Capítulo 10: El Gran Duque de Ballaster

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Capítulo 10: El Gran Duque de Ballaster



Campamento de la Legio Vulcana, 14 de enero de 1.809 CIS (Calendario Imperial Solar) – 10 años antes



—Ayer no tuve tiempo de presentarme, disculpa, soy Loder Hexet, encantado.

—Nyxia De Valefort.

—Lo sabía. De hecho, ¿acaso hay alguien que no lo sepa? —Los labios del centurión de la Casa del Invierno se curvaron en una sonrisa—. El general me ha informado de que te vas a unir a su guardia personal. Sé bienvenida.

Loder y yo nos presentamos oficialmente bajo el cobertizo donde aguardaba mi strider tras haber sido reparado. Aquella misma mañana nos habíamos puesto en marcha de nuevo, y tras dejar la planicie donde habíamos pasado la noche nos habíamos internado en los desfiladeros que había al sur del Thaalbern, ganando bastante terreno a las hordas de Alaric.

Y había sido precisamente durante uno de los altos en el camino cuando uno de los mecánicos de mi Tyranus había acudido a mi encuentro para informarme de que al fin la máquina de guerra volvía a estar operativa.

—Gracias —respondí, acompañándole ya al interior del entoldado. En la lejanía, con los estandartes ondeando con el viento de Throndall, mi strider aguardaba mi llegada en compañía de un joven pretor al que pronto conocería—. Eres el líder de la guardia, ¿verdad?

—El centurión de la unidad, sí —aclaró él, dedicándome una sonrisa tensa—. La guardia personal del general está compuesta por pretores, Nyxia. A excepción de ti ahora, claro, así que se podría decir que soy el líder en parte. Yo no soy tu jefe.

—No te hace la más mínima gracia que esté ahí, ¿eh? —respondí, incapaz de reprimirme. En las últimas horas había recibido tantas muestras de desprecio que aquella fue la puntilla definitiva para explotar—. ¡Pues es lo que hay, centurión! Te guste o no...

Sorprendido, Hexet se detuvo en seco, obligándome a frenar. Fijó sus ojos en mí, con una fría mirada llena de intensidad, y alzó el dedo índice a modo de advertencia.

—No te equivoques, Nyxia. Si el general te quiere con nosotros, seas pretor o no, yo también, así que déjate de tonterías. Soy sincero cuando digo que eres bienvenida.

Quise creerle. Intenté hacer el esfuerzo de confiar en sus palabras... pero no lo conseguí. Los desprecios de los hombres de Doric Auren me habían afectado mucho más de lo que creía.

—¿Hablas en serio o te obligan a decir eso? —insistí con desconfianza.

—Oh, vamos, ¿de veras crees que alguien puede obligar a un centurión a hacer algo que no quiere? —dijo, y negó suavemente con la cabeza, relajando la expresión—. Tranquilízate, Nyxia De Valefort, conmigo estás a salvo. No voy a permitir que nadie te ponga en duda ni te cuestione. Y ahora, si eres tan amable, acompáñame, he oído que necesitas un copiloto. ¿Qué ha pasado con ese norteño con el que viajabas? ¿Te ha dado plantón?

Loder no necesitó más para hacerme sentir parte del equipo. El centurión era un hombre distante y misterioso, frío incluso en según qué ocasiones, pero en aquel entonces tal fue la calidez que sentí a su lado que el peso de la ausencia de la Aurora empezó a mitigarse. Tardaríamos más o menos, pero sabía que aquellos hombres me ayudarían a salvarlos.

Juntos acudimos a los pies de mi máquina de guerra, donde el pretor de la casa del Invierno que había visto al llegar nos recibió con una sonrisa en el rostro. Se trataba de un hombre muy joven, de poco más de veinte años, alto y atlético. Sus ojos, que en aquel entonces brillaban con entusiasmo, eran de color miel y su cabello castaño. Vestía de gris y plateado como su superior y, aunque en su expresión había serenidad, lo más profundo de su ser irradiaba entusiasmo.

Nyxia De ValefortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora