Capítulo II

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Seis meses angelicales habían pasado desde que Julieta despertó, seis meses en los cuales no hubiera día que no pensara en su esposo y en sus hijos, seis meses donde veía que la familia humana que tanto le costó construir se caía a pedazos, meses en los que se tuvo que acostumbrar nuevamente a esa mirada llena de odio hacia su persona y seis meses en los cuales en el fondo de su corazón solo quería volver a ser Lucía Black.

Y como hace seis meses ocurría se detenía en las fronteras del cementerio a observar el árbol de la vida que la llamaba a entrar en él y dejar registro de lo que realmente deseaba su corazón, no importaba cuantas veces se digiera mentalmente que debía ser valiente y subir, siempre se quedaba en el mausoleo de la familia Doga haciéndole compañía al perro negro que representaba a la familia.

—Ju... ¡Ju!— nombró Ana al verla parada al lado del animal—Cariño, vamos, llegaremos tarde al médico—recordó viendo como Julieta no despegaba la mirada del árbol.

Observo por última vez con sus ojos azules aquel árbol antes de voltearse y correr hacía Ana, se detuvo en seco y volteo a verlo, ignorando que Ana le miraba extraño. Sabía que debía irse pero aquel árbol solo le llamaba a entrar, escuchaba su voz en la brisa del viento y veía su invitación con cada hoja que caía a su lado. Su corazón latía ansioso a pesar de estar tranquilo, no necesitaba del árbol para saber que lo que dentro de él le esperaba esa familia que tanto amo.

Volteó su mirada encontrándose con los ojos azules de Ana, quien le miraba con una sonrisa que solo le transmitió seguridad, centró su vista en la mano de ella tomando la suya, ella transmitía una calidez única que a ella le asustaba. Se alejaron del lugar sin que Julieta despegara en ningún momento la vista del árbol, solo lo hizo cuando este ya no estaba a su alcance.

— ¿Por qué te llama la atención ese árbol?— consultó Ana una vez llegaron al camino que las dirigía al hospital.

—Porque habla...—comentó con una sonrisa tranquila—comunica e invita—susurró lo último para sí misma.

Ana solo negó con la cabeza y siguió su camino junto a Julieta. Ella estaba preocupada por su sobrina, a pesar de que la condición de Julieta era normal para volver a las misiones, aún le preocupaba el hecho que Julieta tuviera pesadillas, desde que había llegado a casa no había día en el que Julieta no congelara la habitación mientras dormía. Oswin había optado por dejar el cuarto de Julieta al lado del suyo y al frente del de Mirko para estar atento a que Julieta no despertara afiebrada debido al frío.

Aunque siendo sincera le preocupaba más el hecho de que Julieta no recordara lo que soñaba, se lo habían comentado a Enzo y es por aquella razón que los había citado a su consulta. Llegaron y tomaron el ascensor hasta el quinto piso, observo como Julieta se observaba curiosa en él como tantas veces lo hacía en casa cuando se encontraba con algo que le dejaba ver su aspecto.

—Enzo—llamó Ana al verlo en la parte de información, viendo como este le miraba con una sonrisa para después agacharse a la altura de Julieta quien le miró frunciendo el ceño.

—Hola Julieta ¿Cómo amaneciste? — preguntó viendo como la menor miraba a Ana como pidiéndole permiso viendo como la mayor asentía.

—Congele el cuarto de nuevo—confesó con una sonrisa traviesa —Tío Oswin resbaló escalera abajo y se pego con el mueble de la televisión, fue muy divertido— comentó divertida

— ¿Observaste bien la caída para que me la muestres luego?— preguntó siguiéndole el juego viendo como Ana rodaba sus ojos divertida y Julieta asentía con una sonrisa nerviosa.

— ¿El examen que me van a hacer va a ser que me duela la cabeza?—preguntó un poco asustada

—No, Trinidad te pondrá una mascarilla que te dormirá en segundos y luego te meteremos en el escáner y cuando despiertes no tendrás dolor— comentó acariciando sus cabellos—Eres tan hermosa como tu madre— confesó abrazándola

—No, yo soy más bonita— contestó divertida viendo como Enzo la alzaba en sus brazos para llevarla con Trinidad.

Vio como Ana les seguía con una sonrisa mientras caminaban en el pasillo que reemplazaba su silencio con la voz divertida de Julieta al contar los accidentes que había tenido su tío aquella semana. Al llegar a la sala donde los esperaba Trinidad, Julieta se vio recostada en la cama mientras le ponían la mascarilla, se durmió asustada a pesar de sentir la calidez de Ana en su mano esperando que se durmiera.

Trinidad encerró a Julieta en un campo de fuerza viendo como la pantalla del escáner rápidamente le mostraba los signos vitales de Julieta al mismo tiempo que las partes del cerebro que estaban interactuando. Todo fue normal durante una hora, el subconsciente se mostraba normal, pero pasando esa hora comenzo a mostrar una participación alarmarte.

A pesar de que Julieta seguía durmiendo su mano comenzo a brillar por sí sola congelando primeramente el escáner rompiendo el cambio de fuerza que activó la alarma de la sala. Trinidad abrió la puerta de monitoreo solo por precaución viendo como el hielo continuaba su camino por el pasillo. Se acercó a ella viendo como movía la boca, acerco su oído a ella para escuchar mejor.

Repetir....debe...no.

Trinidad la observo confusa por unos minutos antes de poner su mano en la mano de Julieta viendo como está dejaba de brillar y el escáner y pasillo volvían a su normalidad, puso la mano de Julieta en su pecho al ver que la temperatura de la menor disminuía. Sonrió, puso su mano en la espalda de Julieta viendo como se dejaban ver unas alas blancas que desaparecieron a los pocos minutos.

Julieta no estaba teniendo pesadillas, estaba sacando sus alas, parece que ya había alcanzado la juventud en su plenitud.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora