Capítulo XXI

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Aroa observo primeramente con una sonrisa al ver que Esteban y Gabriel jugaban en el patio de la casa pateando la pelota, regresó su vista al sendero con impaciencia Julieta debería estar aquí ya con Samantha ¿Por qué estaba demorando tanto? Para colmo ¿Alfredo aún no llegaba y los niños no dejaban de preguntar por su padre? Giró su cabeza volteando su cuerpo hacía la casa al sentir una brisa, sonriendo aliviada al ver a Julieta aparecer mientras ocultaba sus alas y aparecía con una niña de un año tomaba de la mano.

Samantha observo a Julieta por un momento antes de verse alzada por Aroa mientras era abrazada sintiéndose incómoda al ver que la mujer le apretaba para luego de unos minutos dejarla en el suelo, acción que la pequeña aprovechó para ocultarse detrás de Julieta.

— ¿Por qué demoraste tanto?—exclamó Aroa un poco impaciente

—Tuve problemas qué hacer y tuve que llamar a Abby para que se hiciera cargo de Samantha un rato— contestó viendo como la pequeña observaba desconfiada a Aroa.

— ¿Dejaste que otro ángel cuidara de Sam?—volvió a preguntar un poco insatisfecha.

—Abby no es cualquier ángel, confió en ella mejor que en Mirko—comentó ofendida al ver que Aroa se mostraba impaciente, si no hubiera sido por ella, la niña no estaría viva.

—Tuto...tuto—repitió Sam, tirando de la ropa de Julieta haciendo que ambas le miraran provocando que se ocultara de Aroa—Nooo...—murmuró pidiendo los brazos de Julieta.

Esta la tomo en brazo sintiendo como Samantha ocultaba su cabeza en su hombro, Aroa vio como la niña ocultaba su rostro en el cuello de Julieta cuando esta se volteo para observar a los niños jugar, sonrió al reconocer a Esteban, este al verla corrió a su lado y le abrazo.

—Julieta ¿Cómo me encontraste?—pidió con una sonrisa, sorprendiendo a Aroa.

—A través de Sam, estas muy grande ¿Cuántos tienes ahora?—preguntó viendo como el niño se reía.

—Ya tengo siete años, los mismo que tú, ¿Ya podemos ser novios?—preguntó haciendo sonreír a Julieta.

Julieta negó con la cabeza viendo cómo el niño le miraba con una sonrisa, ella ya no tenía el aspecto de una niña de siete años, tenía el de nueve años y aunque pudiera ser novia de ese niño lo separaban 8.999 mil años de diferencia. Por lo que solo lo consoló con una sonrisa y acariciando sus cabellos.

—Yo tengo nueve años—mintió con una sonrisa —Además ya tengo un novio—contestó refiriéndose a Sebastián.

— ¿Cuándo dejarás de crecer para que podamos ser novio?—preguntó con un puchero

—Un día entenderás porque no podemos ser novios, así que sigamos siendo amigos, yo prometo protegerte —dijo con sinceridad.

Aroa observo curiosa la conversación mientras miraba a los niños, Julieta a veces podía ser tan confusa como su madre al hablar y eso le frustraba un poco. Giró su cabeza al escuchar el helicóptero, vio como Alfredo saltaba en una cuerda mientras Simón seguía directo hasta el helipuerto que estaba a un kilómetro.

Esteban corrió al ver a su padre y este correspondió el abrazo de su hijo, aliviándose al ver que había llegado a salvo, al llegar tomó en brazos a su hijo Gabriel quien al verlo gritó y se dejó abrazar por él. Beso su mejilla, sintiendo como su hijo se quejaba de tanto cariño.

— ¿Te quedarás a cenar?—preguntó Aroa viendo a Alfredo.

—No, quiero volver lo antes posible Santiago y Martín no se sienten cómodos con su padre, ¿Podemos hablar en privado en la oficina?—preguntó al ver a tanto niño a su alrededor.

—Sígueme—ordenó Aroa—Julieta vigila por favor, prometo terminar antes de una hora para no retrasarte—dijo con una sonrisa

—Eso espero—susurró viendo como Alfredo y Aroa desaparecían.

Aroa guió a Alfredo hasta la oficina, cerró la puerta con llave y observo a su nieto viendo como este suspiraba nervioso antes de mirarle convencido.

—Martín me ha pedido ayuda para acudir a usted para encontrar a su hijo y sobrina—dijo Alfredo convencido—Quiero ayudarlo ¿Qué dice usted?

—Yo se que Samantha está viva, pero no se que pudo haber pasado con Moad—comentó Aroa curiosa

—Fue a mi quien acudió Sebastián para matar a la novia de Martín y a su hijo—confesó Alfredo sorprendiendo a Aroa—No me atreví a matar a ninguno, saque a Moad cuando Pía falleció en el hospital por septicemia, deje al niño con un viejo amigo que me salvó la vida—dijo serio—Puedo ir por él y traerlo con su padre, pero para ello quiero asegurar que Santiago será el líder del clan.

—Yo puedo hacer ese pequeño trabajo, se cómo llegar a Nicolás, Dame dos días para comunicarme con él y comenzar todo a escondidas de Sebastián — informó Aroa con seriedad.

—Entonces espero su respuesta antes de hacer lo que Martín me pidió— dijo serio.

—Prepárate para confesarle aquello a Martin, no creo que te lo perdone —murmuró con resignación.

—No me interesa, si Martín vuelve a ser feliz con su hijo, no me importa—confesó con una sonrisa.

Aroa sonrió Alfredo era como su hijo Arturo, siempre hacía lo que era mejor para el resto antes de pensar en sí mismo. Ambos salieron de la oficina hacía el jardín, Aroa observo curiosa a Julieta al ver que estaba sentada en el pasto mientras tenía la cabeza de Samantha apoyada en su pierna, viendo como la menor descansaba al mismo tiempo que vigilaba a Esteban y Gabriel.

Alfredo se despidió de sus hijos con un fuerte abrazo, ignorando un poco a su hijo Esteban al escucharlo llorar, si le hacía caso, se quedaría a su lado siempre y llamaría la atención de Sebastián y sus primos, suspiro al subirse al auto que Simón conducía viendo como su primogénito era abrazado por su abuela mientras Gabriel lloraba abrazando a su hermano. Prefirió no mirarlos atrás y ver el paisaje, sabía que iba a volver a verlos, pero necesitaba solucionar sus problemas primero.

Definitivamente no había día en que no odiara estar en esta situación.   

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora