Pasaron las tres horas de cortesía.
Se me agotaba el tiempo en la Pax. Y el tiempo en general.
Mis pasos se adentraban a la velocidad del rayo por última vez entre los corredores del hospital de campaña. Alan, Alice y los chicos seguían allí. Montando guardia en la puerta.
La última información de Jek fue que su estado seguía sin evolución. En el mismo punto en que la dejé.
No se nos permitía pasar a verla.
Pero yo llegué. Dejé mi petate en el suelo. Los ignoré a todos, y atravesé esa puerta.
Recuerdo que Jek me observó, atónito por atreverme a hacer lo que había hecho. Pero yo solo tenía ojos para ella. Y juro que sangraron al verla de esa manera.
No recuerdo nada de lo que Jek dijo, solo que fingió no verme y me tendió un taburete en el que sentarme, al lado de su cama.
Me desplomé sobre el sillín metálico de la banqueta, junto a ella, y le tomé la mano. Estaba fría. Como las aguas de los océanos que Adamahy Kenneth siempre quiso explorar y que ya nunca estudiaría. Como el tacto de los sueños que se truncan y se convierten en escarcha en nuestro interior.
No podía escoger ese momento para partirme por la mitad. Pero sentí que mis entrañas se doblaban. Que se retorcían como los intestinos. Que me despedazaban poco a poco desde algún lugar de mi interior en donde la sangre no dejaba de brotar. Inundándolo todo.
El olor a muerte era tan fuerte en aquel lugar que solo pude suplicar.
Recuerdo que miré al techo, que simulaba una cúpula de estrellas.
―Por favor, no te la lleves ―imploré con un hilo de voz y un nudo en la garganta mientras dos lágrimas resbalaban de forma furtiva por mis mejillas―. Por favor, no me la quites. No puedes hacerle esto. Sé que ella te servirá bien. Mejor que muchos a los que has permitido vivir y no lo merecían ―balbuceé con rabia―. Por favor, no te la lleves.
No tenía más tiempo. Ni podía contemplarla un segundo más sin volverme pedazos.
Me levanté, todavía con su mano aferrada, y le acaricié el rostro con la otra mano. Perdiéndome en sus facciones demacradas. Me acerqué a su oído reclinándome sobre la cama.
―No es tu momento, ¿Me oyes? ―Le susurré―. Te necesito conmigo, Adamahy Kenneth. Tú eres mi corazón de león.
Después me levanté, me enjugué las lágrimas, besé su frente y solté su mano.
Todo lo que me quedó fue avanzar sin mirar atrás. Hasta alejarme lo más que pude de aquel lugar. De aquel pasillo. Y de las personas a las que también amaba, pero que me recordaban todo lo que aún quedaba por perder.
Solo una de ellas me alcanzó. A varios corredores de distancia.
―Eliha...
Me giré.
Era la única persona, más allá de ella, por quien me habría girado en ese momento.
―Non sé come vamos a hacerlo ―admitió Luca―. Ma te prometo che tutto estará bien ―terminó con convicción. Asombrándome.
Como tantas veces en que ella había hablado de esa manera.
Miré hacia el techo, tragándome las lágrimas.
―No regresaré de este viaje, Sicilia ―admití―. Pero confío en que cuidaréis de ella ―supliqué.
Suspiró.
―Sempre cuidamos los unos de los otros. E sempre estaremos contigo.
Tragué saliva y le observé por última vez. Sintiendo que de mi garganta no podría salir nada más allá de un miserable hilo de voz.
En ese momento dije lo más humano que había sentido, o expresado en toda mi vida.
―Por favor... no me olvidéis ―susurré, angustiado.
Y Luca me abrazó. Y esta vez no me aparté de ese abrazo. Recuerdo que palmeó con fuerza mi espalda. Reconfortándome.
―Nadie che te haya conocido sería capaz de olvidarte ―concluyó―. Ma por si acaso, sé que regresarás para recordarnos di che tu sei hecho.
En ese momento rompimos el abrazo.
―Me alegro de haberte conocido ―escupí sin poder evitarlo.
―A veces tu sei un completo imbecile ―suspiró, tratando de sonreír para disimular que también estaba a punto de romperse―. Ma io también me alegro de haberte conocido ―Sus ojos enarbolaron una vívida emoción―. Che Ella te guarde, amigo.
Me esforcé por sonreír una última vez, y me enjugué las lágrimas.
―Si nada de esto sale bien, os esperaré donde se extingue la corriente azul ―resolví, sin evitar recordar las palabras de Agnuk, y pronunciándolas orgulloso, porque no quería que se olvidaran cuando yo me hubiera ido―. No tengáis prisa por buscarme ―suspiré―. Yo estaré bien.
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SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACES
Paranormal[⚠️LIBRO 2 DE LA SAGA SLADERS. SPOILERS ON⚠️] "No. No soy yo quien se equivoca. Somos lo único que os separa del abismo, y nos estáis matando. Eso es lo que usted no entiende" Creo que no me equivoco si afirmo con contundencia, que aquellas palabras...