Como si fuese nuestra última noche sobre la Tierra

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NOTA DE AUTORA

¡ESTAMOS EN LA LISTA CORTAAAA! Vale ya está, no diré nada más, podéis leer. Capítulo extralargo para premiar vuestra inestimable paciencia y fidelidad <3, y extrasentimental, aunque esto no sea muy usual en esta saga.

¡AL QUE LEA SIN MÚSICA LE DOY, MÁS IMPORTANTE QUE NUNCA POR FAVOR!

Un abrazo de los grandes, y como siempre, gracias por todo.

Lunahuatl

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Le entendía porque me había bastado medio año para concluir algo similar sobre Amy.

Sonreí.

― ¿Desde cuándo te gusta?

―Si estamos siendo honestos, y aun a riesgo de terminar de arruinar mi reputación... creo que siempre me ha gustado ―sentenció―. Al principio solo era atracción, pero luego no lo pude evitar, solo que no quería demostrarlo hasta que ella se diera cuenta, porque creo que cada persona ha de seguir su propia evolución afectiva. El tiempo dirá si alguna vez estamos en el mismo momento para encajar.

Me sorprendió advertir tanta madurez en las palabras de Luca.

Nunca lo consideré el prototipo de persona madura, y posiblemente nunca me equivoqué tanto juzgando la madurez de alguien ya que él era, después de todo y sin lugar a duda, el más maduro de todos nosotros.

― ¿Por eso solo correspondías según te trataba ella? ―inquirí.

Asintió.

―No quise demostrar nada, porque ella no estaba preparada en ese momento para tener una relación.

Me quedé pensativo porque Luca acababa de hablar en pasado.

― ¿Y ahora? ―pregunté― ¿Ahora lo está?

Dejó ir una risa, y puso cara de circunstancias.

―Hace cosa de dos semanas salimos de fiesta unos cuantos del instituto ―empezó―. Miriam y yo nos emborrachamos mucho. Pero sobre todo Miriam, pilló una tajada de impresión. Un gilipollas intentó aprovecharse de ella en un bar. Yo me percaté y aunque no le hubiera hecho falta porque sabe bien como defenderse solita, colaboré a sacarla del embrollo y decidí que nos volvíamos a casa. La ayudé subir las escaleras y a meterse en la cama... ―aquí viene lo bueno, pensé―. Y justo cuando estaba a punto de irme y ella se iba a acostar...

Guardó silencio. No Sicilia, no me dejas en ascuas con esto. Eso sí que no.

―Justo entonces... ―apremié, movido por la curiosidad, y por la ilusión de ver que dos de mis amigos podían estar siendo felices juntos en ese momento.

Suspiró.

―Ella me besó ―concluyó, todavía desconcertado―. Después dijo "Luca Antelami, cuánto te quiero". Se acostó y se quedó dormida.

Me invadió la ilusión y me reí, contento.

― ¿Entonces estáis saliendo?

―No ―admitió riéndose.

Vale, ahora sí que no entiendo nada.

―No entiendo nada ―expresé, admitiendo en voz alta mis pensamientos.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora