La fluidez y fuerza del agua, hicieron su trabajo. Las cortezas de árbol, soportaron la ardua tarea que Fhender les había asignado. Mojados y un poco conmocionados, comenzaron a correr hacia el lugar anteriormente designado; encontrándose ya, del otro lado.
Las flechas de los guardias se perdían en el Etel. Algunas acertando sobre la tierra, otras dejándose llevar por el caudal, que pronto formaría un rio. Uno de ellos, quizá el más listo, llevó sus manos a la cabeza al observar que los gapers que libremente habían dejado pasar por el puente, ahora se reencontraban en la lejanía con los rebeldes.
No pasaría mucho tiempo, antes de que la noticia llegue a oídos de Taniel. Pero lejos de esas preocupaciones, ahora Fhender se encontraba conociendo el llamado "Bosque de Rus". Inmiscuido en el mismo, reconoció una cierta decepción. Creía que por llevar ese nombre, se encontraría con arboledas exóticas, luciérnagas alumbrando los recovecos naturales, un verde que se pueda oler; pero lejos de eso, parecía ser el bosque más gris que hubiese conocido. Con cada paso que daba, la decepción se volvía más y más grande, hasta convertirse en tristeza. Los sonidos que esperaba encontrar, no estaban; y sintió su cuerpo flaquear al encontrar un inmenso animal desvanecido sobre la tierra. Era un oso adulto, pesaría unos quinientos kilos, el joven nunca había visto algo tan grande.
Estaba muerto. De sus gigantes patas, salían escamas y su bello rostro, ahora se encontraba completamente pelado y agrietado.
Fhender sintió un gran impulso por acercarse, pero al intentarlo, un apretón de Oriana lo frenó.—No te alejes. Aquí nada es seguro.
Aunque le hubiese gustado no hacerle caso, sabía que ella tenía razón. Por eso simplemente siguió caminando y observando el lugar en donde se encontraba. Esparcidos por distintos lugares, fue encontrando más y más animales muertos. A simple vista se veía que no era la vejez o el ciclo natural de la vida la que terminaba con ellos. Había algo más, pero el joven no lograba descifrar que.
Algunos simplemente agonizaban en la tierra, otros, los más sanos, mantenían una mirada distante y de terror. Esto último lo había captado Fhender, observando a unos lobos que se escondían al escuchar los ruidosos pasos de los Vahianer.Pese a la frescura de los soldados por estar completamente mojados, podían sentir el intenso calor que el sol irradiaba. Eso resultaba raro, ya que una de las particularidades de los bosques, era contrarrestar el calor con su propia vegetación. El problema era, que la poca hidratación del lugar hacía que la misma vegetación muriese. Así, se generaba un ciclo sombrío, lo que debía ser verde, se encontraba grisáceo y lo que debía ser marrón, negro.
Además del calor, los soldados comenzaron a notar que el oxígeno allí no abundaba, como si el bosque lo absorbiese todo para mantener en pie su agonía.
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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©
Fantasía¡Sumérgete en el fascinante mundo de Fhender y déjate llevar por una aventura inolvidable! En esta apasionante novela, conocerás a Milton, un joven huérfano que se embarcará en un viaje lleno de misterios y descubrimientos asombrosos. A medida que d...