Capítulo 25

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Hubiera olvidado.

—Muy bien Cailin, puedes dejar tus cosas por aquí.— me indico señalando una esquina de la habitación, la chica que me había recibido.

El centro de rehabilitación mental prometía quitarme de la cabeza mis pensamientos suicidas y mi obsesión con Justin en tan solo tres semanas, en realidad, eso parecía un tiempo record. Según Alex este centro era el mejor de Londres, había buena atención y garantizaba resultados. Pero yo no sentía que fuera así. No dudaba de que el centro fuera bueno —porque habían millones de reconocimientos otorgados por el gobierno en casi todas las paredes— de lo que dudaba es que pudieran curarme, claro, me quitarían los pensamientos suicidas y malos, pero jamás me sacarían de la mente a Justin, y pensar en Justin era malo, Justin era malo.

Coloque en el suelo la única maleta que había llevado y escuche las indicaciones que me daba la chica —que al aparecer era una enfermera y se llamaba Kate— luego de decirme todo lo necesario sonrió por última vez y se marcho.

Me deje caer en la cama y solté un enorme suspiro, me lleve mis manos al rostro y lo sentí húmedo, estaba llorando, y por Justin de nuevo. Tal vez el problema no era Justin, tal vez el problema era que yo extrañaba demasiado a Justin, uh, yo era el problema.

El problema también era que las personas hicieran bromas de mal gusto, llamando a mi casa diciendo que eran Justin Bieber. ¿Qué no sabían que con eso no se jugaba? El día anterior había recibido esa llamada que me había dejado helada, espantada. Soy Justin me habían dicho. ¡Qué demencia! Justin estaba en prisión, el no podía llamarme. Él no, no podía. Oh, tal vez si lo había hecho.

—No, no podía ser Justin.— dije para mí misma con el ceño fruncido.

Justin hablándome por teléfono desde prisión. ¡Qué demencia!

(*)

Alex.

—No Cailin. No volverás a ver a Justin jamás. Entiende.

—¡Pero yo lo amo Alex! ¡No puedes hacerme esto!

—Es mi decisión. Jamás estarás otra vez con ese enfermo, punto.

—¡Te odio!

Me desperté con la respiración entrecortada y bañado en sudor, otra vez el mismo sueño. Suspire y mire la hora, 7:30 pm había dormido desde las dos de la tarde. Me levante de la cama y me puse mis pantuflas para salir de la habitación, salí al pasillo y sentí nostalgia al pasar frente al cuarto de Cailin. Pobre Cailin, estaba mal y yo no podía hacer nada.

Era demasiado, siempre lo había sido, había adquirido la responsabilidad total sobre Cailin desde que nuestros padres habían muerto, pero nunca me había sentido tan impotente, tan inútil y cansando. Tal vez porque siempre contabas con la ayuda de Justin. Dijo mi subconsciente. Y miren, Justin, que irónico, él había iniciado todo este problema.

Me dirigí a la cocina para prepararme algo de comer, no había comido desde la mañana —y no me apetecía hacerlo— me sentía demasiado cansado. Cuando estaba preparando unos sencillos macarrones con queso me sobresaltó el timbre de la entrada. Me seque las manos en el pantalón del pijama y fui a abrir la puerta.

—¿Zoella? ¿Qué haces aquí?— le pregunte a la amiga de mi hermano.

Zoella Beatles, diecisiete años, cabello medio rizado y una completa berrinchuda. La conocía bien, había sido amiga de Cailin desde los ocho años y siempre se pasaba por la casa, era como uña y mugre. Literal.

—Yo. Bueno. ¿Puedo pasar?— la mire con el ceño fruncido.

—Claro, Cailin no te dijo que se iba a...— me interrumpí a mi mismo.— Que no iba a estar.

—Sí.

—Oye Zoella, no me mal entiendas. Pero. ¿Qué haces aquí entonces?— le dije cerrando la puerta.

—Quiero hablar contigo.— dijo decidida.

Otra cosa que caracterizaba a Zoella Beatles —además de su cabello— era su estúpida e insoportable timidez, pero esta vez no había ni rastro de ella, se había esfumado, ahora hablaba con fuerza y claramente lo que hacía remarcar su voz. Sí, su voz me gustaba.

Debo admitir que cuando estaba pequeño Zoella venia a casa a jugar con Cailin, me gustaba jugar con ellas, me gustaba jugar a los piratas y Zoella siempre era la damisela en apuros esperando a ser salvada por su héroe —y no era Cailin— creo que llegué a tener un enamoramiento de niño hacia Zoella, pero debía olvidarlo, porque ella era seis años menor que yo y lo supere.

Justin tuvo que hacer lo mismo que yo con Cailin. Pensé.

—Adelante ricitos.— me tire al sofá.— Soy todo oídos.

Y la muy descarada se sonrojo hasta las orejas. Había olvidado lo linda que se miraba sonrojada.

Dulce Pecado ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora