Hasta el fin del mundo

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Al día siguiente, viernes, nadie acudió a clase. Se notificó convenientemente a todas las familias de que había resultado imposible restaurar todavía el equipo informático y que aún se trabajaba en ello, por lo que no se podía continuar con la docencia, al menos hasta el lunes.

La verdad es que todos celebramos la noticia.

Lo que no fue tan gracioso fue que la Casa de los Genios amaneció rodeada de prensa. Y Alan y yo tuvimos que abrirnos paso como fue posible, casi a empujones, entre micrófonos, cámaras y un revuelo espectacular.

Más de uno intentó interceptarme y me llovieron las preguntas. No entendía muy bien qué era todo aquello ni qué estaba pasando porque en Atzlán apenas tenemos prensa más allá de algún noticiero transmitido por los canales mágicos habituales, o los diarios de prensa. Pero por lo general somos bastante discretos. Lo que es mucho para ser la dimensión más relevante en materia política de toda la dimensionalidad en aquel momento ―porque el último canciller, Dimitrius Stair, provenía de nuestra dimensión y por ende la capital política durante su mandato sería Azlán, algo que jamás había pasado en toda la historia―.

Alan me susurró que no contestase nada, y me ayudó a llegar hasta la puerta, en donde Noko abrió rápidamente, y los tres nos afanamos en recorrer el jardín a la mayor rapidez posible e introducirnos a la casa, lejos de las miradas ajenas.

Acabamos confinados en el desván.

―Debí imaginar que esto pasaría ―Se lamentaba Miriam, caminando de un lado para otro.

―No he tratado nunca con la prensa, Miriam ―suspiró Alan, tratando de mostrarse comprensivo, aunque toda aquella situación le rebasaba―. ¿Qué sugieres que hagamos?

Ella suspiró.

―Lo correcto sería salir y hablar. O al menos que los rostros visibles de toda esta locura lo hagamos.

―Tendríamos que salir nosotros ―aclaró Luca señalándonos a Miriam y a mí, y aludiéndose a sí mismo―. Miriam e io hemos sido la fachada pública. E tú aparecías en los videos comme rostro público de los slader.

―No entiendo a la prensa ―bufé―. No sé hablar en público. Y no me cae bien la gente que invade la vida privada de otros.

―Pasará ―Me dijo Miriam―. De repente se interesan mucho por algo, pero al día siguiente ocurre otra cosa y se les pasa. Lo importante es la repercusión mediática que dejen tus palabras en este momento. Y es muy importante que las escojas bien. Desde ahora vas a ser un rostro visible de los sladers en el mundo. Tu mensaje será su mensaje.

― ¿Y qué puedo decir?

Luca y Miriam intercambiaron una mirada.

―Di la verdad, Eliha ―suspiró Miriam―. Explica por qué estáis en este mundo. Por qué os jugáis la vida por nosotros. Solo habla con el corazón, y todo estará bien.

Asentí.

― ¿Hay que arreglarse o...?

―Creo que lo más natural sería salir tal cual. Es como transmitirle al mundo que no tenemos miedo de mostrar lo que somos, que no ocultamos nada ―apuntó Miriam.

Para mi sorpresa Alan sonrió.

―Ayer erais cinco genios adolescentes preocupados por estupideces de adolescentes ―admitió emocionado―. Y hoy os comportáis como las personas adultas que estáis destinadas a ser. No esperé que crecierais tan rápido.

Todos nos reímos.

―Somos genios ―Miriam sonrió y se encogió de hombros―. Tenemos dificultades para ser niños. Venimos así de fábrica, ya sabes.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora