Capítulo 20: El vuelo de las águilas
Palacio Imperial de Hésperos, 12 de febrero de 1.809 CIS (Calendario Imperial Solar) – 10 años antes
La recepción se celebraba en el gran salón, al otro lado de las cristaleras tras las cuales nos encontrábamos, disfrutando de la cálida mañana albiana. Hacía un mes que habíamos dejado la ciudad de Sacramentum, pero aún sentía su frío gélido clavado en lo más profundo de mis entrañas.
Un mes. Era fácil decirlo. Después de la última batalla habíamos tardado tres semanas en regresar a tierras albianas. Un periodo largo y duro en el que, aunque la campaña había acabado, el pesar de lo ocurrido apenas nos había permitido conciliar el sueño. Aquellos que habíamos sufrido Sacramentum habíamos quedado marcados, y de entre los miembros de la Aurora yo era la que mayor carga arrastraba. Había visto y vivido demasiado como para no tener pesadillas.
Pero la Luz del Sol Invicto estaba logrando calmar mis heridas y poco a poco estaba recobrándome. No pasaba día en el que no recordase la muerte de Orpheus o visitase a mi buen amigo Alexander Tiberian en el hospital donde seguía ingresado en coma inducido, pero el tiempo estaba logrando serenarme. Todo lo ocurrido bajo la catedral empezaba a ser algo confuso en mi memoria a excepción de una cosa: aquella maldita columna de luz. Su color púrpura había quedado grabado en mi retina con tal fuerza que a veces tan solo necesitaba cerrar los ojos para recordarla.
—Eh, De Valefort, ¿nos estás escuchando? Sol Invicto, ¿otra vez?
Otra vez, sí. Aquella era la tercera vez que Ross Wolfgard me hablaba y no le respondía. No lo hacía a propósito, al menos no aquel día, pero no podía evitarlo. A petición expresa del príncipe Doric, aquella mañana la Aurora había participado junto al resto de la cohorte en el desfile de la victoria en Hésperos, y el reencuentro con los legionarios había revuelto mis emociones.
—¡Nyxia! —insistió al ver que no respondía—. Por tu alma, ¡para!
A su lado, Eric DeLymse forzó una sonrisa tensa. Apoyó la mano sobre el hombro de su mejor amigo y lo presionó con suavidad, tratando así de rebajar su estado de tensión. Desde lo de Sacramentum, Ross perdía los nervios con mayor facilidad de lo habitual.
—No seas así, hombre. Nyx apenas duerme últimamente. Tiene la mente demasiado ocupada, supongo. Me pregunto en qué andarás pensando, amiga mía... o mejor dicho, ¡en quién! He visto antes a tu nuevo amigo, ese tal Magnus Belic, y no te quitaba la vista de encima. Yo diría que quiere charlar contigo pero no se atreve.
—¿Magnus?
Volví la mirada hacia el interior del salón, donde efectivamente se encontraba el joven pretor charlando animadamente con un legionario. Como de costumbre, Magnus reía con esa alegría suya tan característica.
—No me había dado cuenta.
—¿Ah, no? —replicó Wolfgard, que rápidamente se cruzó de brazos para mirarme con una fingida expresión de desconfianza—. ¿Estás segura de que no es en ese culo helado en el que estás pensando? Ten en cuenta que mañana volvemos a Vespia y puede que no vuelvas a verlo. Si yo fuera tú, no dejaría escapar la ocasión.
—¿Dejar escapar la ocasión? —repetí, y puse los ojos en blanco—. No te lo tomes a mal, Ross, pero no tienes ni puñetera idea de lo que estás hablando. No pensaba en él. Ni en él ni en nadie en concreto. Simplemente...
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Nyxia De Valefort
FantasíaOcho años después del final de la guerra que cambió el destino de Albia, aquellos que fueron expulsados de su patria están preparados para volver. Ha llegado el momento del regreso del Nuevo Imperio y Nyxia De Valefort está lista para reclamar de nu...