándole en silencio como si de una presa se tratase. Bajo la mirada, era mucho mejor almorzar rápido y volver a la cabaña que le había mencionado Alfredo al comienzo de su viaje, y así lo hizo.

Agradeció mentalmente cuando el chófer le llevo a la cabaña, actuó como Alfredo se lo pidió y tuvo mucho cuidado cuando el chófer lo dejo en el sendero, camino en medio de la oscuridad y sonrió cuando vio el parpadeo de una linterna dentro de la cabaña, señal de que Simón se encontraba en casa esperándole, ya faltaba poco para acabar con este infierno en el que habían caído cuando su madre Lucia falleció.

Su hermano Santiago iba a ser líder del clan, aun cuando tuviera que dar su vida para conseguir aquel objetivo.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora