Capítulo XIX

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Santiago suspiro cuando aterrizaron en el helipuerto a un kilómetro de su casa, no quería llegar a la casa y ver la cara de su padre, camino viendo como Martín se le adelantaba para subirse al auto vio como Alfredo iba a sufrir al auto pero se detenía al escuchar la voz de Simón.

—Alfredo, Aroa pide tu presencia con urgencia—comunicó Alfredo viendo como este se quedaba pálido.

—Ya voy—anunció, volteándose hacia sus primos—Los acompañare hasta aquí por ahora, papá está en casa así que tranquilícense, si están nerviosos se pondrán tensos al llegar a casa, buena suerte—anuncio con una sonrisa.

Santiago lo observo nervioso, suspirando por última vez, sintió la mano de Martin sobre la suya, lo observo viendo como este le sonreía comprensivo, el auto no se demoró más de diez minutos en llegar a su casa, Santiago se relajó cuando vio a su tío Arturo en la entrada, al menos aun no iba a ver a su padre a la cara.

Bajo imitando a su hermano, ambos saludaron a su familiar con un abrazo, camino hacia su casa y entró sintiéndose completamente incómodo, las ganas de salir corriendo no le faltaban, pero debía ser valiente por su hija y su novia, debía enfrentar al asesino de ambas, su tío los llevo al living dejándoles allí, a pesar de que Martín se sentía adolorido se quedó de pie junto a su hermano, ninguno de los dos se sentía cómodo en esa casa.

La ausencia de su padre los hacía sentir inquietos, Martín tomó el arma de su pantalón pensando que a lo mejor era una trampa, pero se tranquilizo al verlo aparecer con una sonrisa que puso en alerta a ambos.

—Me alegra que tengas la inteligencia de tu madre, al menos no fueron unos idiotas al vender la droga—dijo Sebastián con una sonrisa que causó confusión en ambos hermanos—Ahora a comer y luego a descansar hasta mañana.

—Me gustaría volver al Reino del Sol hoy mismo—pidió Martin apresurado al ver que su hermano había dado un paso adelante.

—Se quedarán hasta mañana ya está decidido y sus cuartos están listos—dijo serio mirando a Martín.

—Tengo clientes que me esperan para hoy en la noche—contestó mintiendo mientras miraba a Santiago quien observaba a su padre.

—No llega hasta mañana y no pienso enviársela—contradijo enojado—Ahora acompáñenme a comer y a celebrar el cumpleaños de su madre—comentó sorprendiendo a ambos.

Martín observo el calendario de la mesita de noche, era cierto, hoy era el cumpleaños de su madre Lucía, ¿Por qué no habían recordado esto? Giró su cabeza hacía su hermano viendo cómo miraba la foto de su madre en la mesita de noche, toco su hombro y asintió con la cabeza dándole ánimos. Santiago cerró sus ojos y avanzó hacia el living sintiendo su corazón apretado provocando que le faltara el aire.

Ambos se sentaron en la mesa viendo como el lado derecho donde se sentaba su madre, poseía una foto de ella sonriendo, la comida era la comida favorita de su madre. Martín abrió sus ojos cuando la vio aparecer en la silla con esa sonrisa tan característica de ella, comió sonriendo mientras observaba de reojo a su hermano Santiago.

Su padre no parecía enfadado sino más bien tranquilo, termino de comer y se fue escalera arriba, tanto Martín como Santiago se sorprendieron cuando se dieron cuenta que se había encerrado en su cuarto.

—Ha estado encerrándose en el cuarto por dos días ya— contestó Arturo un poco preocupado—Y no ha soltado la fotografía de Lucía.

—No nos interesa que le ocurre—dijo Santiago con rabia al escuchar la voz de su tío.

— ¡Santiago tranquilízate!—exclamó en un susurró Martín viendo como su hermano suspiraba frustrado.

Santiago dejó el servicio, levantándose de su silla y subiendo las escaleras hasta lo que hace dos meses fue su cuarto desde niño, no soportaba estar un segundo más sentado en esa mesa fingiendo ser parte de una familia feliz, Entró la puerta y la cerró de un portazo que se escuchó en toda la casa, quería dejar en evidencia que no le agradaba su lugar, observo mientras suspiraba el cuarto, camino hacia la cama y se sentó, metió las manos en su chaqueta y retiró la fotografía de su hija y novia.

El dolor en su corazón se instaló nuevamente, deseaba con todas sus fuerzas estar en el Reino del Sol en casa, con Martín y Manuel distrayéndose y riéndose de las locuras de Manuel y la mirada enojada de Martín. Se recostó en la cama mirando al techo, la casa estaba silenciosa como siempre, solo se escuchaba las pisadas de los guardias vigilando el pasillo, se extrañó al no escuchar música en la oficina de su padre ¿Dónde se encontraba su padre? Se levantó con la clara intención de huir de la casa, pero se detuvo en seco al tomar la perilla, si se iba a quién iban a golpear seria a Martín, no podía hacerle eso a su hermano cuando estaba recuperándose de una gripe que lo tuvo tres días completamente adolorido.

Regreso frustrado sintiendo que le faltaba el aire, se sacó la chaqueta y abrió la ventana sintiendo como entraba el aire, entrecerró sus ojos cuando vio que los guardias comenzaban a desaparecer del patio. Tenía una oportunidad única ¿Por qué seguía temiendo huir? Porque él debía velar por los miembros de su clan, todo el clan esperaba que él reaccionara de una vez por todas y dijera que quería ser el líder del clan. Entonces que le impedía creerse esas palabras.

¿Tanto era el miedo que sentía por su padre? ¿Por qué le temía tanto si su padre jamás le había tocado un pelo?

Regreso su cabeza a la puerta de su cuarto, no debía temer por nada. El iba a convertirse en el líder del clan y todo el clan estaba a proteger su vida, no podía temer porque su misión ante su padre era proteger a lo que le quedaba de familia.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora