Taniel reposaba sobre su trono con una copa de oro entre sus dedos. Su mirada estaba perdida pero sus pensamientos conectados, buscando respuestas, armando una estrategia. Enderezando el cuello un recuerdo invadió su mente, olvidando las armas, el número de tropas y la inminente guerra que acaecía.
—Elielza parece ser una muy buena compañía —molestando con su codo—. ¿Pensaron en casarse?
—¡Oh! Por favor hermano —evadía la pregunta, caminando por los pastizales que compartían con sus pies, el agua del que se alimentaban —.Sigamos practicando —levitó unas cuantas rocas que habían a su alrededor y al ver la sonrisa de aceptación en el otro, comenzó a atacarlo.
La mano del rey comenzaba a tensionarse sin que éste pudiera notarlo. Sus ojos, lentamente fueron desplazándose hasta terminar donde se encontraban sus pies. Su rostro era frió, no demostraba emoción alguna. Sólo él sabía que pasaba por su cabeza. Abrió y cerró los ojos unas cuantas veces, antes de notar que Kinta se acercaba, a paso acelerado, hacia su trono. Se la notaba algo agitada aunque no preocupada. Apoyo sus rodillas en el suelo y con su cabeza hizo una reverencia.
—Señor —comenzaba a hablar sin correr la vista de sus rodillas—. Los perdimos.
De una u otra forma, Taniel sabía que los perderían, por lo que no le importaba dicha información. Escuchaba el relato de la joven pero sin la totalidad de su atención. Una de las habilidades más útiles que decía tener el rey, era poder despejar de los relatos, lo esencial. Podía estar disperso en una conversación y concentrarse en el segundo en el que la información le resulte valiosa.
—Sabemos su ubicación —continuaba Kinta—. El último informe del Rasat lo devela. Dice que hay unos cuantos rebeldes allí. Gena cree que es el momento justo para emboscarlos...
—Gena es un estúpido —interrumpía—. ¿Quién cree que es para enfrentar a un Mythier?... Tuvo suerte de que fuera mi hermano un débil e insignificante ser -hacía una pausa—. El informe... ¿Cómo llegó?
—Aéreo. Siempre por el mismo Blitch señor —los Blitchs eran quienes se encargaban de llevar los mensajes de un lugar a otro a través del aire. Podía ser cualquier tipo de criatura, siempre que volase. Estas, eran entrenadas desde el comienzo de su vida y se negociaban por precios muy altos. Dependiendo de qué animal fuese y de su tamaño, se le adhería un estuche de madera al costado de su cuerpo, o la misma criatura llevaba dicho estuche entre sus garras, en su boca; podía ser de muchas formas, todo dependía de la forma en la que le enseñasen. Algo a destacar era su sentido de ubicación. Sólo podían ir al lugar en donde las habían comprado, era el destino que nunca se les olvidaría. El regreso con quien emitía el mensaje dependía de la conexión que había entre la criatura y su dueño. Todos los Rasats contaban con una, aunque algunos preferían usar un método más tradicional, como era enviar soldados a entregar personalmente el mensaje.
—Quiero que Gena —pensaba en voz alta—.Vaya a Hor... Que hable con su tio. Necesitamos saber con cuantos Ghetar contamos para la guerra —Ithak había sido elegido por Taniel para gobernar el reino de Hor. Pocos seguían la tradición de los Ghetar como éste. Un anciano tan flaco que parecía quebrarse al caminar. Su piel le colgaba y la maldad brotaba de sus ojos.
—¿Para la guerra? —sorprendida.
—¿¡No te das cuenta!? —parándose y revoloteando sus brazos. Kinta cerraba los ojos, como si de esa forma apelara a la piedad del rey—. Perdimos al niño, Rigal intentará algo —hacía una pausa—. Si los buscamos ahora —bajaba su tono, otra vez pensaba en voz alta—. No acabaremos el problema, se escurrirán y pondremos en evidencia a nuestro Rasat —Kinta asentía—. Necesitamos esperar, conseguir más información... mientras tanto nos prepararemos.
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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©
Fantasy¡Sumérgete en el fascinante mundo de Fhender y déjate llevar por una aventura inolvidable! En esta apasionante novela, conocerás a Milton, un joven huérfano que se embarcará en un viaje lleno de misterios y descubrimientos asombrosos. A medida que d...