Capítulo 15: Del otro lado (parte V)

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—Lamento decir que mientras el oscuro plan de mi hermano se ponía en marcha, yo... Yo no hice nada —la cara del joven había cambiado, se sentía desilusionado y eso Rigal podía percibirlo—. Tenía miedo y cuando mi amigo, Rus, me pidió ayuda para evitar la construcción del muro yo le di la espalda.

Aquella escena se apoderó de Fhender, repitiéndose al menos dos veces en su cabeza. Ahora podía encontrarle sentido o incluso darle más importancia a las palabras de su antiguo maestro.

Unos cuantos minutos de silencio acompañaron los pensamientos que cada uno había dejado fluir. No era un momento incómodo, simplemente era uno de esos momentos en donde es mejor no hablar. Rus revivía lejanos recuerdos mientras preparaba otra ronda de café; Fhender vagaba por las memorias de su pasado, un pasado no tan lejano, pero que lo había hecho crecer a montones.
La mirada del joven se encontraba fijada, en las espinas que tenía un cactus rojizo, que se hallaba en una de las esquinas de la casa. Un movimiento torpe de aquel hombre, cortó los recuerdos del joven haciéndolo conectar con lo que estaba viviendo. Aceptó nuevamente la taza de café y sin que Rus se diera cuenta, dedicó un buen rato a observarlo. Fhender tenía mucha información de aquel hombre, no solo había sido un gran amigo de Rigal, había sido su maestro. En diversos escritos, el Mythier contaba sus aventuras con Rus, y lo que se reiteraba en estos, era el respeto y admiración que sentía por él.
En aquellos momentos de lectura, el joven imaginaba a un ser muy distinto al que ahora tenía enfrente. El de los libros era un implacable guerrero y protector de los bosques, que no le temía a nada y del que corrían rumores acerca de un enfrentamiento con Taniel; en el que este último habría salido con vida por poco. Pero esas palabras parecían falsas comparándolas con la imagen que mantenía aquel hombre.
Fhender creyó ver una lágrima recorrer la mejilla de Rus, y consideró aquel momento oportuno para hablar.

 Fhender creyó ver una lágrima recorrer la mejilla de Rus, y consideró aquel momento oportuno para hablar

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—Gracias por el café —dijo en un tono bajo, y dando el último sorbo se levantó—. Tengo que irme... Se estarán preguntando por mí.

El hombre quedó algunos segundos mirando al suelo y asintiendo; pero sin mirarlo. Pasó las manos por su rostro y por fin se desprendió de la silla. Estando de pie, comenzó a acercarse lentamente al joven y dijo:

—Estás yendo a una guerra, que está perdida —clavando sus ojos en el joven—. ¿Sabías?

—Me gustaría ser un poco más optimista —el comentario generaba una risa irónica en Rus que hacía despertar en el joven un enojo que le costaba reprimir. Intentando esquivarle la mirada, decidió agarrar su báculo y largarse; pero al darse la media vuelta la mano de Rus le opuso resistencia.

—¿Sabés usar esto siquiera? —refiriéndose al báculo del que ambos ahora se encontraban forcejeando.

—Dejame ir —decía el joven como quien intenta controlar su furia—. Dejame ir —tironeando.

—Quiero que me muestres lo que sabés hacer —su tono se teñía de oscuridad y provocación—. Quiero que me veas como a Taniel —sin sacar los ojos del joven—. Mostrame como pensás ganarle en combate —sonriendo altaneramente.

—No... no voy a pelear —levantando su mirada lentamente—. Por favor, me tengo que ir.

Unos segundos más de tensión fueron capaces de percibirse. De pronto, como si nada hubiese pasado, Rus soltó el báculo y bajó la mirada. El joven, sin saber que decir, miró una última vez al hombre y luego, comenzó a caminar hacia la puerta.

—Mythier —la voz tenue del hombre hizo detenerse nuevamente a Fhender y en ese inocente voltear recibió sobre su rostro el impacto de un feroz golpe de puño que hizo saltar hacia atrás al joven—. No te irás sin pelear conmigo.

Fhender pasaba sus manos por su cara intentando recobrarse del golpe, cuando comenzó a ver a aquel hombro tirarse al piso, como si estuviese sufriendo. Algunos gemidos de dolor salían de su boca, también se oían sonidos de huesos quebrándose; pero lo que más le sorprendió al joven, fue como todos sus músculos comenzaban a crecer deformando su estructura humana. Su túnica había comenzado a romperse y atravesándola, ahora aparecía un largo y poblado pelaje. Su rostro también cambió, y antes de que Fhender pudiese ponerse de pie entendió a que se enfrentaría: un temible oso adulto.

NicoAGarcía

NicoAGarcía

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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora