Alguien a quien quise solía decirme que el universo es un vecindario. Una infinidad, en donde las personas vagabundean, pero nunca están perdidas. Una realidad en la que seguimos adelante, sean cuales sean las circunstancias, como impulsados por una inercia invisible que nos invita a adentrarnos en aventuras a cuya búsqueda jamás nos arrojamos y que, de una manera incoherente, casi misteriosa, acabaron por conducirnos al momento exacto de nuestra vida que nos diría quien debemos ser.
A ese momento mi madre lo llamaba Pax Paranormalian, la paz paranormal, un periodo de tu vida que se asemeja a un instante de realidad fugaz en el que asumes que hay cosas de tu pasado que borrarías, todo el dolor, todos sus gritos, todas las noches con el corazón encogido pensando que aquel dolor nunca desaparecería mientras tu boca se abre para gritar y se encuentra con el silencio... esos momentos a los que nunca regresarías si supieras cuánto iba a doler, pero que acabaron convirtiéndote en quien eras. Conduciéndote a ese otro instante en el que ya sabes que el sufrimiento no desaparecerá, pero que gracias a todo lo que has vivido serás capaz de soportar lo que aún está por llegar, aguardándolo con la cabeza alta y la resignación necesaria para aceptar que nada es eterno y que todo pasa y se transforma. Ese momento en que importa el presente aunque tu corazón sabe que es ilusorio y que el futuro guarda los horrores para los que tu pasado te ha preparado, y en el que se suceden toda clase de emociones positivas y negativas en un intervalo corto de tiempo que te prepara para afrontar el futuro sea cual sea. Eso es La Pax Paranormalian.
Si Miriam o Luca hubieran escrito este libro, describirían ese periodo de tiempo como "El Periodo de Entreguerras", un momento de vuestra historia que se enmarca entre las dos grandes guerras del s. XX, en que se generó una oleada inusitada de felicidad sin parangón ni certeza alguna y al que se bautizó como "Los Felices Años 20".
En el año 29 les sucedió un Crack económico que desbarató la economía global y marcó la existencia de millones de personas en el mundo, y la política de austeridad de los países que se cebó con los estratos más bajos de la población.
Le siguieron los años 30, en los que se hicieron con el poder ideologías políticas extremistas amparadas por nacionalismos políticos que ensalzaban ideas tan descabelladas como la existencia de una raza superior, que disfrazaban un afán sin parangón por obtener el poder territorial, político y económico, y un expansionismo nacionalista sobre otras naciones. Ocultando el revanchismo por una mala resolución del conflicto bélico de la Primera Guerra Mundial, y jactándose de defender a los sectores más desfavorecidos de la sociedad en los países que peor parados salieron en la primera contienda.
La cerrazón los encumbró. Y en el año 39 estalló el que posiblemente se haya tratado del mayor conflicto a escala mundial de todos los tiempos, la Segunda Guerra Mundial. Ello puso fin a ese ilusorio periodo de paz, en el que las naciones se disfrazaban de fraternidad y cooperación, y se anestesiaban a base de opio para llenar el vacío que dejó en sus corazones la desaparición de millones de compatriotas en la Primera Guerra Mundial y el trauma de la guerra. Esa felicidad y ese vacío estallaron por los aires y pusieron fin a los convulsos años de Entreguerras.
La Primera Guerra Mundial terminó un 11 de noviembre, allá por 1918. Mi madre habría bautizado a aquel 11 de noviembre del 18 como el inicio de la Pax Paranormalian, ese momento de paz paranormal que precede a un amasijo de locuras, de felicidad y vacío en el que los acontecimientos se suceden demasiado rápido y que conduce a un desastre inmenso, aún mayor, para el que todo lo anterior te ha preparado, pero para el que nunca terminas de estar preparado.
Eso fue para mí aquel día.
Era el momento en el que, habiendo asumido todo el dolor, se iniciaría un periplo efímero de acontecimientos que me conducirían al oráculo en apenas unos meses para hacer frente al que, con toda certeza, habría de ser mi último viaje. Ese momento en que acepté todo el horror que había visto. En que mi interior seguía en llamas pidiendo venganza, pero al mismo tiempo había decidido vivir mientras estuviera vivo, y tendría que afrontar una realidad cada vez más hostil en un mundo que me detestaba, pero al que ya no temía.
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SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACES
Paranormal[⚠️LIBRO 2 DE LA SAGA SLADERS. SPOILERS ON⚠️] "No. No soy yo quien se equivoca. Somos lo único que os separa del abismo, y nos estáis matando. Eso es lo que usted no entiende" Creo que no me equivoco si afirmo con contundencia, que aquellas palabras...