Aterricé de bruces.
Mi cara en la orilla de aquel oasis del que aún no me explicaba cómo y cuándo había logrado.Mi cuerpo, empapado, todavía se sentía caliente y parecía pesar una tonelada, casi como si cada diminuta célula en mi interior tuviera más de mil años.
Me giré hasta descansar la cabeza sobre la húmeda arena, con mi cuerpo, aún en el agua, y mis ojos se detuvieron en las estrellas.
Por fin me habían respondido.
Me sabía al borde de la inconsciencia, pero el mundo se veía a la vez más hermoso y temible de lo que nunca fue, manteniéndome expectante entre el miedo y la resignación.
Y me pregunté si él sabría dónde me encontraba en ese instante. Me pregunté si ellos, mis padres, podrían verme en aquel momento, si podrían sentir cómo mi corazón los extrañaba allí donde se dirigieran mis pasos.
Parecían tan seguros antes de marcharse que resultaba difícil cuestionarme su existencia, aunque a esas alturas yo ya no pudiera sentirla.
A veces el alma es más poderosa que la muerte. Y el corazón, por mucho que se detenga cuando el tiempo se agota, parece seguir latiendo en el pecho de aquellos que te recuerdan.
Evitaba pensar en la muerte.
Siempre lo evité.
Sabía que podía encontrarme, pero me solía decir que hablar de fantasmas es llamarlos, y así esquivaba ese pensamiento sumiéndome en la idea de vivir al máximo cada instante.
Después de todo, ya no la temía.
Ya no significaba para mí lo que fue para el resto de personas a las que vi morir.
Al final la realidad era diferente a lo que ellos temieron.
Ella siempre caminaría junto a mí, hasta ese momento, preciso y exacto, en el que yo me rindiera, o fuera vencido, y entonces sería sencillamente como regresar a casa.
Parte de mí deseó regresar a casa en ese momento.
Pero una luz se encendió en mi interior, para recordarme por qué había vuelto, y mis ojos se abrieron una vez más, esta vez para contemplar, atónitos, la llegada de un viejo conocido.
Todo cuanto recuerdo fue sentir el hocico de un animal, rozándome con delicadeza, y, sobre él, una figura descabalgando junto a mí.
Al resplandor de unos ojos verdes que conocía bien, le siguió la espiral definitiva de la incertidumbre y una oscuridad absoluta.
Tal vez, después de todo, sí que había encontrado el camino bajo las estrellas.
***
Silencio.
Fue lo primero que me invadió al abrir los ojos, desconcertado por la sensación de conciencia, que hacía mucho que no experimentaba.
Al silencio le siguió mi respiración, calmada y profunda, sobre una superficie acolchada a escasos centímetros del suelo de una estancia de madera.
Olía bien.
Olía a casa.
O, probablemente, lo más parecido a ese olor que había logrado encontrar desde que abandoné los viejos bosques, antes de que Extramuros se volverá cenizas.
Tan pronto como me fue posible intenté recordar, y aquellos ojos verdes, casi como un leitmotiv, regresaron una vez más a mi mente, igual que había sucedido la primera vez, no hacía tanto tiempo.
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SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACES
Paranormal[⚠️LIBRO 2 DE LA SAGA SLADERS. SPOILERS ON⚠️] "No. No soy yo quien se equivoca. Somos lo único que os separa del abismo, y nos estáis matando. Eso es lo que usted no entiende" Creo que no me equivoco si afirmo con contundencia, que aquellas palabras...