Capítulo 37: Las dos Albias

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Capítulo 37: Las dos Albias

Palacio del Despertar, Solaris, 01 de noviembre de 1.819 CIS



—¿Por qué aceptaste veros a solas?

—Me apetecía. ¿Qué puedo decir? Me cayó bien. En ningún momento pensé que pudiese llegar a suceder nada extraño entre nosotros. Me llamaba la atención, por supuesto, pero yo era leal a mi marido.

—Ya, claro, nadie lo duda. Eres una de las mujeres más formales que conozco... un poco tonta, incluso. Pero bueno, volviendo al tema, ¿puedo preguntar qué pasó?

—Eres un poco cotilla, ¿eh?

Le guiñé el ojo y me puse en pie para alejarme unos pasos del banco de piedra donde llevábamos un rato charlando. Aquella mañana el Sol brillaba con especial fuerza, como si después de tanto tiempo oculto quisiera recuperar el tiempo perdido. Era de agradecer. Tras la gélida temporada que nos había tocado vivir, las cosechas habían sufrido enormemente. El que ahora el tiempo acompañase no aseguraba nada pues la producción de aquella estación estaba perdida, pero al menos nos permitía plantearnos el futuro a corto plazo. Con ganar una guerra no bastaba: tenía que asegurar la supervivencia de mi pueblo, y para ello era básico que tuviesen algo con qué llenar sus estómagos.

—Nada digno de mención. Harkon y yo nos vimos en la Residencia Luvert al siguiente anochecer. Charlamos, cenamos y después volví a Caernawen, poco más.

—Ya... ¿así de simple?

Me hubiese gustado poder responder que sí, que no había habido nada más reseñable durante aquella noche, pero no era cierto. Harkon y yo hablamos a lo largo de una hora antes de cenar. Sesenta intensos minutos en los que el voivoda no solo hizo evidente su interés en la política de Ballaster y de Albia, sino también en mi persona. Le gustaba; desde un principio se había encaprichado de mí e insistía en que debíamos estrechar nuestra relación. Me consideraba el futuro... la "elegida", por así decirlo. Fue muy poético, la verdad. Me encantaba lo que me decía, pero aún más cómo lo decía. Lástima que al final acabase estropeándolo todo al decir que sobreviviría a Lucian en la guerra que pronto asolaría Albia. A pesar de ser cierta, su premonición logró romper la magia que hasta entonces había habido entre nosotros.

Me detuve frente a una llamativa maceta en cuya tierra había plantado un rosal lleno de rosas negras. Las espinas me hacían recordar lo peligroso que podía llegar a ser algo tan bello.

—Así de simple, sí —dije al fin, apartando los recuerdos de aquella noche de mi mente—. Si lo que quieres es saber si tuve algo con Harkon, la respuesta es que no. No tuve absolutamente nada con él. Charlamos, cenamos y nos separamos, nada más. Después yo regresé a Caernawen y pasamos una temporada sin vernos. Unos días después de la recepción, nuestros espías nos confirmaron lo que ya sospechábamos, que el Conde Gebert estaba detrás de mi intento de asesinato. No sé si lo recuerdas, pero fue un auténtico escándalo.

—Lo recuerdo, sí —admitió Lambert—. La Gran Duquesa ordenó que lo arrestaran.

—Efectivamente: fue una de mis mayores victorias en Ballaster. Por desgracia, la paz no duró demasiado. ¿Recuerdas que te dije que Lucian había enviado a la Legio Sanguina para reforzar la seguridad de las fronteras?

El cronista comprobó su cuaderno y asintió. No solo lo recordaba, sino que además lo tenía grabado en tinta para que no se le olvidase. Era una parte importante de la historia.

—Pues bien, poco después de lo de Gebert fui informada de un serio conflicto en la ciudad de Absolom, entre la Sanguina y el Escuadrón Aurora. Al parecer, el capitán Lorent Voss, el jefe de la guarnición, había decidido encarcelar a la mayor parte de la población, acusándola de colaboración con el enemigo.

Nyxia De ValefortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora