Le era inevitable pensar en esos episodios raros que había tenido pero no quería darle mucha importancia, por lo menos, en este momento tenía cosas más importantes que pensar. Mientras caminaba, iba imaginando como serían esas personas que lo querían adoptar. «¿Cuánto tardaré en llamarlos papás?», «¿y si no me quieren?» . Pensaba que se estaba haciendo muchas ilusiones con la primera cita, pero a la vez creía que todo estaba dado para que lo adopten. «¿Quién no adoptaría a un negrito fachero como yo?», «bueno las personas que antes no lo hicieron, claro» se respondía a si mismo intentando humorizar con su situación.
El camino se hizo corto, su ilusión era grande, estaba ansioso, tan ansioso que al llegar tocó varios timbres hasta que le abrieron.En el momento en que se estaba por bañar pensó, «¿no debería decirle a Pía sobre esto que me ocurrió?» pero rápidamente se convenció de que no era el momento. Iba a esperar, tenía miedo que por eso de alguna forma terminen no adoptándolo y él, no podía soportar una nueva desilusión.
Al salir del baño se buscó su mejor jean, su mejor remera, se puso perfume y practicó algunas veces en el espejo su mejor cara, como decía él, «ya estoy grande para poner cara de pobre niño huérfano». Además pensaba que antes no le había funcionado, por lo tanto ahora probaría una nueva técnica, sonreír.—Che —decía Leo mientras tocaba su hombro—. Me enteré que hoy te vienen a conocer. Haceme caso, ya no somos nenes tontos. No los ahuyentes, dejá que te puedan querer —utilizando su voz más tierna.
—¿Era tu plan ahuyentarlos, o no? —hizo una pausa—. No, en verdad, tu idea era maltratarlos y gritarles. ¿Te acordás cuando pusiste pegamento en la silla de una señora? —reía melancólicamente.
—Si, es verdad. Fue siempre mi idea, pero éramos chicos Milton, crecimos. ¿No podés ver esto como una salida? Vas a tener una familia —decía empujándolo.
—No quiero portarme más como un idiota... eso no quiere decir que te haya perdonado o que no me molestara lo que hiciste. Pero tenés razón, es hora de crecer —terminaba mientras se ponía la remera—. Es hora de crecer.
—Por ahora con eso me alcanza —respondía Leo mientras entraba al baño—. Suerte —gritaba y generaba en Milton una leve sonrisa.
Al salir de la habitación se encontraba lleno de preguntas, pero con una certeza, esta vez sería diferente.
Los trámites de adopción son largos y agotadores, pero Milton tenía una ventaja: su edad. Él podía salir e ir a visitar a quien quisiera, siempre con la condición de dormir en Oportunidad. Había excepciones, en las que les permitían a los chicos del orfanato pasar la noche en la casa de sus futuros padres, antes de cumplir el trámite de adopción. Mailen entendía muy bien la euforia y la necesidad de amor de los chicos, por eso, solía hacer este tipo de excepciones, que no duraban más de una noche.
Mientras Milton bajaba las escaleras, imaginaba diálogos, como debía presentarse, que no decir, pero al pisar el último escalón, se frenó.—Basta, ya estás grande —se decía a sí mismo en voz baja—. Todo saldrá bien —intentaba tranquilizarse.
—Bicho. ¿Qué pasa?, ¿Estas rezando? —la voz horrenda de Toni era lo último que necesitaba Milton. Mirá —decía mientras se limpiaba las manos con su delantal—. Yo, tendré que cocinar para unos cuantos pibes asquerosos pero... con esos putos no me voy ni soñando. ¡Ja! —decía y reía, burlándose.
Milton escuchó eso, volteó rápidamente enfurecido y se le tiró encima, entre gritos y patadas.
—¿Qué está pasando acá? —intervenía Mailen imponiendo su voz por sobre los gritos de ambos frenando el enfrentamiento—. Tonuel, ¿no se supone que tenés que estar en la cocina?, ¿qué es esto, como te vas a pelear con un adolescente? —hizo una pausa—. No quiero que me digas nada, después de tu turno te venís a mí oficina, que vamos a hablar.
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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©
Fantastik¡Sumérgete en el fascinante mundo de Fhender y déjate llevar por una aventura inolvidable! En esta apasionante novela, conocerás a Milton, un joven huérfano que se embarcará en un viaje lleno de misterios y descubrimientos asombrosos. A medida que d...