Capítulo 27

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Me estoy volviendo loco.

Justin.

—Muy bien señor Connor, aquí están los papeles para presentar nuevamente el caso contra el señor Bieber.— dijo el señor de cabello blanco entregándole los papeles a mi abogado.— Espero que esta vez sepan aprovecharlo.

—Y lo haremos.— dice Connor con una sonrisa.— Créame que lo haremos.— el señor del cabello blanco se levanto de su asiento y se despidió con la mano de cada uno de nosotros.

Estábamos en la misma sala de vidrios blindados en la que había estado hace ya una semana. El señor Connor me había dicho que presentaría de nuevo el caso y si la jueza lo aprobaba, podríamos retomarlo y así había sido.

El señor Connor le hacía honor en todo el sentido a su profesión, era el mejor abogado que había conocido —tomando en cuenta que mi padre también lo era— pero no había sabido nada de él desde que me mude solo. Así le importaba a mi familia, ninguna carta, correo o llamada telefónica, nada. Tal vez habrían leído de mí en algún periódico local o por la radio o tv.

Justin Bieber, un joven de 22 años acusado y arrestado por violar a una menor de edad.

Conociendo a mis padres, mi madre debe de haber sentido arcadas al oír la noticia y mi padre a de haber maldecido mientras gritaba que ya no tenía hijo —no tenia hijo, porque nunca me llamaban— estaba solo, a parte de mi abogado, claro, y si todo funcionaba como lo planeábamos, muy pronto también Cailin estaría conmigo y volveríamos a ser los de antes. Los chicos que se sonreían sin razón alguna, los que reían torpemente al encontrarse con la mirada del otro, los que salían a escondidas de Alex solo para poder pasar tardes inolvidables —aunque eso último si quisiera cambiarlo.—

—De acuerdo Justin, hemos tenido suerte hasta ahora. La jueza a aceptado que reabramos el caso. Y eso es magnífico, pero debes saber que aún queda trabajo, ya sabes, debo consultar la nueva fecha y reunir a los testigos y al demandante.— hizo una pausa.— Sabes que no será fácil.

—Lo sé.

—Pero no imposible.— me sonrió.— Espero que esta vez nos vaya mejor.

—Señor Connor.— lo llame nervioso, luego de soportar unos minutos de silencio.

—Dime.

—Estaba pensado, bueno, si el juicio no sale como planeamos, yo, a mí me gustaría tener una charla con Alex. Al final del juicio, claro. ¿Eso sería posible?— mordí mi labio inferior mientras esperaba respuesta a mi pregunta.

El señor Connor frunció el ceño, se quedo pensando por algunos minutos, que yo personalmente sentí como horas. Detuvo su mirada en algún punto de la pared y luego la dirigió de nuevo a mí.

—Una plática luego del juicio, parece difícil.

—Yo solo quiero aclarar las cosas con él, decirle mi punto de vista, pedirle perdón de alguna manera, la verdad es que si el juicio sale mal, jamás los volveré a ver, ni a Cailin ni a Alex. Yo solo no quiero que él se quede con una mala idea de mi.— dije con el rostro bajo.

Alex había sido mi amigo de toda la vida, literal, nos conocemos desde que ambos usábamos pañales. Fuimos juntos hasta a maternal. Era mi mejor amigo, aunque el ya no me quisiera cerca y pasase lo que pasase el siempre lo seguiría siendo. Alex era como un hermano para mi, el que nunca había tenido, éramos uña y mugre, prácticamente sabíamos todo el uno del otro -bueno, casi todo- a decir verdad, si las cosas no salían bien, iba a extrañar a Alex, aunque él hubiera sido el causante de que estuviera tras las rejas, igual iba a extrañarlo, porque era mi mejor amigo, mi hermano. Y de alguna manera mi cuñado.

—Es difícil lo que pides Justin.— el señor Connor elevó una ceja.— Pero creo que si es posible que te consiga esa charla.

Y una sonrisa se formó en mi rostro. Me hacía falta sonreír un poco.

(*)

Alex.

Solté otro enorme suspiro mientras me servía el quinto trago de vodka. Eran aproximadamente las dos de la mañana y yo estaba bebiendo como desquiciado y es que consideraba que tenía derecho y razón para hacerlo, ya no resistía mas, eran demasiadas cosas y yo no las soportaría todas.

Hace una semana Cailin se había ido a la clínica de rehabilitación, hace una semana había venido la idiota de Beatles a preguntar por ella, y hace una semana había cometido un gran error, que estaba considerando, era el segundo error más grande de mi vida.

Tenemos que hablar me había dicho Zoella en medio de la sala. Me había sentado —o más bien tirado— en el sofá para escucharla o tratar de hacerlo. ¡La muy maldita había venido a reclamarme por haber demandado a Justin! ¿Acaso eres idiota? le había preguntado ya muy exaltado, la verdad me había cabreado. ¿Como podía reclamarme por eso? Yo lo había hecho para proteger a Cailin, punto. Pero Zoella no parecía pensar lo mismo.

Se había puesto como loca, con las manos se jalaba el cabello en señal de frustración, mientras que de su boca no paraban de salir maldiciones y cosas como que Justin amaba a Cailin sobre todo y que él jamás le haría daño, Zoella no sabía nada de lo que Justin le había dicho a mi hermana. Se lo había contado todo, palabra por palabra y ella abrió los ojos desmesuradamente para luego negar con la cabeza.

Miente me había dicho. Él solo lo hizo para proteger a Cailin.

Estaba demente. Eso no podía ser posible, pero Zoella parecía seguir sin entender, así que empecé a decirle que dejara de defender a Justin, que él no valía la pena y que ya estaba tras las rejas. Eres un injusto hijo de puta me había contestado parándose frente a mí mientras yo lo hacía también. No es posible que alguien mayor se enamore de una niña le dije de igual manera, retándola con la mirada, mirando fijamente sus ojos. Grave error.

Es posible.

No lo creo.

¿Y si tú te enamoraras igual?

Estás loca, no hables demencias Zoella.

¿Qué pasaría si te enamoraras de mí?

El cuerpo me tembló solo de recordar esas palabras, ya había pasado una semana y yo aun no lo superaba, y es que no había sido solo eso, no, Zoella quería aclarar su punto —y lo hizo— me tomo por el cuello y con fuerza que no creía que ella poseyera me apego a ella en forma de un beso. Intente separarme
—juro que lo intente— pero no se sentía mal.

Oh no, no quería pensar en eso, pero mi mente me jugaba bromas.

Había saboreado toda su cavidad vocal con mi lengua.

Silencio.

Baje mis manos a su espalda y las cole debajo de su camisa.

Cállate.

La había tocado más de lo que debería esa noche.

¡Basta!

Arroje la botella de vodka hacía la pared, puse los codos sobre la mesa y enterré entre mis manos mi cabeza. Solo el recuerdo me producía nauseas. Me había dejado llevar, la había tocado y me habría encantado seguirlo haciendo, pero esto estaba mal, muy mal. Afortunadamente mi cerebro reacciono y me obligó a parar la situación, hice mi mayor esfuerzo y espantado avente a Zoella y esta casi cae de bruces al suelo.

Vete. le había susurrado.

Ella solo me había mirado directo a los ojos, había abierto sus labios un par de veces como queriendo decir algo, pero algo no se lo permitía, al final termino por asentir levemente y se fue. Sin decir nada, la muy idiota.

Lancé un último suspiro antes de subir a la habitación y dormir por unas veintidós horas.

—Ahora sí es oficial, me estoy volviendo loco.— me dije a mí mismo.

Dulce Pecado ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora