Capítulo 2: Operación Togarov

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Capítulo 2: Operación Togarov



Cervecería "El Molino", Vespia, 8 de diciembre de 1808 CIS (Calendario Imperial Solar) – 11 años antes



—Esperad, esperad, está a punto de entrar... tres, dos, uno... ¡¡Felicidades!!

El estruendo de aplausos y gritos logró que al siempre recto y correcto Víctor Leyde le temblasen hasta los zapatos. No le gustaban aquel tipo de fiestas sorpresa, y mucho menos ser su víctima, pero después de enterarse de que aquel año cumplía cuarenta años, al decurión Florian Gelt no le había quedado más remedio que organizar a sus caballeros del Escuadrón Aurora y prepararlo todo.

—¡Sois unos cabrones! —exclamó Víctor tras ser alzado en vilo por Ross Wolfgard. Mi buen amigo lo zarandeó con toda su fuerza bruta, como si de una muñeca se tratase, antes de lanzarlo a los brazos de Hellerbach, que lo cogió al vuelo. El segundo al mando del escuadrón le frotó el pelo con los nudillos—. ¡Eh, eh! ¡Que me dejas calvo!

—¡Cosas de la edad, amigo mío! —exclamó Florian.

Y se subió a la mesa. Porque no había celebración que se dignase del Escuadrón Aurora que no empezase con el flamante Florian Gelt subido a algún tipo de superficie, soltando uno de tantos discursos.

Eric DeLymse se apresuró a tenderle su jarra de cerveza a modo de micrófono.

—Ejem, ejem, caballeros de Ballaster, amigos, amigas... —Florian paseó la mirada por toda la sala, fingiendo estar ante una marea de gente. En realidad, sin embargo, habíamos reservado uno de los saloncitos para no molestar al resto de los clientes con nuestros gritos—, es para mí un placer que estéis todos aquí. Como ya sabéis, un día como hoy, hace cuarenta años, la señora Leyde decidió traer al mundo a un buen tipo. Un hombre valiente, arrojado, listo como un zorro y a veces estirado de cojones, pero un buen hombre después de todo. Un amigo... un compañero sin igual. Compañeros, levantad vuestras jarras y brindemos. ¡Esto va por ti, Víctor!

Obedientes, mis compañeros alzaron sus cervezas, yo mi copa de vino, y gritamos a pleno pulmón un estruendoso "felicidades" con el que logramos que todo el edificio temblase. Emocionado, Víctor hizo ademán de dar las gracias, pero no le dejamos. Alexander Tiberian le cogió de un brazo, Ross Wolfgard por el otro y lo inmovilizaron contra la mesa.

Temiéndose lo peor, Leyde empezó a patalear.

—¡¡Soltadme!! ¡¡Soltadme, cabrones!! ¡¡El traje es nuevo!!

—¡No habértelo puesto!—exclamó Ross—. ¡Esto es lo que hay!

Florian se bajó de un salto de la mesa y se acercó a mí. Hincó la rodilla en el suelo, ceremonial, y extendió los brazos. Le encantaban aquellas tonterías.

—Señorita De Valefort...

Teatral, como si de una gran sacerdotisa me tratase, hice el señal del Sol Invicto y tomé la botella de whisky que el padre Titus Fynch había bendecido horas atrás en la catedral. La alcé al cielo, musité una oración y se la entregué. Ya en sus manos, Florian le quitó la descorchó y alzó triunfal, como si del mayor tesoro se tratase. Se acercó con paso solemne hacia Víctor, que tan pronto vio su expresión perversa no pudo más que echarse a reír, y se plantó delante.

—¡Eres un cabrón, Florian!

—¡Sol Invicto, bendice a este maldito diablo con cuarenta años más de vida! —gritó el decurión, fingiendo no escucharle—. ¡Bendice...!

Nyxia De ValefortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora