La marca de Jellinek

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Poco después seguimos caminando y cuando estábamos a punto de llegar a la plaza en donde sonaban los últimos acordes de una canción folk que parecía ser el cierre a una noche perfecta, Amy me agarró del brazo con suavidad, para detenerme.

Me giré y nos miramos.

—Una cosa más, Elías —suspiró, y después me observó con seriedad—. Creo que los demás también tienen ese derecho, y no deberías privarles de él porque...

Sonreí.

—¿Sabes qué es lo que más adoro de ti, Amy Kenneth?

La desconcerté.

—No —balbuceó.

—No importa cómo de feas estén las cosas a tu alrededor, siempre sacarás un momento para detenerte y pensar en cómo proteger a las personas que te rodean.

La noche no me impidió percibir el rubor en sus mejillas y una honesta sonrisa. Esa que siempre me devolvía confianza.

—Siempre se puede hacer mejor.

—Eso es lo que diría alguien altruista, ¿No crees?

Tras un instante de silencio reímos.

—¿Considerarás lo que te he dicho? —me pidió con seriedad.

Siempre tan insistente. Tanto como yo.

Por eso te quiero Amy Kenneth, porque después de haberme aguantado en tus vigilias durante años nunca te cansaste de mí.

—De hecho, tengo unas cuantas cosas que contarte sobre ese tema —concluí—. Galius pensaba como tú, y después de lo de Fiji llegamos a un acuerdo. No más secretos.

Me observó, por un lado confusa y por otro satisfecha.

—Me alegra que hayáis decidido eso —frunció el ceño—. Pero, ¿Qué de Fiji?

Suspiré. Con el vuelo y la orquesta y todo, seguramente no había consultado las redes y aún no lo sabía.

—Te tenemos que contar una cosa —admití, conforme nos encaminábamos definitivamente hacia la plaza para encontrarnos con Noko y Miriam—. Necesito que me ayudes con algo, pero para eso tengo que contarte algo que no te va a gustar.

Sabía que ver a todos esos animales muertos, y saber lo de Fiji, que era el lugar en donde Amy quería asistir a la universidad para estudiar biología marina y especializarse en el estudio de los tiburones, le partiría el corazón.

Y no hay nada peor que partirle el corazón a la persona que quieres.

***

El domingo a la tarde sentamos campamento en la trastienda de Galius.

Estábamos todos los que estábamos. Amy, Miriam, Noko, Alan y yo. Con Galius. Cada uno a la suya.

Galius y Amy llevaban cerca de dos horas revisando los videos. Amy apenas había articulado palabra en toda la tarde. Y se respiraba, por lo general, una resaca cojonuda de anoche.

Alan, después de hacerme jurar como cien veces que le quitaría las alas a su coche y haría crecer sus flores tan pronto como regresásemos a casa, poco podía hacer, pero se encargó de traer bebidas y una baraja de cartas con la que matábamos el tiempo a ratos.

Nunca había jugado a las cartas, nosotros tenemos nuestros propios juegos de azar, la mayoría basados en el uso de runas y conjuros que los amenizan y nada se parecen a una partida de cartas al uso.

Terminamos jugando a algo que llamaban "Rabino", que no pareció dárseme especialmente bien. Noko era el rey en eso, pero según él solo porque no estaba Luca, que era quien le daba palizas a las cartas.

SLADERS (II). LA LLUVIA DE FUGACESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora