Tu cacería ha terminado

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Benni y Noko tenían problemas.

Al grito le siguió el ruido de un cuerpo cayendo por las escaleras. Y más gritos.

― ¡Tranquilízate! ―suplicaba la voz angustiada de Noko― ¡No está pasando nada, no...!

Pero nuestro compañero slader no paraba de gritar. De suplicar que algo desapareciera. Que se esfumara, que lo dejara en paz. Que parase. Escuchamos unos pasos correr atropellados desde la izquierda, en el tercer piso, y acto seguido su cuerpo se arrojó al vacío desde la baranda. Cayendo apenas a unos metros de donde nos encontrábamos. Noko, asomó estupefacto desde la barandilla, temblando de pies a cabeza, llevándose las manos a la cara con desesperación.

Han, Miriam y yo corrimos hacia Benni.

Han y yo nos arrodillamos junto a él, desesperados por intentar ayudarle de alguna manera, pero su cuerpo se retorcía sin motivo aparente.

Miriam se dispuso a imitarnos, pero yo se lo impedí con un gesto.

― ¡Quédate ahí, Miriam, no te acerques! ―supliqué, mi amiga obedeció, impotente― ¡Y NOKO BAJA DE AHÍ AHORA MISMO! ―grité con todas mis fuerzas, esperanzado porque mi compañero, que solo podía balbucear cosas sin sentido, obedeciera a la mayor prontitud posible.

El cuerpo de Benni se agitaba y sus ojos, encarnados en sangre, reflejaban la mayor angustia que hubiese visto vivir grabada en una mirada en el resto de mis días. Han y yo tratamos de tranquilizarle, pero de súbito comenzó a convulsionar. Y sus gritos se volvieron atroces.

El miedo nos invadió a todos.

― ¡Se acercan, Eliha! ―bramó Luca, desesperado, mientras él y Yax bajaban a toda prisa el último tramo de escaleras y se nos acercaban. Llegaron corriendo hacia nosotros, y Luca abrazó a Miriam, que temblaba de pies a cabeza― ¡REPLEGAOS YA TODOS! ―Suplicó Sicilia gritando y su voz resonó por toda la estancia.

La figura de Gaolm, brillando iridiscente entre la oscuridad emergió desde uno de los ventalanes rasgados hasta encontrar a Amy, en cuyo hombro se posó.

Ella y Yamman pronto se unieron a nosotros. Pero miré hacia arriba y comprobé, aterrado, que Noko no se movía. Solo permanecía quieto observando a la nada desde la barandilla, paralizado. Incapaz de correr.

― ¡Mierda! ―farfullé―. ¡Ahora vuelvo! ―grité.

Me levanté y eché a correr esquivando a base de piruetas varias pilas de instrumental y restos de andamios. Me las arreglé para llegar a las escaleras del lado izquierdo, mientras aquel maldito olor se volvía insoportable con forme ascendía en altura.

Pero no paré de correr hasta alcanzar el tercer piso y divisar la figura de mi compañero paralizado al borde de la barandilla.

Aceleré aún más para llegar hasta Noko y una vez allí me coloqué frente a él. Le giré y me aseguré de apartarnos unos pasos de la barandilla. Le miré a los ojos y le zarandeé.

―Está bien, Noko ―supliqué, preocupado―. Tenemos que irnos ―apremié.

―Esa cosa se le metió dentro y después se calló por las escaleras... ―balbuceó mirándome, en estado de Shock―. Luego comenzó a gritar. Y después echó a correr. Intenté pararle, pero...

Sostuve su cara entre mis manos, con fuerza. Sentía su corazón latir a mil por hora, y su respiración superficial. La ansiedad se estaba apoderando de él.

―Escucha Noko, nada de esto es culpa tuya. Y creo que ya sé a qué nos enfrentamos ―expliqué―. Ahora solo tienes que seguirme y correr. Vamos a salir de aquí, ¿Me oyes? ―Le dije―. Todos. ¡Pero tenemos que irnos! ―grité volviendo a zarandearle. Desesperado, porque los gritos de Benni habían cesado y por el rabillo del ojo acababa de divisar aquella sombra flotante acechándonos desde el vacío.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora