Capítulo 29: La verdad que nadie conoce

848 65 18
                                    

Capítulo 29: La verdad que nadie conoce

Restaurante "Palladium", 13 de septiembre de 1.811 CIS (Calendario Imperial Solar) – 8 años antes



—¿Y qué era eso que me tenías que contar, Janus? Para que tú invites debe tratarse de algo muy, muy grande. ¿Te han ascendido?

—Ten paciencia, Magnus. Ya te he dicho que lo bueno se hace esperar.

Pero no aquella noche. Recorrí los últimos metros que me separaban de la mesa, situándome silenciosamente tras la silla de Magnus Belic, y le tapé los ojos con las manos. Aquel gesto puso en completa tensión al pretor, que rápidamente se puso en pie, pero no se giró. En lugar de ello palpó mis dedos, mis muñecas y antebrazos y, acelerándose aún más su corazón al reconocerme, me apartó las manos. Sus ojos se iluminaron al volver la vista atrás y encontrarse con los míos.

—¡Nyxia! —exclamó con emoción.

—¡Te dije que valía la pena esperar, Magnus! —rio el cronista.

Magnus me abrazó con fuerza, con sentimiento. Hacía dos años que no nos veíamos, desde el final de la campaña de Throndall, pero durante todo aquel tiempo, salvo los últimos meses que había pasado en el Palacio de Verano, habíamos estado en contacto por carta.

—Sol Invicto, Nyxia —dijo tras besarme con nerviosismo las mejillas. Tomó mis manos y besó también el dorso, mirándome con los ojos encendidos—. ¡No sé ni qué decir! Estás... estás...

—Más morena —intervino Janus, poniéndose en pie para saludarme con un rápido beso en la mejilla—. Está cambiada, sí, pero sobre todo más morena. Ayer, cuando apareció de repente en mi despacho después de dos años de ausencia, fue lo primero que te dije, ¿verdad?

Respondí con una carcajada y tomé asiento entre ambos, en la silla que me había guardado Janus. Ciertamente, había sido lo primero que el cronista había notado. Dos días atrás me había enterado de que mi querido amigo cronista había sido nombrado director del Archivo Militar Imperial y había acudido a su encuentro. Dado que iba a pasar una temporada en Hésperos quería rodearme de mis amigos, así que ellos no podían faltar.

—No he vuelto a tener un escudero tan apasionado como tú, Magnus —bromeé, tomando de nuevo su mano cuando me la tendió por debajo de la mesa. Entrelazamos los dedos con cariño—. Me dijo mi hermano que le llamaste hace poco...

—¡No respondías a mis cartas! —exclamó—. Empecé a preocuparme por ti. Después me enteré de que estabas trabajando para Lucian y pensé que quizás podría irte a ver a Solaris, pero me temo que no he logrado que me den ningún permiso. Ahora trabajo como supervisor en la Ciudadela.

—¿De veras? ¿En la cárcel? —Parpadeé con perplejidad—. ¿Y eso es bueno?

—¡Magnífico! —dijo con satisfacción—. Es un muy buen ascenso. Trabajar en la Unidad Hexet era intenso, pero necesitaba un cambio. Ahora soy feliz haciendo lo que hago. Y ahora que tú estás aquí... —Intentó disimular la sonrisa, pero no lo consiguió—. Me alegro mucho de volver a verte, Nyxia, en serio.

Yo también me alegraba. Aunque apreciaba a Héctor Fern y me gustaba compartir apartamento con él, lo cierto era que necesitaba un poco de mi antigua vida para poder llegar a sentirme algo más cómoda en la gran ciudad. Hésperos era tan distinta a Vespia que era complicado adaptarse a aquel intenso ritmo de vida.

Por suerte, mis dos amigos se convirtieron en el oasis en mitad del desierto que tanto necesitaba. Conversamos durante horas mientras cenábamos, disfrutando los unos de los otros, y seguimos con nuestra charla en uno de los bares del centro de la ciudad, cerca de donde me alojaba, en el Hyperion.

Nyxia De ValefortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora