Capitulo XXXII

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Martín abrió sus ojos sintiéndolos pesados, su cuerpo le dolía horrores, el solo hecho de respirar le provocaba deseos de volver a dormirse, apoyó sus manos en el colchón de la cama, reflejando una mueca de dolor que descubrió Santiago al entrar al cuarto.

— ¡Martín!—llamó preocupado—Gracias a Dios, estás despierto—hablo, abrazando a su hermano, quien emitió un pequeño quejido.

— ¿Santiago?—nombró dudoso, reconoció su voz, pero al mirarlo no supo recordar su cara—¿Qué pasó?

—Debes estar tranquilo— murmuró aliviado—Tuviste un desmayo, has estado durmiendo al menos una semana—comunicó viendo a su hermano.

— ¿Una semana?—dijo confuso, su pecho le dolía al igual que su cuerpo.

Santiago observó preocupado el aspecto de su hermano, estaba pálido y cansado, sus ojos solo reflejaban la confusión que sentía. Le ayudo a recostarse nuevamente en la cama, viendo cómo los ojos de Martín le miraban perdidos.

— ¿Martín...me reconoces?—preguntó asustado.

—Reconozco solo tú voz— dijo con una sonrisa— ¿Seguimos en el Reino del Sol?

—No, estamos en el Reino Lunar en la casa de la abuela Aroa, están Simón, Esteban, Gabriel, Samantha y Manuel—nombró asustado.

— ¿Quiénes son ellos?—consulto mirando a su hermano.

Santiago le miró asustado al escuchar la pregunta, sus ojos se llenaron de lágrimas las cuales le traicionaron. Si tan solo hubiera llevado a Martín al médico antes de que este se desmayara.

Martín volteo su mirada hacia la puerta viendo a una niña de unos nueve años apoyadas en la puerta, la vio avanzar hacia él, ignorando que Santiago le miraba preocupado mientras intentaba limpiar esas lágrimas que le habían traicionado.

Julieta se acercó y bajó la mirada atenta de Santiago, puso su mano en la frente del chico para dejarla brillar y quitar toda esa neblina que Martín sentía. La mente de su hijo mayor estaba confusa, debido al dolor, pero sonrió al entender que Martín está recordando las caras de las personas que habían pasado por su vida.

—Santiago ¿Dónde está Manuel?— preguntó al recordar la cara angustiada del menor en el reino del Sol—Quiero verlo—susurró incorporándose en la cama haciendo una clara mueca de dolor.

—No te muevas, aún no te has recuperado bien, estarás así al menos una semana más—aviso Julieta preocupada, aliviada al ver que la aceleración de las células de Martín había recobrado su ritmo normal y su hijo estaría bien.

— ¡Estoy bien! Puedo moverme no necesito una semana—exclamó adolorido mirando a la niña—Mi hijo está en peligro afuera, no puedo esperar una semana.

— ¡Martín no seas terco! Estuviste a punto de morir, necesitas recuperarte— dijo con frustración―Recuéstate, veré si Manuel no está durmiendo.

Martín se acomodo en la cama sintiéndose adolorido, su cuerpo se sentía pesado. Vio a Julieta acercarse a él nuevamente para poner las manos sobre su pecho aliviando el dolor unos segundos, que poco a poco, se convirtieron en minutos que le trajeron alivio, vio como dejaba en su cuello un collar de un fénix blanco.

―Podrás moverte con este collar y recuperarte en una semana― aviso Julieta viendo como Martín se sentaba en la cama sin dolor alguno―No te lo saques, es vital que no te lo quites una semana.

―No te preocupes, no lo haré― susurró con una sonrisa alegre.

―Volveré en una semana para ver tu condición y si debes seguir con aquel collar― dijo con una sonrisa antes de desaparecer

Martín se levantó de la cama aliviado al no sentir dolor, quiso salir de su cuarto pero se sorprendió al ver entrar a Alfredo con decisión, le miró extrañado sus ojos estaban brillosos y mostraban vergüenza. Una mala noticia le traía.

― ¿Qué sucede?―consulto sin entender nada ―No te quedes callado

―Vamos a comenzar a idear un plan para derrotar a Sebastián, pero antes de hacerlo me pidieron ser sincero contigo― dijo Alfredo cerrando la puerta

― ¿Sincero?―dijo dudoso

―Iré directo al grano Martín porque lo que hice no tiene perdón― dijo viendo la mirada confusa de su primo―La noche en que tu esposa e hijo fallecieron, solo lo hizo tu esposa― dijo evitando la mirada de su primo ―El que estaba a cargo de hacer esa petición, era yo―nombro Alfredo mirando a su primo a la cara.

Martín cambió su expresión dudoso, negando con la cabeza, se levantó viendo la mirada arrepentida de Alfredo, sintió rabia en ese instante , le había visto la cara por cinco años, se había burlado de su sufrimiento.

― ¿Dónde está?―preguntó con rabia, viendo como Alfredo le miraba apenado

―Lo deje en el Reino del Sol, bajo el cuidado de Arturo Gamp, Moad es Manuel― dijo sorprendiendo a Martín―Moad no está afuera, está encerrado en la habitación de al fondo― comunicó Alfredo.

Martín le miro serio, se acercó y lo golpeó con un combo en la mejilla, viendo como Alfredo se dejaba y se quedaba allí, evitándole la mirada. Lo tomó del cuello de su camisa para enfrentarse a su mirada, vio en sus ojos el arrepentimiento.

― ¿Te gusto matar a mi esposa?―consultó viendo como Alfredo le negaba con la cabeza.

―Tu esposa no fue asesinada, la autopsia no miente, estaba asustado, quería llevarme a ambos, pero ella falleció antes Martín, tu padre me pisaba los talones para asegurarse que hubiera matado a tu familia, por ello envíe a Moad con Arturo, quien le iba a prestar atención al hijo de un hombre que no tenía importancia, era la mejor protección que podía darle― explico siendo botando al suelo

― ¿Si no tenía importancia porque trabajaba para nuestra familia?―preguntó enrabiado

―Fue idea de Emilio, si trabajaba para nosotros vigilamos a Moad y así nos aseguramos que tu padre no le pusiera una mano encima―contestó mirando a Martín.

―Esto no te lo voy a perdonar nunca―sentenció Martín viendo a Alfredo―Solo aguantaré verte la cara para ayudar a Santiago a ser el líder del clan― dijo serio mientras le miraba con rabia.

Alfredo asintió con la mirada al entender que esa amistad había llegado a su fin.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora