Capítulo 25: Solaris, la ciudad de la Esperanza

801 68 8
                                    


Palacio de Verano de Delphys, 8 de agosto de 1.811 CIS (Calendario Imperial Solar) – 8 años antes



—Lo siento, pero no lo entiendo. ¿Por qué tengo que hacerme esas pruebas?

—Son solo exámenes médicos, Nyxia, no tienes de qué preocuparte.

—¡Exámenes médicos y psicológicos! ¿Qué sucede? ¿Duda de mí? Llevo más de dos semanas trabajando a diario con ese instructor que me ha puesto, el señor Claudio Vorenus. Me paso más de doce horas al día entrenando con él, recibiendo un golpe tras otro, y no me he quejado. ¡Los primeros días ni tan siquiera podía moverme de cuánto me dolía el cuerpo! Pero no he dicho nada. Quiere que aprenda a defenderme, pues lo hago, sin problema, sin quejas. Sin embargo, esto ya es otra cosa. Ryma Belmont dice que son pruebas ordinarias, pero sé que miente. ¿Desde cuándo unas pruebas médicas ordinarias están supervisadas por magi? No oculto nada, general, pero...

Lucian rio al otro lado de la línea telefónica, divertido ante mi enfado. Hacía dos semanas que no nos veíamos, pero habíamos estado en contacto. Al parecer, el Emperador Konstantin le necesitaba en Hésperos. Desde entonces me había quedado sola en el Palacio de Verano, disfrutando de las comodidades de la residencia durante las pocas horas en las que el señor Vorenus me dejaba libertad. El resto del tiempo, muy a mi pesar, lo pasaba encerrada en el gimnasio, aprendiendo cuanto podía del arte de la lucha cuerpo a cuerpo y la esgrima.

Vorenus decía que veía potencial en mí, que cuando acabase con sus clases podría hacer frente a un pretor, pero yo tenía mis dudas. Por muy intensas que fuesen sus lecciones, nunca podría compararme a ninguno de ellos. Fallaba la base.

—Ya sé que no ocultas nada —exclamó Lucian en tono divertido—. Si realmente creyese que me escondes algo, no te habría elegido, ¿no crees?

—¿Entonces a qué viene esto?

—Simplemente necesito saber que eres "perfecta" para lo que tengo en mente, Nyxia. Has sido elegida para formar parte de algo muy grande, algo que probablemente cambie el rumbo de la historia de Albia, y necesito asegurarme de que estás preparada para soportarlo.

—¿Perfecta? —Casi tan confusa como agobiada tras haber pasado toda la jornada encerrada, abrí la puerta de la terraza de mi habitación y salí al balcón para respirar la brisa marina. Ante mí, el mar devoraba la costa con voracidad, mucho más revuelto de lo habitual—. ¿Perfecta para qué? Lucian, agradecería que me explicase de una vez por todas lo que está pasando. Esto es... es... —Me apoyé en la barandilla para contemplar la playa—. Es muy raro.

Alguien llamó al general. Desconocía dónde se encontraba, pero por el volumen de voces de fondo supuse que debía ser algún tipo de reunión o recepción. Lucian tapó el auricular por un instante y respondió algo que no llegué a escuchar. Poco después, volvió a hablar.

—Nyxia, tengo que irme. Confía en mí, ¿de acuerdo? Simplemente hazlo, en cuanto vuelva te lo explicaré todo.

—Ya, ¿y cuándo se supone que va a volver? —pregunté, dándome por vencida—. Decía que el viaje duraría solo una semana, y...

—Muy pronto. Con suerte, en dos días estaré por allí. Ten paciencia. Nos vemos pronto.

Finalicé la llamada y lancé el dispositivo al interior de la habitación, sobre la cama. Tenía lo que restaba de tarde libre y quería aprovechar para disfrutar un poco de la playa. Descendí las escaleras hasta pisar la arena, me aseguré de estar sola y, una vez frente al mar, me quité la ropa, prenda a prenda. Hacía unos días que fantaseaba con bañarme desnuda, pero no me había atrevido hasta entonces por pudor. Después de la conversación, sin embargo, ya me daba todo igual. Acerqué el pie para comprobar la temperatura y me adentré en el agua con lentitud, respetando la virulencia de las olas. Una vez dentro, me hundí hasta el cuello, extendiendo los brazos en cruz para disfrutar de la fuerza del océano. Su rugido era música celestial para mí.

Nyxia De ValefortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora