Capítulo 15: Del otro lado (parte IV)

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Después de algunos resoplidos y de intercambiar miradas con su animal, volvió hacia la puerta y golpeó. Inmediatamente escuchó que el hombre lo invitaba a entrar, por lo que le hizo un par de señas a su compañera, dándole a entender que debía quedarse afuera. Finalmente empujó la madera, y luego de un molesto rechinido, el joven se encontraba adentro. Lo primero que le llamó la atención, fue la iluminación, como si cada ventana y cada agujero estuviesen pensados para dar luz a determinados lugares y objetos. Había muebles hechos de barro, de roca y madera. Sostenían libros, velas, cacerolas, cartas y muchas otras cosas pequeñas, que Fhender no alcanzaba a distinguir. También había una chimenea, de la que emanaba el aroma cálido y acogedor de la casa.

—Supongo que te pareció raro —hablaba saliendo de una de las habitaciones vistiendo una túnica color verde agua—. No suelo usar telas ni nada que se le parezca...

Al joven le daba la sensación de que todo el tiempo, aquel hombre se encontraba quejándose. A primera vista, parecía un hombre al que no le interesaba mantener apariencias ni modales. Tenía movimientos y expresiones un tanto bruscas y aunque Fhender intentaba no enfocarse en ello, juraba que no debía asearse a menudo.

La túnica que ahora llevaba puesta, desprendía tierra y al estirar sus brazos, era posible distinguir algunas telarañas. Los grotescos y amarronados dedos de aquel hombre, indicaron al joven que tomase asiento. Había cuatro sillas hechas de paja, que rodeaban una roca y algunos pasos hacia la derecha se encontraban una serie de cajones de madera que sostenían frascos con especias, utensilios de cocina y unas cuantas tablas.
Pocos segundos después de que Fhender tomará asiento, aquel hombre se acercó con dos tazas de diferentes tamaños, ofreciéndole la más grande. Por la fuerte presencia de la leña encendida, le fue difícil distinguir de qué se trataba; pero luego de acercarla a su nariz, sintió algo que creía haber olvidado. El aroma del café. Quedó congelado algunos segundos recordando su gusto y dejándose llevar por los recuerdos en los que aquella fragancia había participado. Así fue como llegó al momento de su cumpleaños, aquel lejano recuerdo en Oportunidad; aquel día, luego del que su vida cambiaría para siempre, Mailen le había preparado un café con un gran colchón de espuma. Todavía recordaba las risas de sus compañeros al verlo, dominado por su ansiedad, quemarse los labios por no soplar.
Escuchaba que el hombre le hablaba, pero por alguna razón su atención se había perdido completamente en el vagar de sus recuerdos. Un pensamiento surgió en su cabeza, un pensamiento de alerta. Después de todo, aquel hombre no era más que un extraño para el joven; pero el pensamiento fue rechazado a los pocos segundos de haber llegado. Mojó sus labios en el café y un aura de paz y tranquilidad le acarició su piel.

—Parece que hacía mucho no tomabas algo —reía mientras se sentaba en una de las sillas.

—Gracias —respondía volviendo a tomar—. No sabía que acá podía encontrar esto.

—¿Acá? —juntando las cejas—. Bueno... es solo cuestión de saber plantar y cosechar —volviendo a reír—. O tener algo de dinero, no es tan costoso. Quizá en el Enal se consiga con más facilidad, aquí tenemos unos cuantos problemas más para plantar y... —cambiando el tono de voz por uno más irónico—. Pero que me voy a poner a explicar; si estoy con Vahianer... ¡Quien ha venido a salvar el bosque! Por favor, solo problemas nos traerán —apoyando el café sobre la roca, que simulaba ser una mesa.

—¿Cómo sabés eso?

—¿No es obvio? —estirando sus brazos—. Causaron una gran explosión hace solo unas horas.

—¿Nos estuviste siguiendo? ¿Por qué mencionaste a Rigal?

—Bueno, parece que ambos somos desconfiamos —decía el hombre intentando utilizar la lógica—. Responderé tu pregunta y después responderás una mía... —echándole un ojo y continuando—. Sí, los estuve siguiendo. Desde que escuche la explosión, hasta que acamparon... Luego volvía cuando de repente te vi, gritando su nombre —tragando—. ¿Qué sabés de Rigal?

En otro momento Fhender hubiese medido sus palabras, pero algo de la forma de ser de aquel hombre, le despertaba confianza. Por lo que después de disfrutar el último trago de aquel café, comenzó a hablar.

—Rigal me salvó... Unas cuantas veces —revoloteando sus ojos—. Y desde que lo conocí, viaje con él y un grupo... Al principio no sabía que estaba haciendo, caminaba y dejaba que los días pasen, pensando en lo mucho que quería que mi vida vuelva a la normalidad —una sonrisa aparecía entre sus labios—. Con el tiempo entendí que tengo una misión, que vine acá por algo —suspirando.

—Me es inevitable cuestionarte ciertas... palabras —acariciando su barba—. ¿De quién o qué te salvó? ¿De qué misión hablás? Y por último —intentando ocultar un tono de burla en voz—. Cuando decís "acá"... "vine acá por algo" —imitando su tono de voz—. "No sabía que acá podía encontrar esto" ¿A qué te referís?

Hubo algunos minutos de silencio luego de esas preguntas. El joven evitaba la mirada incisiva del hombre, preguntándose si debía o no abrirse por completo. Poco a poco la luz del sol anunciaba que la luna tomaría el control en cualquier momento.

—Quizá no pueda responderte todas tus preguntas —hablaba mientras corría su mirada de la ventana—. Dio su vida por mí —hablaba asintiendo con la cabeza—. Y haciéndolo Taniel lo asesinó —respiró profundo para evitar que la emoción lo domine y al hacerlo, notó que el hombre que tenía en frente enmudecía. Como si no pudiera aceptar lo que escuchaba, comenzaba a negar con la cabeza—. ¿Lo conocías verdad?

Las líneas de expresión del hombre comenzaban a suavizarse. Recorría su casa con la mirada, como quien no quiere pensar o seguir escuchando. En algún otro momento de su vida se hubiese marchado o incluso peleado a Fhender; pero al verlo a los ojos, sabía que no había escapatoria. Sabía que el joven, le estaba diciendo la verdad.

—¿Por qué...? —aunque en su voz se notaba la emoción, no dejaba que su tono se quiebre—. ¿Por qué Taniel quería matarte?

—Porque soy el último Mythier... —atrayendo la mirada del hombre—. Rigal me enseñó y protegió todo lo que pudo... A veces no puedo creer que haya muerto —suspirando—. A veces creo que lo veo, que me habla...

—Fue por eso ¿no? —pasando sus manos por su cara—. Por eso creíste que el águila era él —formando una mueca en su boca.

—Aún lo sigo creyendo —abriendo una sonrisa amistosa, que sólo duro unos segundos, ya que al ver que quien tenía en frente negaba con la cabeza, la ilusión le desapareció.

—Lamento arrebatarte esa esperanza —respirando profundo—. El águila que viste era yo —mirando al suelo y esbozando una sonrisa de complicidad—. Entiendo que creas que haya sido él, ya que aprendió a cambiar de forma viéndome a mí... No puedo creer que esté muerto.

En ese momento recuerdos, historias y charlas inundaron la cabeza de Fhender. También algunos escritos pertenecientes a Rigal que él había leído. Por fin había terminado de unir las piezas, por fin sabía con quién estaba hablando.

—Mi nombre es Rus.


                                                                                                                                                           NicoAGarcía

                                                                                                                                                           NicoAGarcía

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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora