Capítulo 8: La Gran Duquesa de Ballaster

991 74 41
                                    

Capítulo 8: La Gran Duquesa de Ballaster



Alrededores de Thaalbern, 12 de enero de 1.809 CIS (Calendario Imperial Solar) – 10 años antes



Corría con las pocas fuerzas que me quedaban, levantando la nieve a mi paso. Estaba hundida hasta las rodillas, con la ventisca golpéandome el rostro. Empujándome. Aullándome al oído. Huía. No sabía hacia dónde, pero escapaba. Los árboles surgían de entre la tormenta obligándome a esquivarlos, sumergiéndome aún más en el océano blanco que me rodeaba. Tenía los huesos calados y la garganta ardiendo; la sangre bañaba mi cuerpo y mis manos. Ya no me quedaban balas. Ya no me quedaban fuerzas.

Alguien gritó mi nombre en algún lugar. Vestein, quizás, o mi propia desesperación. Ya no lo sabía. Podía oír sus pasos persiguiéndome, sus voces martilleando mi cabeza, sus manos cerrándose alrededor de mi cuello...

Surgieron dos de ellos entre la ventisca, persiguiéndome. Sus pies volaban sobre la nieve. Sus sombras se proyectaban sobre mí, convirtiendo sus brazos desnudos en armas letales.

Aceleré el paso. El corazón me latía a tal velocidad que creía que me iba a estallar; mis pulmones inspiraban y expiraban el aire, congelando mi garganta con cada bocanada. Me dolía la boca de tanto apretar los dientes...

Uno de ellos se abalanzó sobre mí y me derribó. El golpe me dejó sin aire. Intenté escapar, pero el peso del norteño cayó sobre mí, volviendo a hundirme la cara en la nieve. Cerró sus manos enguantadas alrededor de mi cabello y de un tirón me puso de espaldas al suelo. Creí que me partiría las costillas al sentir su peso caer sobre mi pecho. Lo vi recortado contra la tormenta, con la larga cabellera rubia llena de rizos enmarcando un rostro de piel pálida. Ojos grandes, bigote frondoso... y su puño hundiéndose en mi rostro. Una vez, dos, tres. Perdí la cuenta. Cerró sus grandes manos alrededor de mi garganta y apretó, cortándome la respiración.

Pasaron los segundos...

Arranqué el único arma que me quedaba, un pequeño cuchillo curvo que llevaba colgado del cinto, y lo hundí con todas mis fuerzas en su espalda, arrancándole un grito de dolor. El norteño me soltó y arqueó el cuerpo, con la sangre ya bañando su ropa. Inmediatamente después, me giró el rostro con un brutal puñetazo.

La boca se me llenó de sabor metálico. Aspiré con fuerza, llenándome los pulmones de nuevo de aire, e interpuse el brazo cuando trató de volver a golpearme. Mis huesos crujieron ante el impacto, pero no llegó a romperlos. Gritó algo fuera de sí y volvió a alzar el puño. Inmediatamente después, viendo un rayo de luz colarse entre los árboles e iluminar su rostro enloquecido, hundí el cuchillo en su garganta.

Su peso volvió a caer sobre mí, pero esta vez no logró retenerme. Lo aparté con rapidez, con su gorgoteo tronando en mi mente, y me incorporé para seguir corriendo. La ventisca no me dejaba ver qué me aguardaba más allá del manto de nieve, pero no importó. Tenía que escapar. Tenía que huir como fuese...

Y de nuevo alguien gritó mi nombre.

Quise girarme y buscar su voz. Quise acudir a su encuentro en busca de su protección... quise escapar, pero no lo logré. Algo me golpeó la cabeza y la oscuridad se cernió sobre mí.



El traqueteo de unas ruedas sobre el terreno se mezclaba con la voz de Florian. Mi decurión me pedía que tuviese cuidado, que no mirase nunca atrás... pero sus palabras quedaban eclipsadas por las de otros hombres hablando entre sí. Edificios tras una muralla de piedra... y árboles más allá del cristal de una ventana. El techo de un vehículo acorazado, la mirada de preocupación de mis compañeros al alejarme... el mapa sobre la mesa. El despacho, el ascensor... las salas llenas de tanques de contención. Kyburn... De nuevo el traqueteo del de las ruedas, Lambert temblando de miedo y Florian de brazos cruzados. Duda. Pregunta. Escucha. No me cree. No nos cree... no hay otra solución. DeLymse y Wolfgard en mitad de la tormenta, asegurando la huida junto a la entrada del pueblo. Junto a su muralla.

Nyxia De ValefortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora