Capitulo XXXIII

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Julieta se encontraba observando el lago del clan Cygnus, podía sentir la angustia de Martín y el dolor de Alfredo ante esa amistad que había llegado a su fin, de la peor manera posible.

Agradecía haber dejado de ser Lucía Black para no ver cómo Sebastián se encargaba de destruir todos sus esfuerzos, giró su cabeza al escuchar pasos viendo a Pablo acercarse con una sonrisa traviesa.

—Oriel dice que nos espera en su casa— comunicó con una sonrisa que llamó la atención de Julieta.

—¿Por qué estás contento?—consulto curiosa—No le veo lo bueno a ir a la casa de Oriel.

—Papá, dice que nos entregarán a un compañero fiel para nuestras batallas cuerpo a cuerpo—comentó abrazando a Julieta, tendremos nuestro propio fénix.

—Yo ya tengo a Ham—dijo Julieta viendo cómo Pablo le miraba con sorpresa— No necesito otro fénix blanco.

—Pero necesitas un compañero fiel—dijo Pablo con una sonrisa.

Julieta se dejó empujar por Pablo a la casa de Oriel, no sentía ánimo alguno de verle la cara a ese chico, ni mucho menos al padre, siendo sincera. Llegó a la casa viendo cómo las rejas se abrían por si solas, invitándolos a entrar.

Julieta....

Se detuvo en seco al escuchar su nombre, observó la fuente de agua donde Oriel se encontraba esperándolos, lo siguió hasta el jardín de atrás viendo a su padre acomodar en una mesas las espadas, les ordenó sentarse en el pasto y ellos obedecieron en silencio.

—Hay una misión importante que marcará un antes y un después, y ustedes son los indicados para hacerla, porque involucra a la familia humana de Julieta—comunicó el padre de Oriel sorprendiendo a Pablo y su hijo, pero no a Julieta—Para esta misión necesitarán armas espirituales que les ayudarán a no cometer el error de quitar una vida, son armas que le juraran fidelidad hasta el día que ustedes decidan entregárselas a sus hijos.

Julieta Cygnus...

Julieta observó la mesa, estaba segura que aquella voz venía de una de aquellas armas que se encontraba depositada allí, se concentró en la espada, observando de reojo como el padre de Oriel movía la boca mientras explicaba algo.

—Julieta ¿Te parece ser la primera?—preguntó el padre de Oriel, viendo cómo Julieta asentía con la cabeza aún distraída—Ven acá.

Julieta obedeció y se acercó viendo cómo la espada brillaba al ver su reflejo en la hoja, se sorprendió al ver un lago y a un chico parado en medio de este.

—No te asustes, a veces la espada nos revela su pasado o su futuro—comentó el padre de Oriel con una sonrisa—Julieta, este es Shinobu, tu compañero fiel, su fuerza dependerá de las emociones de tu corazón, entre más fuerte sean más daño hará.

Julieta tomó la espada en su mano sintiendo como la esencia de ella se apoderaba de su torrente sanguíneo.

Julieta Cygnus...será...un...honor...

Hizo brillar su mano derecha convirtiendo la espada en un cachorro de un mes, tenía una pequeña mancha negra en su cabeza y sus ojos eran tan azules como los de Julieta, se encontraron y volvió a ver el lago junto al castillo.

—¿Que me muestras?—pregunto en la mente del cachorro, pero grave fue aquel error.

La mente del cachorro estaba llena de gritos aterradores, pasillos oscuros y desconfianza mezclada con ira..

—Un fragmento— murmuró él cachorro

Esta vez fue el pequeño quien se sorprendió, la mente de Julieta contenía dolor pero al mismo tiempo poseía paz y tranquilidad, una que él no había disfrutado desde que el padre de ella le había dañado.

El padre de Oriel observó a Julieta unos minutos antes de volver con Pablo y su hijo para enseñarles sus armas, giró su cabeza al sentir una presencia maligna en su casa, pero solo encontró a Julieta acariciando al cachorro con una sonrisa alegre.

Julieta regreso a casa con su espada aún convertida en un cachorro, el animal era bastante travieso, corría a espantar a los pájaros, arrancándole de vez en cuando las plumas de la cola, a veces regresaba a morder sus zapatos y cuando un animal corría hacia él, se asustaba y volvía a los brazos de Julieta y de allí gruñía.

Al llegar a casa puso su mano sobre la cabeza de Shinobu viendo como se transformaba en una espada nuevamente, la guardó a su costado derecho y entró en la casa abrió la puerta viendo como su hermano Mirko se encontraba en la entrada poniéndose sus zapatos.

―¡Juli!―nombró Mirko con sus ojos brillosos, sorprendiendo a Julieta quien le miró asustada―Ana está dentro para que comas algo.

―No quiero comer, solo dormir, estoy cansada― hizo saber sorprendiendo a Mirko

―¿Muy cansada? ¿Como si sintieras que te falta poder?―consulto preocupado

―Cansada como si no quisiera seguir pensando― contestó dejando a su hermano en el pasillo.

Julieta avanzó hasta su cuarto y dejó la espada en la entrada de su cuarto, ignorando que Shinobu volvía a su forma de cachorro una vez se aseguró que Julieta dormía en su cama, sus ojos se volvieron rojos por un momento, ansiosos por su nueva presa.

¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora