Os advierto que las cosas empiezan a complicarse... mucho.
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Aquel domingo seis de octubre lo perdimos todo.
Y dijéramos lo que dijésemos, esa fue la única verdad. El verdadero principio de la debacle.
―Un 5% de los votos ―bufó Miriam, derrotada en el suelo del desván, en donde los cinco estábamos sentados después de haber conocido los resultados definitivos, al 99% de escrutinio―. C'est ne pas posible ―golpeó el suelo dejándose los nudillos, presa de una rabia que desconocíamos en ella, mientras dos lágrimas resbalaban por su rostro. Después se levantó de nuevo y comenzó a dar vueltas como una autómata.
No puedo decir que no me lo esperase.
―Habéis hecho todo lo que estaba en vuestras manos ―concedí, tratando de permanecer sereno, aunque la realidad era que todo sería diferente mañana y que sabía que tarde o temprano mi vida con ellos terminaba de forma abrupta y definitiva si quería seguir con vida―. Habéis dado cada cosa que teníais a vuestro alcance. Le habéis dado la vuelta a una situación que los slader teníamos claramente en contra ―sonreí, tratando de demostrarles mi gratitud, todavía sentado junto a Amy, apoyando mi espalda en la pared―. Habéis conseguido dividir a un país que no se cuestionaba aniquilarnos ―añadí―. Sois la mayor suerte de mi vida ―confesé, agarrando con fuerza la mano de Adamahy Kenneth y observándolos a todos. Alicaídos. Abatidos.
La frustración se respiraba como un aire viciado entre aquellas cuatro paredes.
―No ha sido suficiente ―balbuceó Noko.
―Para mí ha sido suficiente ―añadí.
―Ma no hay forma de arreglar questo, Dakks ―suspiró Sicilia, con seriedad―. Sei el punto de no retorno.
Nadie replicó. Todos sabíamos que así era.
***
Si solo hubiera sabido que aquella era la última vez que pisaba ese lugar con toda probabilidad me habría detenido en el olor de la hierba del patio interior en los días de calor. Habría admirado los azulejos del suelo que todos los días pisábamos sin darnos cuenta, corriendo de un sitio para otro e intentando no llegar tarde a clase. Me hubiera vuelto a parar en los baños abandonados del tercer piso, en donde Anet y yo habíamos mantenido tantas conversaciones y que se habían convertido en mi refugio predilecto cuando no encontraba palabras de aliento con las que consolarme. Habría vuelto a escuchar el murmullo de la fuente que se erguía en el centro del patio interior, observando con detenimiento el vuelo de los pájaros entre las arquerías y el zumbido de los insectos en los arbustos. Habría inhalado profundamente esos nervios, y esas ansias por terminar que tenían todos mis compañeros. Hubiera tratado de recordar sus rostros. De construir un último recuerdo de paz entre esas paredes. Inmerso en el jolgorio de las aulas. Me hubiera esforzado en escuchar a mi viejo profesor de lengua hablarnos sobre la narrativa, sobre la importancia de la palabra, o sobre cualquier otra cosa, porque el señor Miller era un profesor excepcional.
Pero no hice ninguna de esas cosas. Aunque quizás parte de mí si sabía que asistir a clase aquel lunes siete de octubre se convertiría en un gran error. En mi defensa solo asumiré que a veces hay errores que debemos de cometer para llegar al punto exacto en el que debemos estar. Para convertirnos en la persona que debemos ser.
Hubiera matado por asistir a una última clase con el señor Miller. Pero las cosas iban a terminar de una forma bastante diferente a la que Luca, Miriam, o yo podíamos imaginar cuando llamamos a la puerta aquella mañana en la que las elecciones parecían demasiado recientes como para esperar unas represalias inmediatas.
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SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACES
Paranormal[⚠️LIBRO 2 DE LA SAGA SLADERS. SPOILERS ON⚠️] "No. No soy yo quien se equivoca. Somos lo único que os separa del abismo, y nos estáis matando. Eso es lo que usted no entiende" Creo que no me equivoco si afirmo con contundencia, que aquellas palabras...