Capítulo 21

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Muñeco.

Cailin gemía y apretaba las sabanas de puro placer, se sentía en las nubes, prácticamente tocaba el mismísimo cielo con las yemas de los dedos. Justin le pasaba las manos por todo su cuerpo y a ella le encantaba sentir los labios de Justin sobre su piel, sus caricias, le encantaba sentir a Justin dentro de ella.

—Me encantas tanto ángel.— le había susurrado mientras le penetraba con más intensidad haciendo que Cailin viera estrellas de puro gusto.

Unos gemidos más, algunos tirones de cabello y Cailin llego al orgasmo sintiéndose completa cuando Justin se vino dentro de ella. Su respiración era irregular, le costaba respirar y eso hacía que su pecho subiera y bajara arrítmicamente lo cual era difícil porque el cuerpo del rubio descansaba sobre ella. Justin logro recuperar la respiración y levanto una mano para quitarle de la frente los castaños cabellos de Cailin, se acercó a su rostro y le dio un beso en los labios, un beso lleno de amor.

—Te amo.— le había susurrado a Cailin antes de caer profundamente dormido.

Cailin despertó con la respiración agitada y su corazón latiendo a mil. Había soñado con Justin, había vuelto a soñar con Justin, con las mentiras que Justin le había dicho, odiaba soñar con Justin. Odiaba que la haya utilizado, odiaba que le hubiera mentido, odiaba que no estuviera junto a ella, sin embargo, aun seguía amándolo, con cada fibra de su cuerpo, con cada folículo de su blanca piel, joder, como extrañaba esas manos, esos labios y esos ojos que aun sin palabras le podían asegurar que todo iba a estar bien, aunque ahora solo fuera mentira.

(*)

—Anda chico, por cinco grandes te ayudo a entrar a uno de los grupos respetados. ¿Qué dices?— me había preguntado el tipo gigantesco y lleno de tatuajes que compartía celda conmigo desde ya hace unos días.

—No.— le conteste por milésima vez.— No estoy aquí para hacerme popular.— le dije. El tipo soltó una carcajada que hizo que me dolieran los oídos.

—Eres tan ingenuo. ¿En serio violaste a esa chica de quince? No pareces un violador.

Apreté los dientes.

—Yo no la viole.— susurre.— Ella era mi novia, lo hicimos porque ambos queríamos.— y volvió a reírse.

—No seas imbécil, ni siquiera es difícil de entender, la cosa es simple. Ella era menor, tú la violaste.

—¡Que yo no la viole pedazo de imbécil!

Entonces sentí como dos tipos me agarraban por los brazos y me levantaban haciéndome dejar de tocar el suelo. Uno de ellos me miro con odio o asco —no podía descifrarlo— mientras el otro apretó el agarre del brazo, solté un gemido.

—A ver chico.— el tipo tatuado con el que estaba hablando antes se acerco a mí y sonrió lascivamente, a este punto los demás presos ya se habían hecho rueda a nuestro alrededor. ¿Qué mierda?

—Las cosas son así aquí, respetas. ¿De acuerdo? Este lugar no es como, oh, si no me meto con nadie no me harán nada. No cariño, aquí entre mas inofensivo parezcas más se aprovecharan de ti.

Les hizo una seña con la cabeza a los tipos que me sujetaban y estos apretaron aun más el agarre en mis brazos, me agarraron el cabello y jalaron mi cabeza hacia atrás.

—Bienvenido a prisión muñeco.— y se reía el muy imbécil.

Esto era difícil, necesitaba irme, necesitaba sentirme libre, necesitaba sentirme seguro.

Necesitaba a Cailin.

Dulce Pecado ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora