CAPÍTULO IX. EL LUGAR DONDE DEBO ESTAR

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Tal y como prometí. Hoy domingo 22 de septiembre estamos de vuelta. Nos leemos el domingo que viene :D ¡Gracias por la paciencia! <3

pd: Me encantaría leer vuestros comentarios si encontráis un momentito :D

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Mis pies descalzos se arrastraban de nuevo en aquellos últimos y escasos metros que me separaban de la aterradora entrada monumental al gran cementerio.

Todo a mi alrededor quedaba cubierto por la ceniza.

Las partículas de polvo y azufre flotaban a mi alrededor, suspendidas, como paralizadas por completo en el tránsito temporal.

"Sagashaz ass assiel" repitió aquella voz silbante que el ardiente viento traía hasta mis oídos como un eco fantasmal proveniente de una lengua que no había escuchado jamás y cuya existencia ignoraba.

De nuevo se las arregló para erizarme el vello de la nuca.

Mi mano aferró aquella espada en la roca y mis ojos se detuvieron en el pedestal, casi cubierto por la ceniza y restos de hiedra muerta. Mis manos, desesperadas, tratando de bucear entre aquella gruesa capa gris que me separaba de las letras grabadas en la piedra, las que custodiarían eternamente el secreto de aquel maldito nombre.

Pero la ceniza nunca terminaba de desvanecerse por más que mis manos se dejaran la piel contra la roca.

"Eliha Dakks bienvenido seas, y que nunca mueras" susurró la misma voz en mi oído, y yo grité.

¡Moriré si sigues sin decirme tu maldito nombre!

Supliqué.

En ese momento mi espalda dio contra el suelo de madera de la trastienda de Galius, quien me observaba, exasperado, sentado en su vieja silla frente a mí.

Su mirada lo dijo todo.

Era la quinta vez aquella tarde que lo intentaba. Y había vuelto a fracasar.

El tiempo corría en mi contra, y los dos lo sabíamos.

―Otra vez ―indicó con seriedad.

―¡Vamos Galius, van cinco por hoy! ―declamé, exhausto―, ¡No puedo más, y ya sabes lo que hay en las calles! ―Me quejé.

Negó.

―No es más importante que dar con su nombre, Eliha ―sentenció con dureza.

Pocas veces me había hablado así, pero aquella vez yo no estaba por la labor.

―¡Hace semanas que me mato para saber su nombre y después me juego la vida en las calles! ―terminé, visiblemente enfadado, levantándome del suelo como me fue posible y dando vueltas por la estancia entre los cientos de estanterías de libros y las velas―. Hasta que a ella no le venga bien no me lo dirá, no quiere decir que no vaya a seguir intentándolo, pero no puedo hacer más en este momento Galius ―concluí, mirándole suplicante a los ojos, hasta darme de bruces con su resignación.

Se hizo un breve silencio en el que la tensión se pudo haber cortado con un filo hilo de nailon.

―Ya sabes lo que pienso al respecto ―advirtió―. Pero es tu elección, no puedo obligarte si tu no quieres.

Sabéis que no soy de esos, y no sé muy bien porqué, pero me sentí en la obligación de volver a excusarme.

―Llevo semanas sin dormir más de dos horas al día porque casi constantemente hay algún portal abierto y puede aparecer cualquier criatura en cualquier momento. Semanas corriendo detrás del caos para arriesgarlo todo a cambio de nada, y preocupado en dejarme la piel para averiguar ese maldito nombre ―Me defendí―. Hoy lo he intentado cinco veces... y no creo que pueda mantener este ritmo por más tiempo, Galius.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora