Capítulo 2: Algo inesperado (parte I)

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—Es decir, no es que dude de

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—Es decir, no es que dude de... —hacía una pausa—. ¿Milton? —la mirada de Leo preocupada y perdida denotaba confusión. No pudo evitar estar unos segundos paralizado, es decir, con quien estaba hablando hacía un segundo había desaparecido.

—Leonardo —la voz de la profesora de matemática—. ¿Estás bien? —decía mientras se acercaba al muchacho que parecía haber visto un muerto.

—Sí —cambiando lentamente el enfoque de su mirada—. ¿Viste a Milton?

—Vio, Leonardo, vio. Más respeto —contestaba molesta—. Habrá ido al baño aprovechando que yo estaba de espaldas. «Adolescentes» ¿Me harías el favor de ir a buscarlo?

Leo asintió frotando sus ojos mientras se disponía a salir del aula. Él sabía que su amigo no había ido al baño, pero tampoco estaba seguro de si al hablarle, lo había mirado; aunque podía jurar haber tocado su hombro.
Como se imaginaba, el baño estaba vacío. Leo no tenía miedo, estaba confundido. Pensaba que quizá se podía haber distraído mientras hablaba y no haberse dado cuenta que su amigo no estaba, no recordaba bien. «Qué raro» pensaba. Además de ser así, a donde habría ido. «¿Dónde te metiste Milton?»

Sobre una cómoda y espaciosa cama yacía tendido el cuerpo del adolescente secuestrado, que gracias a su respiración casi imperceptible, permitía apreciar el silbido ligero del viento. A su lado, con una mirada cuasi libidinosa, observaba una joven. Su tarea estaba clara, vigilar a Milton, una tarea que no parecía molestarle demasiado.

—Kinta —la voz grave de Taniel parecía acabar con la diversión de la joven—. ¿Cómo ha estado?

—¿Dudás de mí? —preguntaba sacando las manos del pelo de Milton—. Mis caricias lo han mejorado —acercándose a su jefe con una sonrisa.

La mirada de Taniel, penetrante, lograba que la joven reflexione sobre su actúar. Kinta era una de las guerreras más fieles que tenía. Le había demostrado su valentía y compromiso, además de su gran destreza en el combate con el paso del tiempo. Su único problema, la falla que a veces tenía en sus razonamientos, su falta de madurez decía Taniel.

—¿No entendés? —agarrando bruscamente sus dos manos, pero sin elevar su voz—. Esto no es un chiste. Él ahora estará confundido, con miedo... y lo que menos necesita, es una lunática queriéndolo tocar.

—¿Lunática? ¿Yo? —preguntaba aturdida y aniñando su voz.

De un tirón la saco afuera de la habitación, «imbécil». Miró repulsivamente al joven tendido en la cama y se acercó a la ventana. Estando allí pensaba en que es lo que haría cuando éste despierte.
Mucho tiempo había estado esperando este momento, mucho le había costado encontrar al muchacho. Este, sería el fin de la guerra pensaba, lo que le daría el dominio absoluto; no sabía cuan equivocado estaba.

—Jaz —hizo que Taniel volteara y se acercara a verlo. Milton se estiraba y bostezaba, como si se hubiera despertado de un plácido sueño. Pero ese estado de bienestar se le pasó al abrir los ojos y ver que estaba en una habitación extraña con un sujeto alto y robusto.
Estaba un poco mareado, por eso enfocaba la mirada en diferentes lugares intentando reconocer en donde estaba, pero nada le resultaba familiar.

Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora