Capítulo 18: Sururros en la noche

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Esta noche es la más especial del año en España. Tenemos la tradición de que cada año, en esta fecha, los Reyes Magos vienen de visita por la noche y dejan regalitos a toda la familia. Lógicamente, este año con Claudia ya a tope con sus "terrible two", va a ser intenso... ya hemos trazado un plan para poder atracar a sus majestades los Reyes Magos y conseguir un buen botín :D Si mañana aparece una mamá, una niña y un husky delincuentes en los periódicos rodeadas de regalos, ya sabéis, ¡somos nosotras! Jajajaja

Espero que disfrutéis la noche y que os traigan muchos regalos los Reyes ^^


Un beso.



Capítulo 18: Susurros en la noche



Sacramentum, 18 de enero de 1809 CIS (Calendario Imperial Solar) – 10 años antes



Entramos en Sacramentum, abriéndonos paso a sangre y fuego a través de cada una de sus calles. Paso a paso, haciendo frente no solo a los soldados de Kyburn, sino también a sus civiles, a sus ancianos, a sus mujeres y a sus niños. Nos enfrentamos con todos aquellos que intentaron frenarnos, armados con cuanto tenían a mano, desde pistolas a botellas, y no nos detuvimos hasta que apareció la catedral recortada contra la lejanía. Aquella maldita catedral donde los secretos más oscuros del párroco se habían mantenido ocultos hasta entonces.

Sufrimos la estrechez de las calles de Sacramentum. Con Florian Gelt a la cabeza, la Aurora avanzó calle a calle sin que sus miembros dejásemos de disparar ni de blandir nuestras armas cuerpo a cuerpo, hasta que una serie de explosiones hicieron saltar por los aires a varios de nuestros striders, incluido el mío. No recuerdo cómo sucedió, pues cuando recuperé la consciencia estaba en el suelo, tirada entre los escombros, pero jamás olvidaré el calor en la cabina, los gritos a través del canal de radio y el crepitar del cristal al romperse.

Y el desgarrador aullido de dolor de mi querido amigo Alexander Tiberian cuando lograron sacar a Florian Gelt de lo que quedaba de su strider.

No estaba muerto, o al menos eso dijo Magnus al agacharse a su lado y comprobar su pulso. Yo, por desgracia, no llegué a escucharlo. En shock tras haber sobrevivido a una explosión que de haberse producido unos segundos más tarde me habría arrebatado la vida, apenas era consciente de lo que sucedía a mi alrededor. En mi mente solo había disparos, fuego y sangre; odio, niños enarbolando armas y muerte. Mucha muerte. Calles teñidas de rojo, cadáveres y la voz de Kyburn.

Aquella maldita voz que retumbaba sin cesar en mi mente, contaminándola, envenenándola.

—¡¡No!! —gritó Magnus al ver que Orpheus Serra, Alexander Tiberian y yo salíamos corriendo hacia la catedral—. ¡No lo hagáis! ¡Esperad! ¡Espe...!

Mi querido Magnus, ojalá te hubiésemos escuchado. Ojalá hubiésemos logrado pensar con frialdad y detenernos antes de cometer el que sería uno de los peores errores de nuestras vidas. Por desgracia, no pudimos. Corrimos con todas nuestras fuerzas, con más fuerza de la que habíamos tenido jamás, y no nos detuvimos hasta que irrumpimos en la catedral tras ascender el tramo de escaleras que conectaba con su entrada principal.

El escondite de Kyburn hedía a locura y maldad.

—¿¡Dónde estás!? —gritó Alexander fuera de sí, mostrando una faceta que chocaba por completo con su habitual tranquilidad—. ¿¡Dónde estás, maldito cabrón!?

Nyxia De ValefortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora