Capítulo X

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Martin suspiro aliviado al ver que su hermano Santiago dormía tranquilo en su cuarto, cerró la puerta y se fue a lo que sería su nuevo cuarto, se acostó en la cama mirando hacia el techo, pensando en las palabras de Manuel Con ese carácter te quedaras solo, siempre. No había caso de que se sacara esa frase de su cabeza, se sentó en la cama mirando sus manos, estuvo a punto de quedar solo para siempre, primero lo abandonó su hermano Nicolás y por poco Santiago. Acomodo su cabeza nuevamente en la almohada, cerrando sus ojos, frunciendo el ceño, se destapó, no había forma de quitarse las palabras del niño.

Se levantó y fue por un vaso de agua, llegó a la cocina y tomó un vaso para rellenarlo con agua, lo bebió en tres sorbos y dejó el vaso en el lavaplatos, observo por la ventana de la cocina, sorprendiéndose al ver la luces de la casa del niño prendidas, prendió la luz de la cocina viendo como este jugaba a la pelota en el patio. Observo el reloj viendo que era las tres de la mañana.

Salió por la puerta trasera y fue a la reja que separaba ambas casas, viendo como Manuel le miraba asustado al verle aparecer tan de repente.

— ¿Qué haces tan tarde fuera de casa?—preguntó Martín viendo como el niño dejaba la pelota de lado

— No puedo dormir porque mi papá está trabajando— comentó volviendo a patear la pelota.

— ¿Siempre trabaja de noche?—preguntó tratando de sacar conversación.

—A veces cuando se lo piden—contestó repitiendo la acción de patear la pelota.

— ¿Y tu madre?— preguntó curioso, no la había visto en todo el día y siendo sincero le había llamado la atención.

—No tengo, siempre hemos sido papá y yo— contesto mirándolo por primera vez mientras se acercaba a Martín— ¿Tú y tu hermano siempre han sido ustedes dos?

—Se podría decir que si—contesto con una sonrisa—Manuel ¿Por qué me dijiste que por mi carácter me quedaría siempre solo?

—Ah...lamento haberlo dicho, mi papá me dijo que no debía juzgar a la gente por la primera impresión y también por haber preguntado aquello, eso fue muy incómodo —comentó rascándose su cabeza nervioso.

—Entonces perdóname por haberte dicho que te odiaba, eres un niño muy amable y carismático—confesó haciendo sonreír a Manuel— ¿Amigos?

Manuel sonrió estrechando la mano con Martín viendo como este sonreía, se despidió de Martin y regreso a la casa viendo como Martín hacía lo mismo, entro a la cocina viendo como Santiago le miraba asustado y adormilado desde la puerta de su habitación.

— ¿Dónde has estado?—le reclamó asustado mientras le observaba desesperado.

—Tranquilo, estaba con el vecino nuevo que estaba despierto, Santiago ¿Qué sucede?—preguntó acercándose a su hermano.

—No me vuelvas a dejar solo—pidió angustiado mientras observaba asustado la casa.

Martín sonrió y le guió de nuevo a su cuarto y se acostó junto a él para asegurarse que volviera a dormir, Santiago cerró sus ojos sintiendo como su hermano se acostaba a su lado dándole la espalda. Sonrió, pasara lo que pasara su hermano mayor siempre terminaba a su lado.

Santiago volvió a abrir los ojos al sentir el ruido de la tetera desde la cocina, se asustó al no encontrar a su hermano a su lado, pero se relajó al escuchar sus pasos en la cocina preparando el desayuno. Salió hacia la cocina viendo como Martín había acomodado la mesa en el jardín. Le ayudo y ambos se sentaron a desayunar.

Dejó su desayuno de lado al escuchar ruidos en la casa vecina viendo como Manuel salía de la casa con su mochila en la espalda mientras su padre salía detrás cerciorándose de que nada le faltara, escucho la bocina del bus.

—Manuel, toma el autobús hoy de regreso a casa, por si hoy llueve—pidió su padre con una sonrisa mientras veía como Manuel se sentaba en el bus.

Arturo regresó viendo como sus nuevos vecinos estaban desayunando en el jardín trasero, se acercó al límite de su casa viendo como ellos le miraban con una sonrisa.

— ¿Tú debes ser Martin cierto?—preguntó con una sonrisa mientras miraba a su derecha.

—Sí, yo soy Martín — dijo levantándose para ir hacia él.

—Un gusto yo soy Arturo Gamp—dijo extendiendo su mano estrechándola con la del joven—Gracias por ver a Manuel en la noche y mandarle a dormir.

—Am...de nada...Arturo—nombró un poco dudoso—Se que soy nuevo en el vecindario pero ¿Por qué Manuel tiene moretones en los brazos y piernas? ¿Está enfermo?

—No, hace una semana sufrimos un accidente en mi motocicleta y ambos salimos rodando por el piso, yo también tengo moretones en los brazos y piernas— dijo mostrando sus brazos viendo como Martin le miraba preocupado— ¿Puedo pedirte un favor? Hoy me toca trabajar hasta las seis de la tarde en el bar y quería que vigilaras un poquito a Manuel.

—Claro, no habrá problema podremos entretenerlo aquí en casa— dijo con una sonrisa

—Ah, no es necesario que vaya a tu casa, solo échale un vistazo de vez en cuando desde aquí—dijo un poco avergonzado, no quería sentirse un aprovechado.

—No te preocupes, además no nos molestara—dijo con una sonrisa mientras le miraba.

—Está bien, te dejo mi número para que me llames cualquier cosa, si te molesta mucho simplemente envíalo a la casa— comentó entregándole una tarjeta para luego despedirse.

Martín volvió a tomar su desayuno mientras miraba la tarjeta, sacó su celular viendo como le habían enviado algunos mensajes de parte de su primo Alfredo.

—Santiago ¿Me acompañas al centro del Reino del Sol? —preguntó con una sonrisa viendo como su hermano dejaba de mirar al vacío y le ponía atención.

—Pero no debemos llamar la atención ¿Lo recuerdas?—recordó un poco apenado

—Llamaremos más la atención si nos quedamos encerrados aquí—dijo Martín con una sonrisa—Así nos distraemos un poco y nos acostumbramos a este nuevo reino.

Santiago le miro pensativo por unos segundos antes de asentir con la cabeza, animado.

Una distracción le ayudaría a quitar ese dolor de su corazón.



¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora