Capítulo XI

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Manuel se encontraba mirando por la ventana de su salón mientras mordía un lápiz y ponía cero atención a su clase, estaba cansando y su cabeza le dolía horrores, la lluvia caía sobre la ciudad del Reino del Sol y él lo único que deseaba era volver a casa. Guardo su cuaderno al girar su cabeza y ver que solo quedaban cinco minutos. Escucho el timbre que anuncio el final de la jornada y espero a que sus compañeros salieran del salón.

Camino hacia los pasillos viendo como todos los niños de su edad se juntaba en grupos, se detuvo en la parada de los buses viendo como se llenaban, observo el paisaje sintiendo el aire de invierno y la lluvia caer. Puso un paso fuera de la escuela sintiendo como su ropa se mojaba automáticamente, comenzó a caminar ignorando a los autos que pasaban a su lado.

Camino por alrededor de veinte minutos por la lluvia hasta que llegó a su casa, entró en ella, sacándose los zapatos y la ropa mojada para dejarla en la lavador y así en calzoncillos se fue a su cuarto, abrió el armario de su cuarto y se puso un buzo negro y una polera roja, para luego ir a la cocina y sacar algo de comer, pero se sorprendió al escuchar golpes en su puerta.

— ¿Quién es?—preguntó un poco desconfiado

. —Soy yo Martín, tu vecino—respondió Martín viendo como el niño entreabre su puerta y asomaba su cabeza— ¿Estás bien?—preguntó preocupado.

—Sí, voy a comer y luego hacer mis tareas—dijo seguro mientras le miraba.

— ¿Aún no almuerzas? ¿Por qué no vienes a almorzar con nosotros y haces las tareas en nuestra casa?—propuso viendo como el niño le miraba frunciendo su ceño—Si quieres, claro.

—Está bien, me abrigo y hago la mochila con los cuadernos donde tengo tareas y me voy a tu casa—dijo con una sonrisa, siendo imitado por Martín.

Manuel cerró la puerta y fue a arreglar su mochila para luego ponerse sus zapatos y un polerón blanco para salir hacia la casa de su vecino. Al llegar toco la puerta viendo como Martin le sonreía dejándole entrar dejo la mochila en el sillón y vio cómo habían tres asientos en la mesa, se sorprendió al sentarse y comenzar a comer, usualmente comía solito en casa los días de semana.

—Manuel ¿Cuántos años tienes?—preguntó Santiago con una sonrisa.

—Seis años—contestó comenzando a comer el postre mientras veía como Santiago lavaba la losa.

— ¿De qué tienes tarea?—preguntó Martín dejando la mochila del niño sobre la mesa— ¿Puedo abrirla?—pidió viendo como el niño seguía comiéndose el postre y asentía con una sonrisa.

—Es una tarea de Matemática sobre sumas—dijo con una sonrisa

Martin abrió la mochila del niño viendo como esta solo traía un cuaderno dentro con un estuche, abrió el cuaderno viendo como el cuaderno tenía varias materias, se sorprendió al ver que la letra del niño era impecable, solo con mirar el cuaderno supo que era un niño bastante ordenado, sacó su estuche abriéndolo viendo cómo aparecía una foto de una mujer, la tomó para ver de quien se trataba pero Manuel se la quitó ocultándose detrás de su ropa, viéndole desconfiado.

— ¡No la mires, es mi mamá!—reclamó con enojo, sorprendiendo a Martín.

—Lo siento—se disculpó con una sonrisa—Yo también llevo una foto de mi madre—dijo sacando su billetera, mostrando una foto de su madre.

Manuel la observo curioso viendo a una mujer de pelo castaño y ojos azules, junto a un niño de pelo castaño y ojos marrones, ambos estaban sonriendo. Manuel saco la foto de su estómago y tuvo la intención de mostrarle a su madre, pero se detuvo al escuchar el timbre de la casa volviendo a ocultarla entre su ropa.

— ¿Quién es?—preguntó Santiago desconfiado.

—Ayuda a Manuel con la tarea, yo me haré cargo de seguro es Tío Arturo con lo acostumbrado—dijo con una sonrisa.

Martin abrió la puerta encontrándose con su tío viendo como este le sonreía aliviado al verlo vivo, se saludaron con un abrazo para luego dirigirse al auto que estaba estacionado al frente de la casa, Arturo abrió la cajuela dejando ver dos maletas.

— ¿A cuánto podemos venderla aquí? —preguntó Martín interesado.

—El Kilo a 100 monedas del Reino Sol, tu ve a cuantos vendes una menor cantidad—dijo con orgullo sacando ambas maletas—Emilio hacía el trato con Arturo Gamp para venderla en el bar sin ser descubierto, Arturo pagaba la cárcel si le pillaban a cambio de un doble pago, así que si le ves dile que le necesitamos nuevamente.

— ¿Arturo Gamp?—nombró preocupado al darse cuenta que era el padre de Manuel— ¿Es drogadicto?—consulto sorprendido.

—No, solo es un padre que intenta educar a su hijo de la mejor manera—dijo Arturo ante la duda de su sobrino—Emilio siempre ha buscado gente que realmente sea inteligente y luche por una razón justa, por ello hizo el trato con Arturo.

—Comprendo—dijo aliviado con una sonrisa.

—Su padre aún está muy enfadado con Santiago así que traten de no llamar la atención ¿sí?—pidió Arturo preocupado—Confió en ustedes

—No se preocupe por ello— contestó con una sonrisa.

Martín entró con ambas maletas y la ocultó en la puerta que estaba en la cocina, viendo como Manuel le miraba mientras hacía su tarea con ayuda de Santiago. Terminó su tarea al mismo tiempo que su padre Arturo tocaba el timbre.

Este entró en la casa con una sonrisa y llegó donde Manuel besando su mejilla, siendo correspondido por un abrazo del menor.

— ¿Podemos hablar?—preguntó con una sonrisa viendo como Arturo asentía—Santiago puedes llevar a jugar a Manuel.

—No es necesario, Manuel sabe lo que vendo—confesó Arturo viendo como su hijo asentía con una sonrisa—Con mi hijo yo no tengo secretos.

—Entonces seré directo, quiero restablecer el trato de Emilio Fisher, te pagaré la misma cantidad y el doble si te meten preso—ofreció viendo como Arturo le miraba asintiendo la cabeza.

—Entonces te pediré lo mismo que a Emilio, Manuel tiene prohibido tocar un orfanato, si la policía viene a mi casa, Manuel está muerto—dijo serio viendo como el niño le miraba preocupado.

—Es un trato—dijo asintiendo con la cabeza.

Santiago observo como el niño era tomado en brazos por su padre, para luego acomodarse la mochila del niño y despedirse con una sonrisa. Santiago vio como Martín quedaba con su mirada vacía en la puerta,

— ¿Martin?—preguntó extrañado.

—Me pregunte si es que Moad estuviera vivo ¿Tendríamos una relación tan cariñosa como la de Arturo y Manuel?— dijo con una mirada triste mirando a Santiago.

El menor le miro sorprendido, era la primera vez que su hermano hablaba de su hijo con él.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora