Capítulo VIII

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Santiago despertó sintiendo como el auto se balanceaba de un lado a otro, el olor a café inundó sus fosas nasales, los recuerdos de la pelea de su padre anoche y la casa de Catalina se hicieron presentes provocando que abriera sus ojos con lágrimas corriendo por sus mejillas, llevo sus manos al pecho sintiendo como su corazón se llenaba de dolor, trató de respirar pero el aire se le iba de sus pulmones, gritó tratando de sacar ese nudo que se formó en su garganta.

Enfoco su vista en la mano de Martín y luego en la foto que tenía en ellas, su niña estaba sonriendo junto a su novia, la tomó llevándola al pecho comenzando a llorar desconsoladamente. Sintió el abrazo de Martín y oculto su cabeza en el hombro de su hermano mientras lo empapaba en lágrimas, escuchó el llanto de Martín en su oreja.

—Se que duele Santiago, pero se aprende a vivir con él—susurró abrazando a su hermano con fuerza.

— ¡Me quiero morir!—exclamó correspondiendo el abrazo—Mi hija Martín....mi bebé...—murmuró volviendo a sollozar—lo siento tanto.

—Vamos, no digas eso, no te puedes dejar llevar por la pena, a Catalina no le hubiera gustado eso—contestó mirando a su hermano mientras este le miraba llorando.

—Debí haber obedecido a ti y a Nicolás cuando Catalina estaba embarazada—comentó volviendo a ocultar la cabeza en el hombro de su hermano—Martín... perdón...—pidió angustiado.

— ¿Por qué me pides perdón? ¿A qué viene eso? —cuestiono abrazando a su hermano

—No supe cómo te sentías en ese momento y solo te critique, ahora entiendo porque no querías salir a ningún lado—dijo separándose de su hermano para limpiar sus lágrimas— Perdóname.

—Venga, olvida eso, ya es pasado—dijo con una sonrisa mientras limpiaba sus lágrimas—Ahora debes comer para mantener tus fuerzas —ordenó con una sonrisa.

Martín salió del auto y fue a abrir la puerta del copiloto para que su hermano saliera, lo vio mirar la foto de su familia y guardarla en el bolsillo de adentro de su abrigo y bajar con una sonrisa que mostraba el dolor que le había dejado sin corazón.

Santiago se quedó sentado en una parte del barco mientras Martín iba por algo de comer, observo el mar y a los delfines que nadaban a su lado, se sorprendió cuando sintió que alguien olía su pantalón y luego se levantaba en dos patas para mirarle con el hocico abierto mientras sacaba la lengua.

Acercó su mano acariciando la cabeza del animal, quien como respuesta le lamió la mano con cariño, Santiago sonrió en respuesta,

—Akom, no molestes al hombre—pronunció el capitán del barco, ganándose la atención de Santiago.

—No te preocupes, no me está molestando—contestó con una sonrisa—Así que te llamas Akom verdad amigo—comentó tomando el collar del animal viendo el nombre y al voltearlo ver el nombre del propietario Ian Flint

—Es un perro que siempre se sube en el Reino de la Tierra y no se baja hasta llegar allí nuevamente—comentó el capitán al llegar a Santiago—Busqué al dueño pero para colmo al perro no lo conoce nadie.

—Entonces eres un perrito misterioso—comentó ganándose un ladrido del perro quien movió la cola.

Santiago le sonrió al animal cuando volvió a lamer sus manos, por unos minutos ese dolor de su corazón se esfumó, lo vio volver al timón junto al capitán y se echaba al costado del timón para bostezar y volver a dormirse. Se lavó las manos con el agua de mar cuando su hermano llegó con el desayuno. No quería comer nada la verdad, pero aún así hizo todo lo posible por tomarse el café.

En todo momento se dedicó a observar cómo el animal primero dormía hecho una bola para luego estirar sus patas y finalmente dormir de espaldas con las patas levantadas, lo admiraba y envidiaba, él no tenía nauseas y mareos. En cambio, él no paraba de vomitar hacía el mar. Odiaba los barcos, si es que llegaba a ser líder del clan eliminaría este medio de transporte y solo utilizaría el helicóptero para viajar de un reino al otro.

Observo a Martín con odio cuando lo vio leyendo un diario, de lo más tranquilo mientras él no paraba de vomitar, estaba segura que si hubiera alcanzado a rescatar a Catalina ella se estaría riendo de él. Observo el mar recordando su voz.

¿Estás seguro que quieres vivir aquí? Sebastián se podría enfadar.

Hace bastante tiempo que me da lo mismo lo que piense ese caballero, mi familia son ustedes ahora.

¿Y qué pasará con Martín? ¿Abandonarás a tu hermano a su suerte?

Martin sabrá entender.

Observo el mar con nostalgia, mataría a cualquiera con tal de tener a su familia nuevamente a su lado, giró su cabeza hacia Martín sintiéndose culpable al recordar que estuvo a punto de abandonarlo a su suerte, era un malagradecido, no importaba la situación en la que estuviera Martin siempre estaba a su lado, protegiéndole y acompañándole.

Si le hubiera hecho caso de llevarse a Catalina a la casa que él tenía para su novia e hijo, ellas estarían vivas y Martín es muy probable que estuviera con ellos, pero no, había obedecido a Catalina y a sus padres que no querían abandonar su casa.

—El Reino del Sol está a la vista—pronunció el capitán.

Santiago levantó la mirada viendo el Reino del Sol, su nuevo hogar. Se sorprendió al ver que el animal volvía a levantarse en dos patas ladrando fuerte, todos se sorprendieron cuando escucharon de vuelta el nombre del perro.

— ¡Akom, ya es hora de irnos a casa!

Todos se acercaron a la baranda del barco viendo a un niño de unos siete años alzar la mano mientras el perro seguía ladrando, lo vieron saltar y nadar hasta el muelle para ser ayudado por el niño mientras este le abrazaba entusiasmado.

—Parece que encontró al amo— dijo con una sonrisa Martín.

—Sí, luego de unos seis meses—contestó el capitán—Lo extrañare.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora