Capítulo 10

20.7K 1K 17
                                    

¿¡Qué!?

Londres es un lugar frío sobre todo en esa época del año. Caminé hasta la entrada del parque en el cual habíamos quedado, bajé un poco las mangas largas de mi camiseta y frote mis manos para darme un poco de calor. Miraba a ambos lados de la carretera hasta que vi un auto muy conocido detenerse frente a mí.

—Ya era hora.— susurre para mí misma.

Abrí la puerta del copiloto y me adentre al vehículo, arroje mis cosas al asiento trasero y cerré la puerta.

—Hola ángel.

—Sí, sí, hola, Justin. Está helando. ¿Sabes? Podías haber venido más pronto.

—Lo siento, bebé.— se acerco a mis labios y dio un pequeño beso.— Tenía mucho trabajo.

—Solo son excusas.

—Claro que no, es en serio Cailin. Además, debía pasar por algo primero.— tartamudeó.

—¿Justin? ¿Estás bien?

—Por supuesto. ¿Por qué lo dices?

—Bueno, lo digo porque el semáforo esta en verde desde hace mucho y tu aún no avanzas.

—Tú me distraes.— dijo avanzando el auto.

—Sí, como no.— suspire.— ¿Y bien? ¿Vamos a tu departamento?— pregunte con una sonrisa picara en mi rostro.

Rara veces Justin accedía a salir en horarios de trabajo, y cuando lo hacía todo terminaba igual, sexo, sexo, y más sexo. ¿A mí? En realidad no me disgustaba la idea, es más, me encantaba.

—Hoy no ángel.

Giro a la esquina.

—¿No?

—No, hoy haremos algo diferente.

Respiró profundo.

—Justin, me estas asustando. No me digas que me llevas y me internaras en la academia militar o algo así.

Rió por lo bajo.

—No seas tonta ángel. No es nada malo, descuida.

—Está bien.

Suspiré.

—Confío en ti, Biebs.

Y sonrió de nuevo.

Llevaba como quince minutos conduciendo, ya habíamos salido un poco de la ciudad, ahora sólo quedaban las grandes carreteras, algunas muy concurridas y otras algo desiertas. Me extrañe cuando Justin doblo hacia una calle un tanto peculiar, redujo la velocidad y aparcó a un lado.

Oh no.

—Vamos, baja ángel.— dijo bajando del auto y abriendo la puerta de mi lado.

—Yo, Justin, sabes que me dan miedo las alturas, ni pienses que subiré ese puente.— dije segura. Creo que sone más asustada de lo que quería.

—Por favor, es importante.

—No.

—Por favor.

Me dio un beso y puso la mirada triste.

No lo haría.

—No Justin.

—¿Sí?

Otro beso, pero esta vez fue más lento.

—Justin.— dije cuando sentí una de sus manos sobar mi espalda.

—Ángel.

Mordió mi cuello.

Joder.

—Está bien, está bien.— dije resignada y bajándome del coche.— Te odio.— susurre comenzando a subir los escalones para llegar al puente.

—Te recompensaré ángel, lo prometo.

Oh y sí que lo haría.

Terminamos de subir y vaya la vista era hermosa. Podía ver casi todo Londres desde allí arriba, el sol comenzaba a ocultarse, era hermoso.

—Ángel.— me llamó Justin sacándome de mis pensamientos, mire al suelo y lo vi sentado sobre una manta con un papel en sus manos.— Siéntate.

Obedecí.

—¿Qué es todo esto?— pregunté.

—Es... bueno yo... Dios.

Reí un poco, él solo tomo aire y comenzó de nuevo.

—Ángel, yo, sabes que te quiero, siempre te he querido. Desde que prácticamente eras una niña mocosa.

Reí.

—Pero tú sabes cómo cambiaron las cosas luego, creo que este cariño se convirtió en algo que yo no podía manejar. Te deje sola algún tiempo y lo lamento, pero siempre seguías allí, insistiendo en algo que no podía pasar.

Podría jurar que lloraría luego.

— Y míranos ahora, a escondidas de Alex, a escondidas del mundo teniendo sexo como sí nada. Es enfermo.

¿Sexo? Creí que...

Se acerco a mi oído y me susurro.

—No hay nada más que me guste más que hacer el amor contigo.

Sentía mis ojos arder, mis mejillas ponerse coloradas y a mi corazón palpitar más rápido de lo normal. Hacer el amor. No lo había llamado sexo, el dijo hacer el amor.

—Yo te traje para demostrarte que eres importante para mí.

Saco de una bolsa púrpura un par de anillos plateados, tomo mi mano y coloco uno en uno de mis dedos.

—No quiero perderte ángel. Te amo.

Y ya no pude más. Me abalance con lágrimas en los ojos sobre él y lo abrace como nunca lo había hecho.

—También te amo Justin. Joder, te amo, te amo, te amo.

Llene de besos todo su rostro. Juro que en ese momento yo era una bola de completa felicidad.

—Se que casi no tengo mucho tiempo debido a mi trabajo, y que no sería el mejor.

Me miró a los ojos.

—¿Quieres ser mi novia?

Dios mío.

Dulce Pecado ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora