Capítulo XXVIII

19 4 3
                                    



Emilio soltó la mano de su esposo sintiendo el viento que producía la hélice del helicóptero revolver su cabello, le miro a los ojos viendo su preocupación en ellos, sabía que visitar a Sebastián no era una excelente idea, que se metería en la boca del lobo, pero necesitaba que Alfredo y Arturo estuvieran al día sobre la condición de Martín. Se volteo para ir al helicóptero pero se sorprendió cuando su pareja le tomó del saco.

—Comunícaselos por carta—pidió en un murmullo mientras observaba el suelo angustiado.

—Si hay carta dejó evidencia, Simón, necesito ir y traspasar la información boca a boca—dijo abrazando a su pareja, sintiendo como este ocultaba su cabeza en su hombro—Voy a volver, prometo avisarte cuando llegue a casa de Nicolás—prometió con una sonrisa mientras acariciaba su mejilla.

Simón se aferró a su pareja sintiendo como este tomaba sus manos y las acariciaba para luego dejar un pequeño beso en su frente.

—Por favor—suplico Simón angustiado

—Volveré en dos días—murmuró yendo hacía el helicóptero.

Simón se quedó allí parado siendo retenido por Santiago quien le tomó del hombro, vio angustiado como su pareja se subía al helicóptero y le miraba mientras despejaba, observo sus manos, cerrando sus ojos, no quería que Emilio volviera con Sebastián ese hombre estaba loco.

—Porque no mejor vas a ver a Julieta —dijo Santiago con una sonrisa —No te preocupes, Emilio sabe salir de todos los problemas en los cuales se entromete.

—Lo sé, pero Sebastián es impredecible — confesó asustado—Iré con Julieta a ayudarla si necesita de mi ayuda.

Santiago le observo caminar escalera arriba hasta la habitación de Martín, suspiro para caminar hasta el sótano, detrás de esa puerta se encontraba su hija con Aroa, su bebé que por dos meses creyó muerta junto a su madre, ahora estaba esperándole ¿Entonces porque no podía entrar en el cuarto? ¿A que le tenía miedo? A que todo fuera una mentira y encontrándose con esa realidad que le partía el corazón.

Abrió la puerta sintiendo el sonido de la voz de Aroa y la leve risa de su hija pequeña, su corazón latió con fuerza al mismo tiempo que sus ojos se llenaran de lágrimas, la risa de su hija llegó a sus oídos y ese fue el mayor impulso que tuvo para bajar las escaleras y ver a su hija levantándose del suelo para apoyarse en la mesa y seguir intentado caminar.

—Sam—nombró viendo como la niña volteaba su mirada

Santiago se acercó a su hija cuando esta arrugó su frente para liberar lágrimas de sus ojos, la tomó en brazos sintiendo como la menor abrazaba su cuello llorando, le limpio sus lagrimas con sus dedos, sonriendo al ver que la menor le volvía a abrazar.

—Tranquila, papá ya no dejará sola nunca, lo prometo—susurró en el oído de la menor sintiendo como esta apoyaba su cabecita en su hombro— Te extrañe mucho, Sam.

La menor se calmo y levanto su cabecita tocando las mejillas de Santiago, sonriendo al ver las lágrimas de su padre, las limpió con sus manos viendo sus manos para después volver a abrazarlo. Santiago volteo su mirada hacia la puerta del sótano, viendo como Julieta le miraba con una sonrisa.

—Martín ya está estable y el médico está viéndole, dice que se recuperara — dijo Julieta con una sonrisa—Mi trabajo ha terminado, debo volver a casa con Oswin y Ana

—Gracias por todo, espero algún día pagarte todo lo que has hecho por mi hermano Martín y Sam— comentó Santiago, mirándole con una sonrisa.

—Gracias por dejar que permanezca a su lado, a pesar de todos los dolores que les he causado—agradeció Julieta con una sonrisa

—Jamás te separaría de mi lado, aún cuando ya no tengas el mismo nombre, yo no estaría aquí, si no fuera por ti—confesó Santiago sorprendiendo a Julieta— Puede que seas más joven, pero en tus ojos sigo viendo a mi madre—siguió Santiago sorprendiendo a Aroa.

—Debo volver a casa—comunico Julieta con una sonrisa.

— ¡Ma...!—pronunció, mordiendo sus labios, negó con la cabeza, debía llamarla por su verdadero nombre—Julieta, espero que no perdamos el contacto, realmente quiero saber de ti siempre—hizo saber con una sonrisa.

—Es una promesa—dijo con una sonrisa para desaparecer.

Santiago observo a su hija con una sonrisa y prefirió llevarla al living para que estuviera con Manuel y los hijos de Alfredo.

Vio al llegar como Manuel se encontraba sentado en la entrada con la cabeza apoyada en el pórtico de la puerta, dejó a Sam en el sillón.

—Esteban—susurró, captando la atención del niño— ¿Qué le ocurre a Manuel?

—Está llorando, creo que extraña a su padre— comunicó Esteban.

Santiago abrió sus ojos al recordar que Arturo Gamp había fallecido. Había estado tan concentrado en su hermano y dudando sobre su hija que no se había dado cuenta del dolor de Manuel, dejó a Sam apoyada en el sillón y volteo su mirada a la entrada viendo como Manuel ya no estaba, corrió a la entrada viendo hacía el patio delantero, pero el niño no estaba. Camino hasta el segundo piso revisando cada una de las habitaciones, comenzando a preocuparse cuando el niño no aparecía por la casa.

—Simón, ¿Manuel está aquí?—consulto Santiago preocupado

—No, estaba con Esteban en el living— dijo Simón con extrañeza

—Estaba en la puerta con la puerta abierta y ya no está—comunicó Santiago preocupado.

— ¿Cómo que no está? ¿Por qué dejaste que se pusiera en la puerta?—interrogó Simón molesto—Avísale a los guardias que perdimos un niño, Manuel suele escaparse de los lugares para estar con Arturo.

Santiago corrió hacia el living tomando la radio que descansaba junto al teléfono y dio aviso a los guardas de la fuga de Manuel, mientras salía a buscarlo a los alrededores de la casa y el bosque. Manuel solo estaba asustado así que no debería estar muy lejos.

Realmente esperaba que no estuviera lejos, los caminos del Reino Lunar eran mucho más peligrosos que los del Reino del Sol.


¡Basta de Miedo! © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora