Capítulo 7: Sangre Real

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Capítulo 7: Sangre Real





Sacramentum, 20 de diciembre de 1.809 CIS (Calendario Imperial Solar) – 10 años antes





—¿Y dice usted que es de Ballaster? —preguntó Florian, fingiendo un interés que no sentía. Con tal de estar bajo techo, calentito y con una taza de café humeante entre manos, habría hecho cualquier cosa.

—De Darrenfort, sí —confirmó el padre Kyburn—. Hace ya muchos años que lo dejé, probablemente antes de que ninguno de vosotros nacierais. Guardo un buen recuerdo.

No pude evitar sonreír cuando Florian fingió quedarse dormido al cruzarse nuestras miradas. La conversación era interesante, la verdad, y más después de más de una semana perdidos en aquellas gélidas montañas, pero tal era el cansancio que todos arrastrábamos que era complicado no dejarse vencer por el peso de nuestros párpados.

Lambert, que en aquel entonces se había convertido en el centro de atención del sacerdote por sus preguntas, tuvo que apretar los dientes para aguantarse la risa al vernos.

—¿Y por qué alguien dejaría Ballaster para ir a Throndall, padre? —preguntó Fynch con auténtica curiosidad, atento a todas y cada una de las palabras del párroco.

De todos los caballeros piloto de la Aurora Titus Fynch era el más ferviente seguidor del culto solar, por lo que poder conversar con alguien como Kyburn era para él poco menos que un regalo del Sol Invicto. Para mí, que le pisaba los talones en cuanto a fervor religioso era, sin embargo, una auténtica tortura. Necesitaba descansar, y ahora que sabía que aquella noche lo haría en un colchón, no podía evitar fantasear con ello.

—Simplemente me dejé guiar por los designios del Sol, señor Fynch. Siendo joven, en mi época de párroco en Darrenfort, fui bendecido con una señal del Sol Invicto. Mi lugar no estaba allí, sino en el corazón de Throndall, allí donde devotos como Mikken, el jovencito al que habéis salvado, y otros tantos me necesitaban, así que reuní a mis fieles y unidos viajamos al país salvaje para fundar nuestra ciudad santa. Queríamos que fuese un santuario para los creyentes y un foco de Luz en mitad de tanta Oscuridad... algo impensable ya de por sí, y más cuando los norteños no estaban dispuestos a cedernos sus tierras, pero que con el tiempo y mucho esfuerzo conseguimos.

—¿Cómo lo hicieron? —preguntó Lambert, intrigado—. ¿Acaso no les atacaban? Disculpe, padre, ¿pero le importa si le hago una entrevista en profundidad? Una ciudad santa en mitad de Throndall... ¡Esto es increíble! Me cuesta creer que Alaric no haya enviado aún a sus hombres para borrarlos del mapa.

Profundamente satisfecho, el párroco dejó su taza de cerámica en la bandeja para acercarse a un cuadro pintado a mano en el que aparecía una imagen del Sol Invicto a lomos de un caballo, alzando su espada sagrada hacia el cielo. Tenía un grito en la garganta y esperanza en los ojos.

—Cuesta de creer, sí —admitió el párroco—, pero nuestra mera existencia es la prueba de que es real. El Sol Invicto nos protege tras estos muros, caballero. Han intentado atacarnos en varias ocasiones, sí, pero nunca han podido atravesar nuestras murallas. Aquí estamos seguros y, ahora que habéis llegado vosotros, mucho más que nunca.

—Bueno, bueno, nuestra estancia va a ser meramente temporal —intervino Florian. Dejó la taza en la mesa y se puso en pie—. Un par de días, como mucho. Ahora, si es tan amable, padre Kyburn, ¿podría decirnos dónde tiene ese sistema de comunicaciones del que hablaba antes? Debemos contactar con el campamento base lo antes posible.

Nos pusimos todos en pie, dando por finalizada la conversación. El párroco podría haberse pasado toda la noche hablando, reflexionando sobre aquella extraña ciudad suya, pero el cansancio nos tenía al límite. Necesitábamos recobrar fuerzas.

Nyxia De ValefortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora